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7 de abril de 2003 0

Razones y excusas para una guerra

La guerra que se avecinaba inevitable ya ha comenzado. Es momento para analizar cuales son las razones aducidas por la coalición anglosajona, es decir Estados Unidos, Reino Unido y Australia, con el llamativo apoyo del gobierno español y otras naciones menores, que justifican la invasión de Irak. La intoxicación periodística, de todos los signos y colores, que se ha desatado en todos los medios, muchos de ellos con intereses directos en una u otra postura, dificulta el hallazgo de datos fidedignos que ayuden a comprender los móviles de esta guerra.

Sin embargo, con algo de paciencia, contrastando informaciones y buscando fuentes alternativas (principalmente en internet) se pueden hallar argumentos sólidos que nos ayuden a formarnos una opinión sobre lo que está aconteciendo. Debemos empezar por señalar que el comandante de esta coalición, el presidente de los Estados Unidos, señor Bush, plantea como único enemigo al presidente iraquí Saddam Hussein y su régimen y afirma que ataca Irak para “liberar a los iraquíes”.

Veamos inicialmente cuales son las razones a favor de la invasión:

1) Saddam Hussein cobija, financia y entrena a grupos islamistas radicales y terroristas. Esta fue la primera razón aducida. Aquella que mayor peso puede tener ante la comunidad internacional, conmovida por los atentados islamistas del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, lo cierto es que ninguno de los servicios secretos occidentales, cuando ya llevamos dos semanas de guerra, ha sido capaz de establecer ningún vínculo coherente entre Al Qaeda u otros grupos radicales islamistas con el régimen iraquí. Se explica fácilmente porque el régimen del partido Baaz (gemelo del de Siria) es de un partido único de corte totalitario nacionalista, caracterizado por la figura de un presidente “divinizado”: Assad en Siria, que ha sucedido a su padre y Hussein en Irak, con el proyecto de legar el poder a uno de sus hijos. Este tipo de proyecto político necesita un control absoluto de la religión, que en los países árabes puede ser usada fácilmente como arma política. De ahí el laicismo del régimen iraquí y su persecución de los grupos islamistas dentro del país hasta el comienzo de esta guerra.

2) Irak posee armas químicas, biológicas y nucleares, y es un peligro para la paz mundial, pues puede usarlas, dado que ha burlado las resoluciones de la ONU acerca de su desarme durante doce años. Nadie ha podido demostrar el desarrollo de un programa nuclear en Irak desde 1982, cuando la aviación israelí destruyó el único reactor nuclear de Irak. Saddam Hussein ha utilizado armas químicas contra Irán y contra los kurdos, de modo que verosímilmente puede poseerlas todavía, si bien se desconoce su efectividad tras tantos años. Con menor probabilidad poseerá armas biológicas. Sin embargo las inspecciones de la ONU han logrado, según coinciden todos los expertos, si no eliminar, sí dificultar mucho el desarrollo de un programa de armamento químico y biológico, por no hablar de los periódicos bombardeos de la aviación estadounidense y británica sobre cualquier edificio que semejara una fábrica de armas (con los consiguientes, periódicos y trágicos errores), por lo que la amenaza a la paz mundial que pregona el gobierno estadounidense es más que dudosa. En cualquier caso, el uso del recurso de la fuerza para obligar a Irak a cumplir las resoluciones de la ONU debe ser autorizado expresamente por el consejo de seguridad de la ONU, el cual ya ha rechazado expresamente esa posibilidad de momento, no sólo por el veto de algún miembro permanente, sino por votación simple. Es una excusa hipócrita invocar el respeto a las decisiones de la ONU para llevar a cabo una agresión armada contra una nación soberana cuando se están incumpliendo las resoluciones expresas de la ONU sobre la resolución de este incumplimiento.

3) La agresividad de Saddam Hussein en el pasado demuestra que es un peligro para sus vecinos y para la estabilidad de la zona. Este argumento era sustancialmente cierto antes de 1991, cuando Irak atacó Irán ayudado por la CIA, guerra durante la cual el ejército iraquí (al mando del macabramente apodado general Alí “el químico”) empleó gas mostaza y otros agentes químicos contra varias aldeas kurdas, en un incidente que Irak y Estados Unidos atribuyeron entonces a Irán y que ahora se sabe era una acusación falsa. También cuando se emplearon armas químicas para reprimir el levantamiento de los kurdos en 1986, con la presión cómplice de Estados Unidos para silenciar este hecho, dado que entonces el régimen de Hussein era amigo de Occidente. Sin embargo todos los expertos internacionales coinciden en que el embargo y la presión de los ejércitos estadounidenses y británicos desde 1991 han debilitado de tal modo al régimen y al ejército iraquí que Hussein aspiraba únicamente a mantener su poder y legarlo a su familia. Por otra parte, aunque sin duda los gobiernos de países limítrofes como Arabia Saudí, Kuwait e Irán se están frotando las manos en secreto por el derrocamiento del dictador iraquí, lo cierto es que ningún vecino de Irak, salvo Kuwait, ha apoyado expresamente el ataque, y Siria e Irán lo han condenado. No parece muy lógico que un ataque realizado para salvaguardar la seguridad de los vecinos de Irak cuente con la oposición de los mismos. En realidad debería contar con su participación, además de la aprobación de la ONU.

