La huella humana de Hans Küng
(Por Porfirio Gorriti) –
La reciente muerte natural del mediático Hans Küng, ya retirado hacía tiempo de la vida pública por su avanzadísima edad, ha ocupado un importante espacio en los medios, con variados panegíricos liberales sobre la figura de su pensamiento. El afamado suizo fue un joven sacerdote católico que brilló con luz propia en las disquisiciones del Concilio Vaticano II, así como otro brillante alemán llamado Joseph Ratzinger. Pablo VI tomó la decisión de promover a los jóvenes líderes en la carrera interna vaticana, aunque Hans Küng rechazó todo escalón romano, a la vez que su persona ganaba progresivo prestigio internacional como «teólogo» crítico con la jerarquía católica. Sus terribles desviaciones sobre la naturaleza divina de Jesucristo y de la Iglesia determinaron su necesaria y definitiva expulsión de las aulas universitarias, tras largos y pacientes años de amonestaciones oficiales por la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyos censores fueron probablemente sus más fieles lectores. Hombre íntegro en su esfera personal, fue convertido en un personaje mártir y en un símbolo de la «intransigencia inquisitorial» por la sociedad globalista. Sus teorías espirituales cobraron fama en foros intelectuales, probablemente más deudora de su imagen pública que de la lectura profunda de sus obras. Küng mostró durante toda su vida una enconada y neurótica rivalidad personal con Ratzinger, la cual ya ha pasado a la historia con la muerte del primero, mientras el segundo acaba su vida en santidad monacal tras una fecunda vida religiosa y una de las defensas de la fe —frente a toda herejía y relativismo— más trascendentes de los últimos siglos.
Hans Küng probablemente cayó en el horrendo pecado de la soberbia humana y quizás soñó ser el gran reformista contemporáneo del cristianismo, aunque solo ha conseguido ser un hereje y un vasallo de su época terrenal. Frente a las tinieblas estamos los fieles que nos mantenemos en la ortodoxia católica, los cuales no podemos tener la conciencia limpia cuando la sociedad cristiana se diluye en el barro mortecino de la actualidad. Algo también estamos haciendo nosotros muy mal. Que Dios nos perdone a todos nuestros pecados.