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31 de enero de 2022 3

La desunión del Carlismo

(Por Javier Urcelay) –

El Carlismo perdió la Primera Guerra Carlista -que pudo haber ganado por tener la razón de su parte, contar con un fuerte respaldo popular y un respetable ejército–, por sus divisiones internas.

Perdió la segunda Guerra Carlista, la llamada Campaña Montemolinista, por sus divisiones internas, que sembraron de desconfianzas, recelos y rencillas el campo carlista.

La Tercera Guerra es menos claro que tuviera el mismo final por la misma causa. Pero, sin embargo, no hay duda de que fueron las divisiones las que impidieron al Carlismo articular políticamente durante la Restauración toda la fuerza y apoyo social de que disfrutaba.

También fueron sus divisiones las que contribuyeron a malograr la victoria conseguida en los campos de batalla en la Cruzada de 1936. No puede desconocerse  la marginación, o incluso persecución,  a la que el Carlismo fue sometido tras el triunfo del Alzamiento Nacional.  Es cierto que, concluida la Guerra Civil.  el Carlismo no pudo sobreponerse a la influencia de otras ideas, presentes en el bando nacional, que distaban de las que llevaron a los requetés a dar su vida en los frentes. Es cierto que el Carlismo sufrió cierres de periódicos, clausura de sedes, destierro de algunos de sus más destacados dirigentes…

Pero si hubiera que señalar una única causa que malogró el fruto de la victoria, no sería todo eso: fueron sus propias divisiones internas. El Carlismo de posguerra se convirtió en un guirigay de grupúsculos y capillitas: javieristas, juanistas, carloctavistas, franquistas y luego juancarlistas, partidarios de la Regencia…

Desde esta perspectiva, quizás Franco no se equivocó tanto dando un puñetazo en la mesa con el Decreto de Unificación, por lo menos para ganar la guerra. En otras consideraciones no entro, ¡Dios me libre!

El Todos juntos en unión de la estrofa del Oriamendi, se trasformó en los años cuarenta, cincuenta, y hasta sesenta, en un aquí no hay quien viva, que esterilizó toda posibilidad de influencia y peso determinantes en la vida nacional.

Hoy, casi cien años después, el Carlismo sigue o vuelve por sus fueros.  Ya no son tendencias o grandes ramas de fidelidad dinástica, ahora son grupitos, microcapillas, barras de amigos, que encuentran poderosas razones para afirmar su propia identidad, bien sea aduciendo sesudos motivos doctrinales, legitimidades de salón, fobias y filias personales o procedencias geográficas.

El resultado es un espectáculo de desunión y un griterío que solo genera confusión y desconcierto en cualquiera que observa su devenir desde fuera.

¿Cómo puede pretender representar a la nación quien no es capaz de encontrar nexos con su vecino más próximo? ¿Cómo osar hacer propuestas para la vida nacional, que integre a los españoles en un ilusionante modelo de convivencia, los que no son capaces de encontrar armonía con los afines que beben de sus mismas fuentes?

No seré yo quien diga que los que así actúan no son carlistas. Con ello estaría contribuyendo a esa misma división que considero indispensable superar. Si, son todos o casi todos carlistas, y por eso arrastran ese gen maldito del individualismo ibérico y la falta de unidad que hizo tantas veces estéril nuestra historia. Son carlistas porque aman -cada uno a su manera- lo que todos amamos.

Pero carlistas todos, no conseguiremos nunca nada si cada uno nos consideramos tribunales de pureza y pedigree, detentadores de la verdad absoluta y únicos representantes de un Carlismo que, si es verdad que encarna la Tradición española, tiene que tener mucha más apertura de mente, generosidad y grandeza de miras de lo que hoy vemos a nuestro alrededor.

He leído el comunicado de la Junta de la CTC al respecto. Con pena y con esperanza. Porque aún no lo logramos, pero porque no hay otro camino.

Sumar y no restar. Atraer y no rechazar. Unir y no dividir. Aceptar la diferencia constructiva. Ayudar y no poner palos…

El día que el Carlismo entienda que “Omne regnum divisum contra se, desolabitur” , habrá hecho mucho más por su triunfo que denunciando la maldad de sus enemigos.