4) Este ataque sólo es una continuación del de 1991, motivado por el no cumplimiento del régimen de Irak de los mandatos de la ONU acerca de su desarme. Este argumento se invalida porque la ONU autorizó el ataque de 1991 para la restitución de la soberanía de Kuwait, objetivo que ya se logró. El desarme de Irak se decidió tratar por medio de presión (sanciones y embargos), necesitando una agresión armada el consentimiento expreso del consejo de seguridad de la ONU. La resolución 1441, aunque ambigua, no autoriza algo tan grave como un ataque a Irak sin una nueva resolución.

5) Saddam Hussein es un tirano despótico que ha oprimido a su pueblo y torturado a los disidentes, así como perseguido a chiíes y kurdos, por tanto una guerra contra Hussein es una liberación de los iraquíes. Esta es la última razón que se ha aducido, en vista de la falta de consistencia de las anteriores. Es la más autentica de todas, ya que está demostrado el uso de medios violentos y coactivos por parte del régimen y el partido Baaz para mantenerse en el poder, así como la violación sistemática de los derechos humanos en Irak, tal y como denuncia Amnistía Internacional. La tremenda debilidad de esta argumentación reside en la absoluta falta de legitimidad de un país para cambiar la forma de gobierno de otro, por muy abyecto que este sea. La presión para conseguir el respeto a las minorías y los disidentes en Irak debe ser ejercida por Naciones Unidas, las cuales no han sido consultadas por la coalición a este respecto, sabedoras de que semejante proposición y la intención unilateral de llevarla a cabo viola las más elementales reglas del derecho internacional. La oposición con que muchos iraquíes están recibiendo a las tropas de la coalición (incluidos los perseguidos chiíes) confirma que la mayoría de la población antepone la defensa de su dignidad nacional a su odio por el régimen baasista, al menos en caliente.

Estas son las excusas que Estados Unidos ha aducido para desencadenar su ataque contra Irak. Veamos cuales son las razones que la mayoría de analistas han visto para que el gobierno Bush haya desencadenado este ataque contra la oposición de la mayoría de la población de los países occidentales.

1) El reordenamiento estratégico de Oriente Próximo. El derrocamiento de un enemigo de Estados Unidos como Saddam Hussein y su sustitución por un gobierno amigo de Occidente (principalmente de Estados Unidos) provocaría un cambio estratégico en la región. En primer lugar facilitaría la seguridad de Israel, objetivo prioritario de todos los gobiernos estadounidenses en los últimos 50 años. Siria, el más cercano y activo enemigo de Israel en la zona, se encontraría rodeada por norte y este por naciones amigas de Estados Unidos: Turquía, Irak y Jordania. Asimismo la siempre dudosa Arabia Saudí, donde la presión (incluso dentro de la familia real) para que las bases estadounidenses sean expulsadas del país por considerarlo un sacrilegio es muy fuerte, se hallaría de repente frontera con frontera con una inmensa base americana llamada Irak, como vigilante estrecho junto a los pequeños emiratos del golfo (Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes y Omán), ya ganados para la causa occidental. Por último el archienemigo (este sí relacionado con el terrorismo islámico internacional) Irán de los ayatolás, se vería en sólo dos años rodeado a este y oeste por gobiernos títeres de Estados Unidos: Afganistán e Irak. La ambición estratégica de este plan es enorme, pero cuenta con la tremenda miopía de no tener en cuenta la idiosincrasia de la región, compuesta de pueblos que no tienen tradición democrática, que se rigen todavía por fidelidades de clan y etnia y que han hecho del odio a Israel el elemento catalizador que une a todos los árabes e incluso a todos los musulmanes. De celebrarse elecciones libres en cualquiera de los países de la región, lo más probable (como prueban los casos argelino y marroquí) es que las ganasen partidos islamistas más o menos radicales, enemigos jurados de Estados Unidos. De intentarse realmente el experimento democrático (cosa dudosa), pronto se tendría que implantar un régimen autoritario prooccidental que invalidaría toda la propaganda sobre la democracia en Irak hecha en este sentido por Estados Unidos.

