CON EL SALMO 35.
En nuestras devociones personales nos hemos encontrado con un salmo que ha llamado nuestra atención. Se trata del salmo 35. En su comienzo dice así
El malvado escucha en su interior / un oráculo de pecado: / “No tengo miedo a Dios, / ni en su presencia”. / Porque se hace la ilusión de que su culpa /no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición, / renuncia a ser sensato y a obrar bien;/acostado medita el crimen / se obstina en el mal camino, / no rechaza la maldad.
Si examinamos atentamente el campo liberal apreciaremos en él un sector al que le cuadran perfectamente los versículos reproducidos. Con dos subsectores: el de los ejecutores y el de los teóricos.
Pertenecen al primero las hordas que se han lanzado al incendio de iglesias y al asesinato de religiosos. No usan corbata en su vestimenta.
Al segundo pertenecen los que llevan corbata o pajarita. Por parecerles poco estético, no participan en las algaradas citadas. Pero son los que gobiernan cuando se producen esas algaradas. También los que se benefician de las desamortizaciones.
Hay otro sector al que nos resistimos a aplicarle íntegros los versículos apuntados. Son los católicos liberales. Profesan nuestra Fe. Pero transigen, con el enemigo al coincidir con él en que la Fe es algo de lo que se puede prescindir y reservar, como en un armario, cuando se trata de arreglar la vida pública.
Para ellos no valen, repetimos, todos los versículos. Pero les cuadran perfectamente las frases que entresacamos:
renuncia a ser sensato y a obrar bien; se obstina en el mal camino, no rechaza la maldad.
La Ley de Dios nos marca el camino para ser sensatos y obrar bien. Para seguir por el buen camino. Los que transigen admitiendo que la Ley de Dios no debe ser tenida en cuenta, cuando de organizar la vida social se trata, renuncian a ser sensatos y obrar bien. Se han metido en un camino que no es el bueno y se obstinan en seguir por él.
Como, además, admiten que no hay ideas rechazables, que todas deben ser aceptadas, les queda a la medida eso de que no rechazan la maldad.
Y esos son los liberales más peligrosos. Pues son los que dan entrada a los otros. Luchan contra los excesos de éstos. Pero siempre son derrotados por ellos. Luego viene el lamento. “No es eso, no es eso”. Ya lo decía Ortega y Gasset en 1932. Pero siempre termina “siendo eso”. A la vista lo tenemos hoy.
Los carlistas venimos luchando contra toda clase de liberalismo. Y es que todo él debe ser rechazado. Pero en muchas ocasiones hemos cometido el error de replicar a toda clase de liberalismo con un mismo argumento. Les hemos medido a todos con los versículos íntegros que hemos apuntado. Y lo hemos hecho mal. No hemos alcanzado el éxito que esperábamos. Además, como la “igualdad” es uno de los principios del liberalismo, hemos pecado de inconsecuentes.