El Foro Económico Mundial y el gran reinicio
(Por Miguel Ángel Pavón Biedma) –
El selecto Foro Económico Mundial fue fundado en 1971 por Klaus Schwab. El mismo que afirmó aquello de que “la pandemia del coronavirus marca un punto de inflexión fundamental en nuestra trayectoria global”. Esta afirmación recuerda a Xavier Arzalluz cuando decía que “unos son los que mueven el árbol y otros los que recogen las nueces”. Son palabras inquietantes que denotan intencionalidad. Lo que nació siendo un club selecto, que a todos nos producía desconfianza, acabó convirtiéndose en un centro de decisiones globales dotado de “autolegitimidad”, una especia de auto golpe de Estado encubierto: los ciudadanos no los eligieron y nadie les otorgó estas atribuciones. El presidente Macrón decía, recientemente que “han mostrado una gran capacidad de adaptación durante la crisis del coronavirus”. Por ese motivo los objetivos de la agenda 2030 podrían adelantarse y comenzar “ya mismo”. Quizás en la cumbre de Singapur (la reunión de estos días ha sido virtual) nos encontremos con una serie de medidas de obligado, siniestro, e inmediato cumplimiento.
Pero ¿Qué pretende la famosa agenda 2030? En primer lugar acabar con la pobreza. Para ello propone, ordena casi, una serie de medidas. La primera es favorecer la emigración masiva (un cálculo aproximado de mil millones de personas) con todo lo que supone de adaptación tanto para los que llegan (o van) como para los que los reciben a las nuevas poblaciones. Para esa magna labor será necesario cambiar los valores y la forma de pensar de todos Una gran tarea de “enculturación” desde el colegio y los medios de comunicación reprimiendo activamente cualquier ideología contraria. De ahí la necesidad de impulsar la legislación sobre los llamados “delitos de odio” que más bien se refiere a un conjunto de medidas represivas aplicables a los que se opongan, aunque sea conceptualmente, a sus planes. La propiedad privada desaparecerá. Debe hacerlo para los pequeños propietarios pero no para las grandes concentraciones de capital (los tres famosos fondos de inversión que casi controlan la economía global). El ciudadano, también el campesino, deben acostumbrarse a no poseer nada, a vivir de alquiler y a tomar prestado todo lo que utilizan, renunciar a la herencia y admitir que el fruto de su trabajo no pasará a sus hijos. Por eso el “okupa” pasa a ser una avanzadilla del nuevo orden mundial. Son los milicianos que, desde ahora, ponen en duda el concepto de propiedad. El Estado, hipertrofiado más todavía (si eso es posible) será el socio mayoritario de las empresas. Habrá llegado el fin la intimidad personal y familiar. Ese, además de otros, explica la insistencia mediática en definir cuántas personas pueden reunirse en un domicilio. Para conseguir todo esto es necesario ablandar y doblegar voluntades. El lema de los antiguos alquimistas era “solve y coagula” (disuelve y coagula): es necesario destruir nuestro sistema ético y de valores para implantar criterios nuevos. De ahí la necesidad de una gran digitalización acompañada de una limitación, y un control exhaustivo de nuestros movimientos y del intercambio de información. Cualquier capacidad de interacción deberá ser limitada: permisos para viajar, distancia entre las personas, técnicas informáticas de reconocimiento facial y al mismo tiempo el ocultamiento facial. Es, en la práctica, la implantación de una nueva censura que va mucho más allá de la inquisitorial. Para ese mundo “mejor” cada uno debe cambiar en lo más íntimo. En esa línea disolutoria son fundamentales las “políticas de identidad de género”, las leyes de eutanasia y el proabortismo masivo.
El segundo gran objetivo es favorecer, y restaurar, la ecología del planeta. El ganado vacuno es la principal causa, aparentemente, del “efecto invernadero”. Se debe abandonar, o limitar al máximo, el consumo de carnes. y favorecer una sociedad eugenésica de individuos sanos hasta que, envejecidos y carentes de productividad, llegue el momento de practicarles la eutanasia. También debemos consumir menos alimentos pues los residuos que generan producen dióxido de carbono. El uso de combustibles fósiles deberá ser restringido o abandonado, sustituido por nuevas tecnologías más limpias. El uso del avión consume oxígeno y deberá ser reservados para políticos y empresarios de alto nivel. Desde luego tendremos que prepararnos para los viajes espaciales.
El tercer gran objetivo es reducir el número de pobladores del planeta. Para ello serán útiles las medidas ya comentadas ( abortismo, eutanasia y eugenesia). Es cierto que existen zonas despobladas, como la mayoría del centro peninsular y la Europa envejecida pero eso puede ser corregido con una adecuada redistribución de las poblaciones (emigración masiva). Piensan que disminuir la población mundial en unos tres mil millones de habitantes es un objetivo razonable y posible.
Las religiones también serán diferentes. Intentan acabar con las grandes religiones monoteístas y sustituirlas por unas “creencias” relativas y panteístas que, unificadas, permitan mantener una cierta esperanza durante nuestras vidas
Muchos líderes mundiales han proclamado su apoyo entusiasta a este calendario. Podemos citar, entre otros, al Jefe del Estado de España, al príncipe Carlos de Inglaterra, a los presidentes de la mayoría de los gobiernos occidentales, al presidente norteamericano Biden, al presidente chino Xi Jinping e incluso al Papa Francisco (con bastantes matizaciones). En cambio el presidente Putin se opone frontalmente al proyecto. La mayoría de los ciudadanos “miran” aterrorizados sin comprender muy bien lo que está ocurriendo. El futuro de hombres tristes y resignados, sometidos acaso, va dibujándose poco a poco. Algunos recuerdan la frase de William Shakespeare en su obra Próspero: “el infierno está vacío y todos los demonios están aquí”.