2) El control de las reservas petrolíferas del Golfo Pérsico. Motivo enlazado con el anterior. Dos factores recientes pueden haber provocado el súbito interés de Estados Unidos por Irak: Primero la progresiva radicalización del wahhabismo del régimen saudí, que ha financiado en los países musulmanes, so excusa de ayuda a los hermanos palestinos, todo un movimiento religioso y político que propugna el retorno a un Islam más puro, provocando la creación de escuelas coránicas, mezquitas y grupos terroristas fanáticamente islámicos: el wahhabismo (Casi todos los terroristas suicidas del 11-S eran saudíes, mientras no había ni un solo iraquí). Aunque su principal objetivo es la desestabilización y el combate subterráneo a Israel, es evidente que su odio se extiende a su más poderoso aliado. Por otra parte, la ascensión al poder en Venezuela del golpista, filocomunista y populista Chávez ha provocado la desestabilización y la puesta en peligro de uno de los principales proveedores de petróleo de Estados Unidos. El alejamiento de estos dos tradicionales aliados, grandes productores de petróleo, de Estados Unidos ha provocado la necesidad urgente de buscar asegurarse nuevas reservas de la materia prima fundamental en el mundo industrializado actual. Irak posee, tras Arabia Saudí, las segundas mayores reservas de petróleo del mundo. Su dominio permitiría a Estados Unidos una mayor libertad de movimientos para tratar con otros tradicionales productores de petróleo.

3) La consecución de una victoria militar que eleve el prestigio del gobierno de Estados Unidos ante su pueblo. Por triste que suene, no se puede descartar que una de las razones para el ataque sea de consumo interno. Es evidente la popularidad que las victorias militares tienen entre el americano medio (reflejadas en el apoyo en las encuestas al presidente Bush en este asunto), que no entra a considerar en profundidad las motivaciones de los conflictos que sus gobiernos desencadenan. La destrucción de Saddam Hussein, archienemigo atacado, calumniado y caricaturizado por toda la prensa estadounidense desde 1991, puede ayudar a olvidar el fracaso en la captura de Osama Bin Laden y el mulá Omar tras la guerra de Afganistán.

4) La justificación de la elevación de los gastos militares que benefician a la industria armamentística. Sin duda una de las características del gobierno de Bush ha sido el incremento espectacular del presupuesto de defensa, incluso poniendo en riesgo los presupuestos del estado, actualmente y bajo su mandato deficitarios. Dejando de lado los intereses personales que Bush o miembros de su gabinete han tenido en industrias de armas (así como del petróleo), no debemos olvidar que Estados Unidos es el primer productor de armas mundial, siendo esta una industria que mueve muchos miles de millones de dólares, crea cientos de miles de puestos de trabajo (y por tanto de electores) y aporta muchos impuestos a las arcas públicas en Estados Unidos. Las empresas de armas necesitan guerras para vender sus productos. Además, una guerra declarada y financiada por el gobierno significa que este subvenciona la investigación armamentística y las mejoras tecnológicas militares.

5) La demostración de que Estados Unidos es la única superpotencia y que no está sujeta a los mandatos de Naciones Unidas. Las consideraciones políticas no son baladíes en este conflicto. El gobierno Bush ha iniciado una agresiva política exterior, en la que trata de demostrar que siendo el pais más poderoso del planeta, no va a respetar otras leyes que las suyas a la hora de defender sus intereses internacionales. Parece que a la administración norteamericana le ha parecido penoso e innecesario tener que estar negociando los votos de países tercermundistas en el consejo de seguridad de la ONU para llevar a cabo sus planes. Se abre una nueva era en la que Estados Unidos se desvincula virtualmente de Naciones Unidas, sabiendo que la ausencia de la nación más poderosa de la tierra desvirtúa y daña severamente a este organismo. No se debe descartar que este golpe a la legalidad internacional sea usado por la diplomacia norteamericana como chantaje para lograr cambios en el organigrama de la ONU que reflejen la nueva realidad internacional: Estados Unidos es la única superpotencia y su presencia en el consejo de seguridad debe estar por encima de cualquier otra nación. El forcejeo diplomático con Francia o Rusia puede ser una buena muestra de ello.

Estas son las razones y excusas que yo veo en esta guerra, si bien admito que pueden ser discutibles o pueden faltar algunas. Como carlistas y católicos sabemos que el poder del mundo es patrimonio del demonio, y por tanto debemos guiarnos únicamente en el magisterio de Cristo y de su Iglesia en la tierra. En comunión con el Catecismo Católico y las palabras del Santo Padre, esta guerra es inmoral y un fracaso de la humanidad en su camino hacia el reinado de Dios por el amor. La única guerra legítima para un católico (por cierto, en base a los postulados de la escuela de filósofos católicos de Salamanca) es aquella que se lleva a cabo ante una agresión exterior a la propia patria, cuando se han agotado todos los recursos diplomáticos, se realiza con una fuerza proporcional a la del agresor y respetando los derechos humanos y la dignidad de las personas, así como salvaguardando la vida de los no combatientes. Si todas las naciones llevaran a cabo este mandato es evidente que no habría guerras. Reflexione el lector si el actual conflicto cumple con este mandato del magisterio de la Iglesia y aplique a su coherencia como católico su posicionamiento.

Artículo publicado originalmente en el Portal Avant! de los carlistas valencianos

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