Diario de una pandemia: “nada tiene mejor aspecto que la falsedad”
(Por Miguel Ángel Pavón Biedma) –
“La situación es bastante complicada. Cada vez más, según vamos conociendo nuevos parámetros a tener en cuenta, nuevas variables”. Estos eran los comentarios de un experto epidemiólogo ante la muerte de millones de visones en Dinamarca. El número de vacunas en desarrollo es de 261 (https://es.statista.com/estadisticas/1135710/covid-19-numero-de-vacunas-candidatas-en-el-mundo-por-fase-y-tipo/). De ellas hay once que han alcanzado la llamada “fase III”. Es un concepto habitualmente mal definido y del que todos hablan sin pensar en su significado. La fase III puede referirse a ensayos clínicos muy diferentes. Siempre se realizan en miles de personas y a “doble ciego”. Eso significa que hay varios grupos y que ni el evaluador ni el evaluado conoce el grupo del diseño estudiado. Sólo medirán una serie de variables y otros, con determinadas herramientas estadísticas, elaborarán hipótesis y conclusiones. El número de vacunas en estudio es tan alto y los diseños tan variados que, probablemente, nadie sea capaz de conocerlos en su totalidad. Incluso los once más desarrollados son enormemente complejos en su diseño e interpretación de los datos obtenidos. Además es una forma “express” de preparar una vacuna. Esta labor requiere, normalmente, entre cuatro y cinco años. En otras palabras, hasta dentro de unos diez años no tendremos datos concluyentes sobre su eficacia y efectos secundarios. Falta comentar que la cobertura de la vacuna nunca será total. Seguiremos con nuestras camas ocupadas por esta patología y con la tristeza y la desesperación en los hogares. Puede que los casos disminuyan, afortunadamente, pero las medidas que han cambiado nuestro comportamiento social y limitan la libertad de desplazamiento seguirán, probablemente, vigentes.
Pero el virus no es una entidad estable. De hecho es enormemente cambiante. En un reciente estudio sobre su composición genética, realizado con unas 46000 muestras, se han encontrado unas 12000 mutaciones. Más o menos como si existieran 12000 tipos de virus un poco distintos y con el grave riesgo de que, en un momento determinado, uno de estos cambios lo haga más resistente o más dañino, más virulento (https://www.futuro360.com/data/mutaciones-coronavirus-no-aumentan-propagacion_20201125/). Si el virus cambia, en años sucesivos, de forma significativa también deberá cambiar la vacuna. Es ya una línea constante de investigación y una nueva especialidad sanitaria. En ese contexto debe entenderse la muerte de millones de visones: “una mutación que podría afectar al ser humano”. Leemos con naturalidad que “han sido sacrificados diecisiete millones de visones”. El virus podría afectar a nuestra cadena alimentaria, alterar la economía de los pueblos de forma directa y obligar a escenas “dantescas” como la referida.
También son muy diferentes los medios diagnósticos empleados. Comenzamos con la “entronización” de la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) pero la reciente experiencia de la Comunidad de Madrid deja claro (aunque muchos no quieran decirlo) que el éxito en la lucha contra la pandemia se basa en disponer de pruebas rápidas, económicas y al alcance de todos. Esas son las condiciones de las llamadas pruebas de antígenos. La idea de extender la prueba a las farmacias es, para muchos expertos, adecuada y razonable. A las autoridades sanitarias nacionales no parece agradarle la medida. Supone perder el control de los datos, ser despojado del monopolio de la información con sus cifras cambiantes. La información, y desinformación, su control minucioso es uno de los pilares del Estado. Cada día aparecen novedades en este campo del diagnóstico pero, sin embargo, resulta más cómodo usar la PCR. Es más compleja, requiere largas filas y tiempos de espera. Sirve más para establecer el “nuevo orden”.
Poco a poco va abriéndose el debate sobre la obligatoriedad de la vacuna. Lo será en la práctica. Basta con ir acumulando restriciones a los no vacunados. Dificultades para viajar, para acudir a locales públicos, para acceder a puestos de trabajo etc. Implantado esto vendrán nuevas prepotencias presentadas con el tópico de que “es por el beneficio de todos”. Ese Estado ” benefactor y bueno” tendrá un camino libre para implantar sus políticas deseadas de abortismo y eutanasia.
Ante un panorama tan complejo la respuesta de los medios de comunicación vinculados con el Gobierno, directa o indirectamente, es simplista. Se repiten tópicos hasta el infinito. En definitiva pregonan, una y otra vez, la consigna de que “la vacuna ya viene y con ella alcanzaremos la normalidad después del túnel”. Se establecen grupos, prioridades, fechas aproximadas a pesar de que las vacunas no están plenamente desarrolladas ni comercializadas. Vender el oso, antes de cazarlo, sin ningún pudor. En realidad muchas de las medidas parecen destinadas a perpetuar el cambio social y administrar la crisis. El aparato burocrático del Estado se fortalece, día a día, a base de prohibiciones y el menoscabo de un verdadero diálogo social. Disponemos ya de una amplia variedad de publicaciones que cuestionan el manejo informativo de la crisis. William Shekaspeare ponía en boca del príncipe Hamlet (precisamente de Dinamarca) aquella famosa frase de que “nada tiene mejor apariencia que la falsedad”.