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3 comentarios en “La desunión del Carlismo

  1. Fermín de Musquilda

    Gracias, amigo.
    Coincido con Vd. en la absoluta necesidad de unión de la grandes Causas en esta vida. Para mí, ya hay una unión fundamental de hecho entre los carlistas, y está en la CTC. Y existe aún con algunos confusos flecos de periferias que no debemos agrandar ni multiplicar, y sí respetar porque a todos se les supone la buena intención. Lo único que hay que exigir es verdad y el respeto.
    Aporto algunos matices a lo que Vd. dice, con el objeto de no flagelarnos más de lo debido ni estar tentados a hacernos el harakiri, como no pocos hicieron en 1976 cuando se fueron a casa. Aportaré que:
    1º Estar siempre en la oposición no fué fácil. Tampoco lo es sentirse en minoría, por ejemplo tras 1931.
    2º En la primera guerra, Avinareta y Muñagorri fueron enviados expresamente por el Gobierno liberal para desunir a los carlistas del Norte. El cansancio de una larga guerra hizo surgir a los marotistas. En la segunda, la complicación de las guerrillas no necesitó ningún “extra”. En la tercera, el Gobierno parece que tentó a algún jefe, realmente con poco o ningún éxito. (Lo de Cabrera es otra historia). En la última, todos los carlistas quisieron seguir en el frente de batalla a pesar del decreto de Unificación franquista. Lo ocurrido después, es muy comprensible y no es para escandalizar a nadie, máxime cuando todos se lamentaban de ello.
    3ºLas divisiones no son únicas de los carlistas, pues las tendencias liberalismo, aún mandando y en el poder, se han dividido y subdividido muchas veces. ¡Cuántos cadáveres de nuestros enemigos hemos visto pasar delante de nuestra puerta, exclamó alguien ayer y podemos repetir hoy!. La tendencia centrífuga parece ser un “sino” del individualismo hispano. Y, eso sí, un gran defecto.
    4º El gran principio que por muchos motivos nos debe guiar, es la necesidad de unión en los principios, y, en un segundo pero importantísimo plano, la unión en la organización. LA REVOLUCIÓN nos quiere divididos en la práctica si no puede en los principios.
    5º En 1976 la Revolución hecha desde arriba dividió para acabar definitivamente con la Tradición española o Carlismo. Salta a la vista la estrategia seguida, quienes fueron los engañados y la ocasión propicia.
    6º Pero no pudo, porque en 1986 y en el Congreso de El Escorial, se refundó una organización de todos juntos en unión llamada CTC. Fue una gran Gracia y un gran éxito. Costó, porque tenía un gran valor, un enorme valor. Y efectivamente estuvimos TODOS juntos en unión. Afortunadamente, algún problema que surgió se resolvió con una firme buena voluntad. Los engañados en 1976 como que desaparecen.
    7º Pero la Revolución nos quiere divididos, y actúa con leves movimientos de volante. No hay que hacerle el juego en sus movimientos. Siempre que se despega, ella actúa. Le basta actuar a través de alguno, al que no le negamos la buena fe si es que actúa con verdad y respeto. Pero aquí no se trata de buena fe, sino de HECHOS. Hoy, el NOM, que sintetiza la Revolución, quiere dividir y subdividir para acabar con todo. Lo hace de forma sutil. Por eso hay que unirse y más unirse, con disciplina, y dejar para no poco más adelante ciertas concreciones últimas. Hay que reconstruir antes toda una sociedad.
    He querido acertar en esto, no enredar.

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  2. Luis J. Palomar Maldonado

    Totalmente de acuerdo con el autor del articulo.
    SOY CARLISTA desde los trece años y moriré siendolo, pero me apena profundamente ver la desunión pasada y actual.
    Creo que todos juntos facilitaría enormemente una España GRANDE, FUERTE Y ORGULLOSA de su historia.
    POR DIOS POR ESPAÑA, LA MONARQUIA TRADICIONAL…y LA UNIDAD DE TODOS LOS CARLISTAS

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  3. Javier Garisoain

    Mi opinión personal sobre este tema es:
    1. que la división y las capillas suceden en todas las familias. Hasta en las mejores familias.
    2. Que no es cierto que el Carlismo haya tenido o tenga mas divisiones que otros movimientos políticos.
    3. Que la mejor forma de luchar contra las divisiones es no hablar de ellas sino contrarrestarlas con actos y gestos de unidad y generosidad como el de este pasado sábado en Montserrat.

    En fin. Creo que, como dice José Fermín Garralda, nos flagelamos demasiado. Lo de Montserrat hay que celebrarlo y replicarlo*. Y eso es lo que precisamente pide la Junta de Gobierno de la Comunión en su nota de prensa.

    * ¿Por qué no replicarlo por ejemplo en San Fernando, donde acaban de retirar una estatua ecuestre del general Varela?

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