La constitución avalando a sus hijos
(Por Gonzalo García)
Como siempre, todos mirando la punta del dedo y la luna llena, gigantesca, impresionante… pasa desapercibida.
Que la nueva composición del Tribunal Constitucional haya elegido pronunciarse sobre la cuestión pendiente desde 2010 de la ley del aborto de Aído está claro que es una declaración de intenciones y sobre todo de posiciones. Pero la situación anterior, de una mayoría conservadora que mantuvo 12 años largos en un cajón aquel recurso, sólo puede entenderse de tres maneras:
1.- Qué pereza, por favor, cuánto trabajo tiene ese recurso.
2.- Efectivamente, la ley no se ajusta a la constitución, pero vaya marrón decirlo y que nos llamen de todo.
3.- Qué tontería de recurso, en la C78 cabe esto y lo que haga falta, pero como me debo a mis jefes políticos, no se lo voy a tumbar.
Es tristemente evidente que lo que se ha producido una mezcla entre el primer y el tercer caso. Y por eso recuerdo al principio la cita del tonto que mira el dedo.
Los medios conservadores no dejan hoy de hablar de “gobiennnosocialcomunissssta” y de “progresistas al dictado de Conde Pumpido”, cuando la realidad es que este pájaro (que por supuesto es un tipo sectario) no ha hecho sino decir (a voces, con prisas, con alaracas y todo lo que usted quiera, es cierto, pero con coherencia) es que la constitución está para lo que está. Para lo que se creó. Para lo que se redactó. Para lo que se firmó.
Que sí, que no queda muy elegante que no se inhiban miembros del tribunal que tuvieron responsabilidad política en la ley ratificada, pero como siempre, los conservadores escandalizados por las formas y disimulando el fondo. Qué escándalo, en este local se juega, o se fuma, o se dicen palabrotas.
Aquellos que firmaron la constitución. Aquellos que la enarbolan con entusiasmo. Aquellos que la juran con orgullo. Todos y cada uno de ellos llevan 45 años firmando, enarbolando y jurando el asesinato de niños inocentes en el vientre de sus madres.
Que el mismo partido que presentó el recurso celebre ahora con entusiasmo que se ratifique la ley de plazos igual extraña todavía a algún despistado. Pero esa es la realidad. Una derechita cobarde que hay quien tiene por defensora de la vida defendiendo los plazos, y una derechita valiente que hay quien tiene por defensora de la vida, defendiendo los supuestos. Ventana de Overton en estado puro. Verde que te quiero verde, defender la vida depende del supuesto. Azul que te quiero azul, todo depende del plazo. Rojo que te quiero rojo, derechos de las mujeres. Morao que te pongo morao, todes a abortar. Un conservador es un progresista con 20 años de retraso. Y así sucesivamente. Tiempo al tiempo.
Podrían señalar que tenemos un marco legal que ampara el asesinato de niños inocentes. No que lo ampara: que lo consagra. Pero, claro, es mucho más liberador escandalizarse por el largo de las faldas de las enfermeras del abortorio. Por algo admiran tanto a los puritanos anglos. Todo se pega.
La constitución y la partitocracia son culpables. Con sus zarpas derecha e izquierda. Defender la causa es defender las consecuencias.
Un comentario en “La constitución avalando a sus hijos”
José Fermín Garralda
Querido amigo: Conforme con todo lo que Vd. afirma.
Desde el punto de vista de los mantenedores, más que “derechita cobarde y valiente” yo le llamaría “derecha masónica”, porque estoy seguro que el Partido Popular está infiltrado de masones desde hace mucho tiempo.
Desde el punto de vista de los votantes, más que derecha yo le llamaría “clericales en política”. Porque la responsabilidad de todo esto, desde 1978, es que los eclesiásticos -confundidos torpemente con la Iglesia- se han vinculado oficiosamente a la UCD y luego al Partido Popular durante décadas, y otros clérigos al PSOE. Y así estamos.
Habrá que recuperar la radicalidad en estos temas… y nos quedaremos cortos. Cortos como nos hemos quedado en todo.
Los únicos no clericales, en el s. XIX, XX y XXI… los carlistas. Para que vean Vds.
Gracias, muchas gracias por su artículo.
Hay que seguir saliendo a la calle, rosario y pancarta en mano.