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4 de mayo de 2020 2 /

Coronavirus Universal

La iglesia Católica, nuestra Madre, ha tomado interés por la pandemia. Su Santidad el Papa ha redactado una oración que todos los católicos repetimos. En la oración se pide la intercesión de la Santísima Virgen para que termine la pandemia.

En esa intervención de la Iglesia Jerárquica y en otras similares echamos de falta una cosa: la petición de perdón por nuestros pecados. Algo que nunca ha faltado en las rogativas que se han realizado ante otras calamidades públicas.

En nuestra humilde opinión, la pandemia es un castigo de Dios por nuestros pecados. Es una pandemia, por tanto, universal. También nuestros pecados son universales. A los clásicos pecados de debilidad se ha añadido los peores de soberbia. Universalmente se está legislando contra Dios; contra la obra de Dios. Pue no son otra cosa la legalización del aborto, la eutanasia, los matrimonios de homosexuales, etc. Van contra la Creación, por tanto, contra el Creador.

Un pecado universal exige un castigo universal. Y a la vista lo tenemos: pecado y castigo. Contra los hechos no hay argumentos.

Cuando la Iglesia Jerárquica calla lo que estamos apuntando, sus razones tendrán. Nosotros no somos quienes para juzgar su conducta. Pero nosotros no podemos callar lo que nos parece evidente. Por eso lo decimos, recordando que la Iglesia es infalible cuando habla, no cuando guarda silencio.

Comprobamos que muchos fieles, de filas, pero miembros de la Iglesia, como nosotros, comparten estos puntos de vista. A ellos nos dirigimos con la sugerencia de que, en sus oraciones para el fin de la pandemia, incluyan peticiones de perdón por esta apostasía universal, causa de ella.

Pues alguna culpa, más o menos remota, nos toca también a nosotros. La apostasía está siendo llevada a cabo por políticos. Y en que los tales hayan llego al poder, algo de culpa ya nos afecta

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2 comentarios en “Coronavirus Universal

  1. Ramón de Argonz

    Me parece acertadísimo lo que dice y cómo lo dice. No puedo menos que comentarle que me sobrecoge hondamente ese silencio.

    Responder
  2. Javier Garisoain

    Es un artículo perfecto. Me gusta el fondo de la cuestión pero me gusta especialmente la manera en cómo lo dice. Es firme y suave a la vez, respetando escrupulosamente a nuestra madre la Iglesia y salvando la responsabilidad que corresponde a la Jerarquía y al mismo tiempo ejerciendo como hijo de la misma que no puede callar ante un mal evidente. Enhorabuena.

    Responder

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