Comercio de vidas e hipocresía
Saltaba ayer la noticia de la detención en Almería de la madre de un recién nacido y de dos hombres porque estos habían pagado una suma de dinero para quedarse con el bebé. Maternidad subrogada, le llaman. Vientres de alquiler, le llaman.
Rápidamente la gente se escandaliza de cómo una madre puede vender a sus propios hijos. Pero como suele pasar, pasado el impacto inicial las aguas se remansan y todo vuelve a la rutina. Y los mismos medios que hablaban del asunto en la sección de sucesos y los mismos espectadores que se escandalizaban por ello pasan ahora a la sección de deportes, y dedican portadas a la estrella portuguesa que posa sonriente con su hijo. Y luego llega la sección de espectáculos, y aparecen famosos cantantes posando con sus hijos. Y ese cajón de sastre llamado sección de sociedad, y aparece la coleccionista de arte con sus mellizas. Y resulta que esos famosos, aplaudidos por los espectadores, tuvieron el cuidado de no buscar a una muchacha humilde de Cádiz, de no contar una milonga a las autoridades y de no hacerlo con diez mil euros en negro, sino que viajaron a lejanos destinos y abonaron cuantiosas sumas, y así pueden adornar con sus sonrisas las secciones de deportes, espectáculos o sociedad en lugar de ilustrar con sus detenciones la de sucesos.
Maternidad subrogada, le llaman. Vientres de alquiler, le llaman. La batalla del lenguaje, una vez más. Todo aparecería más claro si se le llamara por su nombre: Compra-venta de niños. A tanto la unidad. En los sucesos en unos casos, en las portadas de sociedad en otros. La diferencia entre ser alguien anónimo o llamarte Cristiano, Miguel, Riky o Tita.
Y el mundo, como avisó Huxley, feliz entre su podredumbre.