Cuando los liberales lo hacen bien
… porque no son consecuentes
Hemos leído en la prensa de Bilbao el anuncio de la presentación de un libro. Es una obra que trata del origen de los conciertos económicos que, después de la abolición de los fueros en 1876, han regido la hacienda pública en las Vascongadas.
Sabido es que, al suprimir los Fueros, después de la derrota militar de los carlistas, las diputaciones vascongadas consiguieron un régimen tributario especial. El libro en cuestión viene a recordarlo con todos sus detalles. El autor del mismo es M. Cortázar, descendiente, por línea directa de quien, como presidente de la Diputación de Vizcaya firmó el acuerdo con el Gobierno de Madrid.
El libro viene a ser un elogio de los liberales fueristas vascos que, al conseguir los Conciertos Económicos, dieron actualidad a la tradición foral.
No hemos leído la obra. Pero, por la recensión que de la misma hace el periodista, estamos inclinados a dar nuestra aceptación a su contenido.
Veamos los antecedentes. De la Juntas Generales, que en la Edad Media reunían a los vizcaínos bajo el Árbol de Guernica, nacieron las Diputaciones, ya en la Edad Moderna, para llevar a cabo los acuerdos de las mismas, durante los periodos que mediaban entre dos sucesivas reuniones. Las Diputaciones resolvían los problemas del Señorío. Nos referimos exclusivamente a Vizcaya, pero en Álava y Guipúzcoa ocurría algo parecido. Surgió así una administración que, por su eficacia, en el siglo XIX era la envidia de todos los españoles.
En 1873, D. Miguel Gómez Ferrer publicó una obra titulada “Los Vascongados”. El prólogo de la misma corrió a cargo de D. Antonio Cánovas del Castillo. En el mismo, después de manifestar su rechazo a que los vascongados no contribuyeran a la hacienda ni estuvieran sujetos a las quintas decía los siguiente:
Por descontado, que nada de lo que acabo de decir sobre los privilegios, se extiende a la autonomía local, al peculiar régimen administrativo, al organismo interior, en fin, de ninguna de las tres Provincias vascongadas. Lejíos de desear que desaparezcan de allí instituciones semejantes, querríalas yo comunicar, si posible fuera al resto de España. Las libertades locales de los vascongados, como todas las que engendra y cría la historia, aprovechan a los que las disfrutan, y a nadie dañan, como no sea que se tome por daño la justa envidia que en otros excitan
Unas líneas más abajo hacía un elogio de los carlistas que se estaban integrando en el ejército de Don Carlos VII que no copiamos por no alargar el escrito.
Termina la guerra con la victoria liberal. Se impone la abolición de los Fueros en virtud del segundo lema de la Revolución: Igualdad. Pero Cánovas era un admirador de la administración foral vascongada. Imposibilitado se hacerla extensiva a toda España, accedió a mantenerla en la Vascongadas. Suprimirla habría sido un gran perjuicio para los vascongados. Y un problema para el gobierno central, al tener que crear una nueva. Además, el soporte económico de la Restauración liberal eran los liberales vascongados. N quedaba otra salida que mantener la singularidad tributaria de los vascongados. El acuerdo no tuvo ninguna dificultad. Lo deseaban las dos partes.
Con ello hicieron un gran favor a España y a las Provincias Vascongadas. Pero conculcaron uno de los tres principios del liberalismo: Igualdad. Unos y otros se titulaban liberales. Pero para poder hacer algo bueno, útil para todos, se vieron obligados a ser inconsecuentes. Fueron traidores al liberalismo que decían profesar.
Y es que el liberalismo exige el predominio de la ideología sobre la realidad. Pero la realidad es muy terca. En muchas ocasiones se presenta invencible.
Por eso no tenemos ningún reparo en aprobar la actuación de los liberales, de Madrid y vascongados, cuando aprobaron los conciertos económicos después de la abolición de los Fueros. Pero tenemos que llamar la atención sobre el hecho de que, para ello, fueron traidores a su profesado liberalismo.