Aniversario de la mayoría electoral de Aznar. 25 años de una demostración
(Por Gonzalo García) –
Se cumplen 25 años (3 de marzo de 1996) de las elecciones que dieron su primer gobierno al PP de José María Aznar. La derecha anda de celebraciones nostálgicas y emocionadas. Desde luego es una fecha a rememorar, o debería serlo, para algunos.
Se cumplen 25 años de la demostración -que muchos no necesitábamos y que muchos más no quieren ver- de que la derecha, los conservadores, no son nunca la solución sino parte importantísima del problema.
Se llegaba a esa fecha después de 14 años de felipismo, de corrupción, de la desmantelación del tejido productivo patrio para obedecer los dictados bruselís y así entrar en la entonces CEE en calidad de reserva de putas y camareros al servicio de los adinerados jubilados nórdicos, de la despenalización del aborto, de la intervención total por parte del estado de la educación… y la «gente de bien» -en esto hemos cambiado poco- te señalaba con el dedo muy muy muy tieso si tenías la osadía de mantener que no pensabas votar a ese bigotón al que, para su escándalo, considerabas una pata más del problema.
Ganó Aznar, y en 24 horas se pasó de un vergonzoso «Pujol, enano, habla castellano» a un vergonzante manejo del catalán en la intimidad. En 2 semanas se pasó de aquello de «España, lo único importante» a aquello que sentenció un tal Arzalluz: «hemos conseguido más de Aznar en 14 días que de Felipe en 14 años». Se empezó cediendo a Fraga competencias que daban poder absoluto a la Xunta mientras la «gente de bien» aplaudía -porque, claro, es de «los nuestros»- para una vez normalizada la cesión hacer lo propio con autonomías en rebeldía. Por supuesto eso había que prepararlo y para eso estaba la prensa afín y su presentación del ladrón proandorrano como gran estadista e incluso, quién dijo vergüenza, «español del año».
Todavía hoy la derecha te echa en cara «el milagro económico» protagonizado por los gobiernos de Aznar, con Rato en los mandos. Milagro que consistió en hacer caja con los restos del entramado público creado por el INI durante el franquismo y ponerlo no ya en manos privadas sino en manos extranjeras, en algunos casos propiedad de otros gobiernos. Liberalización, se le llamó, e hizo honor a tal nombre suponiendo -como cada vez que alguien quiere liberalizar algo en los últimos 200 años- en un robo al pueblo y un regalo a las oligarquías financieras.
Siguió ese milagro con un empleo que no paraba de crecer. De la liquidación y la subvención vivida durante el felipismo que dispararon el paro se pasó a una legislación -ya iniciada por Felipe e incluso la UCD- que iba haciendo el trabajo cada vez más precario y los sueldos cada vez más bajos. En el aznarismo podemos situar el hito histórico en el que donde antes un sueldo podía mantener a una familia, con más o menos apreturas, ahora se necesitaban dos para difícilmente sostener a una familia, ahora mucho más reducida, hasta el día 20 o 25 de cada mes. Milagro económico, oh.
Los fríos números -más dinero en caja, aunque fuese vendiendo cualquier resto de patrimonio, y menos paro, aunque fuese a costa de empeorar mucho las condiciones de trabajo- quedan muy bien en un papel y en los gráficos comparativos entre gobiernos. Y eso basta para el derechista que jamás reculará en su defensa del llamado milagro, oh, milagro, aznarista.
Pero si en lo económico no trajo más que liberalismo puro y por tanto expolio al pueblo, en lo demás no actuó mucho mejor.
Ya hemos recordado sus pasteleos y buenos lazos con españoles tan de bien como Arzalluz o Pujol. Nunca nadie otorgó tanto a los partidos separatistas como Aznar, llegando incluso a adaptar su propio partido a las exigencias del adversario, lo que supuso el inicio del camino que ha llevado al apoteósico derrumbe del PP en Cataluña, que no seré yo quien lamente.
Pero es que el que ha pasado al imaginario derechista como el héroe en la lucha contra ETA es ni más ni menos que el que anunciaba públicamente como un gran logro haber «autorizado personalmente conversaciones con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco», dando carta de naturaleza a la «tregua» declarada por la banda. Fue Aznar quien, con el cuerpo todavía caliente de su concejal Miguel Ángel Blanco, acordó con el resto de líderes partitocráticos la desactivación de la reacción popular, que por primera vez se echó a la calle para oponerse a jarraichus y etarras varios, plantando cara a quien hasta entonces había chuleado y se había enseñoreado de las calles. Fueron todos los políticos, durante la presidencia de Aznar, los que convirtieron esa justa rabia y reacción en chusma borrega de manos blancas.
En materia de la defensa de la vida, tan importante supuestamente para los derechistas, no sólo no se revertió ninguna legislación contraria a la vida, sino que por la vía de los hechos y de la laxitud con respecto al tercer supuesto, el gobierno de Aznar contempló -y avaló, y sufragó, y sostuvo- el mayor crecimiento del número de abortos de todos los gobiernos que han mantenido -y avalado, y sufragado- las leyes abortistas. Pero no sólo eso, sino que además introdujo, con gran celebración de la «modernidad e innovación» que suponía, la legislación que admitía la experimentación con embriones humanos, poniendo en manos de un acérrimo defensor de la cultura de la muerte, Bernat Soria, pretendido investigador científico de quien no se sabe que haya curado nunca un resfriado y que luego fuera ministro de Zapatero, al que la ministra de sanidad Ana Pastor, figura híper ensalzada por la derecha por su moderación y alto sentido del estado, le dijo textualmente «ya tienes tus embriones».
Podríamos seguir. Pensaba dejar unos apuntes a vuela pluma y veo que esto puede convertirse en un espeso tratado. Podríamos hablar de la educación, de la que únicamente se preocuparon en que fuese en inglés en lugar de devolverla a los padres. O de su patriotismo, consistente en ceder a TODAS las exigencias bruselís para entrar como fuese en el euro. O en su preocupación social, ejemplificada en el cambio del método de cálculo del IPC (al que estaban sujetos los salarios) justo a la entrada del euro para de esta manera falsificar los datos y por la vía de los hechos depauperar las economías familiares rebajando de facto los salarios. Insisto, podríamos seguir, pero para qué.
Sólo un apunte más: Cuando Vox se presentó a los españoles, antes de que entrara en las instituciones, muchos de sus dirigentes -de entonces y de ahora- explicaban la necesidad de su existencia porque el PP se había convertido en otra cosa distinta del partido de Aznar y Esperanza Aguirre, y esa era la derecha que ellos querían recuperar.
Pues con eso puede quedar todo dicho. Por mi parte, volver al origen de lo que decía: La derecha conservadora NUNCA es la solución, sino el afianzamiento de los problemas. Siempre ha sido así.