Evolución Humana ( y III). En el planeta de los simios.
Fiel lector: en el primer capítulo de nuestra trilogía rebelde contra el ateísmo pseudocientífico dibujamos un panorama genérico de la Antropología Evolutiva. En el segundo, discriminamos los sucesivos homínidos que han poblado la Tierra. Finalmente, unas pinceladas de conocimientos genéticos desde la biología molecular completan nuestra historia:
1ª) A diferencia de otras disciplinas que aportan conclusiones científicas parciales y limitadas, la Genética ofrece certezas biológicas absolutas. El gran problema es traducir las verdades científicas a nuestro pensamiento. El que crea que ello es directo y sencillo, se equivoca totalmente. Veámoslo con el mítico axioma darwiniano “el hombre viene del mono”. Podemos afirmar que nos hallamos ante una simplicidad engañosa del pensamiento. Si bien la genética ha demostrado que el hombre posee ancestros biológicos que eran primates, ya hemos aprendido en este trabajo que la Evolución ha sido un inextricable camino molecular, en el cual la vida empezó con células primitivas que forjaron a todos los reinos de seres vivos a través de miles de millones de años. Es decir, que el hombre viene del mono como también viene de los reptiles, de los peces y, más allá de toda Era conocida, también proviene de los musgos abisales.
2 ª) La Genética prueba que somos una unidad de especie biológica. Un varón escandinavo de ojos azules y más de dos metros es absolutamente compatible molecularmente con una indígena negra pigmea. Las diferencias raciales humanas son enormes para nuestra visión pero en un orden genómico son minúsculas e irrelevantes; unos contados genes determinan el color de la piel o la oblicuidad de los pliegues faciales orientales. Es trascendente conocer que, los genes que marcan las diferencias físicas entre las razas primarias humanas, son derivaciones que han surgido con posterioridad a la secuenciación primaria de nuestro genoma. La biología molecular echa por tierra toda visión racial diferencial del origen de la Humanidad. Es decir, las evidencias genéticas descartan que las diferentes razas sean la expresión de diferentes caminos evolutivos y señalan que el hombre, como especie, tuvo un principio común .
3ª) Otra de las certezas científicas es el conocimiento de la dispersión de los genes entre las especies relacionadas entre sí. Una vez conocido el genoma completo del ser humano, la composición genética humana se ha revelado como un rompecabezas imposible de resolver con las leyes científicas de la evolución molecular. Por una parte, se prueba que el genoma del hombre comparte una raíz biológica común con todas las especies de primates existentes hoy en día. Sin embargo, el orden científico salta en mil pedazos en la comparación de nuestras últimas hélices de ADN con las de los animales más cercanos a nosotros. Nuestras cadenas de genes son inexplicables para la maquinaria del reloj biológico molecular. Es decir, la Genética humana se eleva sobre la Evolución como un enigma biológico.
4ª) La secuenciación completa del genoma de los neandertales y las evidencias de que fueron coetáneos de los hombres primitivos fueron un acontecimiento científico de nuestro siglo. La conclusión asombró a la comunidad científica: el Homo Neanderthal es una especie genética diferente que el Homo Sapiens y el ser humano no ha evolucionado de ellos. La Genética ha aportado otros descubrimientos impresionantes como probar la existencia de otra especie moderna de homínidos, llamados Denisovanos, de la que sólo se conocen fragmentos óseos aislados. Recientemente, la Ciencia consiguió el hito de obtener restos de ADN de un hueso del yacimiento de Atapuerca. El resultado no fue el esperado por los directores de este mediático proyecto: los homínidos que se han conservado durante medio millón de años en la arcilla burgalesa son ancestros neandertales y tampoco han ocupado papel alguno en la génesis del Homo Sapiens. La española sierra de Atapuerca ha proporcionado al mundo los genes más antiguos estudiados hasta la fecha y no existe expectativa actual de poder estudiar ADN de huesos petrificados más antiguos en el tiempo. Es decir, la Genética no aporta respuestas al problema esencial de la Antropología Evolutiva: el cómo se produjo el acontecimiento súbito de la explosión de la inteligencia humana, hace unos 40.000 años, como estudiamos en el capítulo segundo.
5ª) La investigación genómica avanza a la velocidad del tren supersónico que transporta a nuestro siglo y, sin duda, en un futuro se obtendrán ulteriores certezas en el camino evolutivo biológico humano. Sin embargo, los equipos científicos internacionales que lideran los recursos en este campo son los que mejor saben que no existe respuesta científica a la primera pregunta de la Humanidad: ¿de dónde venimos? A pesar de esta realidad, los reportajes sensacionalistas sobre la Evolución Humana son habituales en los medios de comunicación, fantaseando repetidamente sobre los hechos que más llaman la atención del gran público. Es decir, la Antropología Evolutiva está sujeta a parámetros de desinformación y manipulación de masas, como toda disciplina de alto interés social.
Nuestra reflexión escrita sobre la Evolución Humana debe arribar a su final. La pérdida de fe en la Cristiandad posee también su propia evolución y, en este año de Nuestro Señor de 2018, se encuentra en una fase de descomposición poderosamente avanzada, arrastrando una sociedad neopagana hedonista y deshumanizada. Ante la ausencia de una certeza científica que explique nuestra presencia en el planeta, las deformaciones de la mente humana crean diferentes monstruos, como la creencia en alienígenas u otras quimeras. La negación del alma conduce a ideologías devastadoras y a la animalización del hombre.
La respuesta de nuestro origen la tenemos en la Verdad Revelada de los Textos Sagrados, una fuente de sabiduría más poderosa que cualquier doctrina alumbrada por mentes humanas. Los cristianos sabemos de dónde venimos. Mas a las nuevas generaciones criadas bajo la negritud del Nuevo Orden Mundial, les han robado su espíritu humano.
En nuestro planeta, donde comenzó el Tiempo vivo del Universo, los cristianos debemos alumbrar con la antorcha de Cristo a la gran caverna en la que están involucionando a los hombres en simios.