El discurso de Mr. Trump
El pasado domingo 6 de mayo, escuchamos, en directo, el discurso de Mr. Trump a la nación.
Sobre el mismo hemos de formular un juicio positivo.
El único fallo que vemos en él es su excesivo nacionalismo yanqui. Algo, por lo demás explicable, dada la historia de los Estados Unidos de Norteamérica. No nos ha pillado de sorpresa.
Del mismo destacamos la importancia que Mr. Trump ha concedido a la sociedad americana. La representación estaba muy bien preparada. En la tribuna de invitados estaban, estratégicamente distribuidos, determinados personajes del pueblo, que, en los últimos años, han realizado alguna acción destacable por la abnegación y entrega de su protagonista, en beneficio de la comunidad.
Mr. Trump les fue citando en los momentos previstos de su discurso, dándoles gracias por la acción, y pidiendo el aplauso de todos para ellos.
Eso es una prueba de la importancia que Mr. Trump da a la sociedad. Enfatizaba que, con personas como ellos, los EE.UU. pueden estar seguros de su futuro. Recalcaba que se trataba de ejemplos. Que como ellos había otros muchos más entre el pueblo de los EE. UU. Y en esa sociedad ponía la esperanza para volver a hacer de los EE. UU. la nación justa y poderosa que todos ansían.
Cuando mencionaba a los partidos políticos, no hacía ninguna diferencia entre el suyo, Republicano, y el contrario demócrata. Y encarecía a los miembros de ambos partidos a ponerse de acuerdo en llevar a cabo las acciones que exige el bien común. El bien del pueblo.
No somos profetas ni adivinos. No podemos asegurar lo que en el discurso había de sinceridad o de espectáculo bien preparado. Pero en el peor de los casos, suponiendo que se trata de un espectáculo, la preparación del mismo es una prueba de la importancia que el Presidente norteamericano da al pueblo llano. Da importancia a un principio que venimos defendiendo los carlistas a lo largo de nuestra historia y que nuestros pensadores los sintetizaron en la frase: “más Sociedad y menos Estado”.
El contraste con la mayoría de las democracias liberales que hoy existen, estriba en esto: mientras, en éstas, los políticos prometen que harán lo que no piensan hacer, Mr. Trump confía en su pueblo y le promete libertad para que el mismo pueblo, resuelva sus problemas, en vez de pedir al Estado que lo haga.
Aprendamos de ello los carlistas. Y procuremos ser fieles a nuestros principios que, con su valor universal, son los únicos que pueden sacar a España de la crisis en que nos hallamos.