El parto de los montes (sobre la “violencia de género”)
¡Se han puesto de acuerdo en el Parlamento! ¡Aleluya! Por total unanimidad se ha votado una ley, o una declaración, contra la violencia de género.
¡Cómo pretenden engañarnos! Presentarnos algo, que no es nada, como si tuviera algún valor.
Mirándolo con frialdad, el que se hayan puesto de acuerdo en esa ley no significa nada. ¿Es que puede haber alguien que no se indigne al enterase de los asesinatos de mujeres a manos de su pareja? Y para algo tan elemental ¿es necesario que se reúna el parlamento y se someta a votación una ley? ¡Pero si es algo que cae de su peso! Como decía uno de mi pueblo: “pa callau está dicho”.
A la vez, tal declaración es un síntoma de la impotencia de nuestro Parlamento para hacer algo útil. Esa declaración no sirve para nada. Seguirán muriendo mujeres a manos de sus parejas, sin disminuir el número de los casos.
El problema es profundo. Nuestra sociedad ha perdido el sentido moral. Atufados todos por la diabólica promesa que nos ofrece la democracia, “lo que tú quieras”, lo que muchos quieren es terminar como sea con unos problemas, que no se habrían dado, si los protagonistas hubieran tenido un elemental sentido de convivencia. Pero es que ya no lo hay. Por mucho que se repita el vocablo.
Existe la Verdad. Pero con la democracia la hemos desterrado de la vida pública. Predicarla es “oprimir a las conciencias”. Exponerla es “imponer a otro tus opiniones”. Hablar de pecado, es “retroceder a siglos de oscurantismo”.
Todos queremos acabar con la violencia de género, o al menos reprimirla. Pero para ello la sociedad tendría que experimentar una catarsis que la democracia imperante hace imposible. Ese es el reto que desde el campo de la Tradición lanzamos a los demócratas que nos gobiernan y dirigen la opinión pública: que al año de publicada esa declaración hagan un recuento de las nuevas víctimas y nos digan si han disminuido. Entonces veremos que no ha servido para nada.
No somos profetas. Pero tenemos entendido que de nada sirve erigir cadalsos a lasa consecuencias, cuando previamente se han declarado divinos los falsos principios.
Además que esos cadalsos no son reales. Se limitan a declaraciones como las presentes. Puras palabras. Porque con el actual sistema penal el delincuente goza de una cuasi-impunidad en sus delitos.