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17 de mayo de 2019 0 / /

“ASÍ PAGA EL DIABLO”

Durante los últimos meses ha ocupado un gran espacio en los medios de comunicación el intento del Gobierno de exhumar los restos del General Franco. Recientemente la prensa nos informa que el Ayuntamiento de La Coruña ha decidido revocar el título de hijo adoptivo que concedieron a D. Manuel Fraga Iribarne.

Ambos hechos nos han hecho recordar el dicho popular: “Así paga el diablo a quien le sirve”.

Ambos personajes fueron clave para la instauración de esto que llaman democracia en España. Y es en nombre de la democracia como ahora se quiere borrar su recuerdo.

Y es que la democracia, al menos como se entiende y lleva a cabo en España, es un instrumento del diablo. Lo más probable es que no los quisieran, pero Franco y Fraga sirvieron al diablo dando paso a la democracia. Ahora reciben el pago.

 

Ganamos la guerra en 1939. Los carlistas participamos en la Victoria conscientes de que luchábamos contra la Revolución liberal. Otros muchos del bando vencedor se limitaron ha hacerlo contra el desorden republicano. Es decir: contra las consecuencias, pero respetando los principios. Por eso España no se benefició plenamente de la Victoria que tantos sacrificios había costado.

La reconciliación con los vencidos era algo necesario. Pero la reconciliación tenía que ser social. Los carlistas habíamos luchado por la libertad de todos. Pero ello no incluía la libertad como la entiende la Revolución liberal. No se podía dar patente de corso a las ideas que habían hecho inevitable la terrible guerra que había concluido.

Libertad para todos. Pero libertad como padres de familia, como trabajadores en una profesión, como vecinos de un municipio y habitantes de una región. Rechazábamos la libertad de difusión de todo tipo de ideas. Porque acaba en la formación de grupos que luchan encarnizadamente por el poder terminando en la tiranía, de quienes vencen, sobre los vencidos.

No era de ese modo nuestra victoria. La doctrina que pretendíamos que rigiera los destinos de España no era “nuestra doctrina”. Se trataba de principios que estaban sobre nosotros y que nosotros habíamos aceptado. No eran inventos de los ideólogos. Las habíamos hecho “nuestras” al aceptarlas. Y las habíamos aceptado vencidos por la verdad que en ellas se contiene.

No fueron por ese camino los que administraron la Victoria. Prolongaron excesivamente la inevitable dictadura y cuando se dieron cuenta de que los españoles necesitaban libertad, prescindieron de las libertades concretas que habían hecho grade a España, para aceptar las libertades de papel que ofrece la Revolución.

Y así volvieron del exilio los vencidos en 1939. No como españoles que se reconcilian con los demás españoles. Sino como corifeos de unas doctrinas detestables que aceptan lo que generosamente les ofrecen quienes les habían vencido en el campo de batalla.

“Déjame entrar que yo haré lugar”. Y así hicieron lugar a los que ahora, en nombre de la Revolución llevada hasta sus últimas consecuencias, imponen su tiranía hasta el extremo de no respetar la memoria de quienes les permitieron volver.

La cacareada transición fue eso: una traición a los que murieron en los campos de batalla. Se permitió que volvieran a la palestra los expulsados de entonces. No volvían a sus hogares, a lo que tenían perfecto derecho, sino “a la palestra”. A continuar la guerra de otra manera.

Y mucho más aún. En la guerra en que estamos inmersos, las armas son la educación y los medios de comunicación. Pues nos encontramos con que la traición supuso la entrega a los contrarios de todas las armas con que hoy se combate. Dejando inermes a los que nos oponemos a la Revolución.

Las elecciones del 28 A han demostrado lo difícil que es derrotar a la Revolución que se ha apoderado de España. Dominando la educación y los medios de comunicación, la Revolución ha conseguido demonizar al franquismo. Los que criticamos al régimen anterior, porque veíamos lo que nos esperaba tras él, nos quedamos maravillados al ver la ausencia de toda defensa del franquismo.

Ha bastado que haya surgido un partido crítico con la situación actual y que haya obtenido un pequeño éxito en Andalucía, para que la izquierda haya lanzado una campaña contra la posibilidad de una resurrección del franquismo. Y toda una sociedad, manipulada desde el poder, se haya movilizado para impedir vuelvan aquellos años de ignominia. Una ignominia que no existió, pero en la que creen a pies juntillas los hijos y nietos de quienes la ensalzaban.

Y es que los enemigos de las consecuencias, pero partidarios de los principios, entregaron a los partidarios de la Revolución las armas con las que se lucha en la guerra civil incruenta que es la democracia.

Los carlistas, fieles a los únicos principios que se oponen a las caóticas consecuencias, advertimos a todos los españoles que aspiran a una regeneración de España: “Así paga el diablo a quien le sirve”. No buscamos otro fin que evitar que se malogre una regeneración de España, porque quienes luchan por ella se conformen con luchar contra las consecuencias respetando los disolventes principios, que son la causa de ellas.

 

 

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