Desastre de Polonia, ¿Una oportunidad de reflexión global?
Queridos lectores:
Les dirijo estas palabras de comentario con razón de la formación del nuevo gobierno polaco hace unos días. Este nuevo gobierno ha prometido seguir el camino de satanás: Permitir el aborto, dar financiación y promover el aberrosexualismo, de seguir el camino establecido por la Agenda 2030 y demás adláteres filo masónicos.
Esto contrasta con la imagen que ciertos medios nos habían dado de este país: católico, provida, disidente y mantenido a salvo a través de políticos de derecha alternativa de la línea del pacto de Visegrado. Eran los países de este bloque un ejemplo para la alt-right en cómo debía ser la hoja de ruta de la acción contra la izquierda posmoderna, un baluarte supuestamente tradicionalista que iba a despertar a Europa de su equivocado camino hacia un vaciamiento de su sentido más profundo.
En primer lugar, esta argumentación ya hacía aguas viendo que el bloque apoyaba a la Unión Europea y a las Naciones Unidas. Promotores mundiales de esta desastrosa agenda. Más aún, de imponer su asimilación en países donde esta aún no se ha implantado, viéndola de manera equivocada como una alternativa al fundamentalismo islámico.
En segundo lugar, estas organizaciones han promovido activamente la desmovilización del tradicionalismo en todos los ámbitos: religioso y político. Mientras se llenaban las mesas y manifestaciones de la alt-right, se desperdiciaba este potencial movilizatorio que hubiera estado mucho mejor aprovechado en organizaciones y círculos tradicionalistas.
En tercer lugar, este resultado es la consecuencia inevitable de la lógica averiada de la derecha alternativa que nunca ha sido una verdadera alternativa y siempre ha sido una copia de la derecha mayoritaria hacia unos 20 años. Esta dicotomía derecha-izquierda es un corsé que nos pusieron los liberales. Al imponer la agenda globalista a nivel suave en Polonia, hacían inevitable que sus peores consecuencias llegaran más pronto que tarde.
En Navarra, ya vendría siendo hora de que aprendamos que las sociedades, partidos y organizaciones liberales por muy “foralistas” que se proclamen son herramientas de demolición de nuestra verdadera tradición foral. Éstas son sustituidas por un proto-estado centralista y laicista que no cesa de emprender su labor demolitoria contra los restos de la Navarra católica, española y rural, así como contra las comunidades inferiores que no se le someten.
Baste señalar la reciente revocación de la capitalidad de Pamplona. También la creciente sustitución de las tareas propias de la familia por el Estado de la que es ejemplo SKOLAE.
Esto no obedece a una lucha entre partidos, que nunca se ha dado en realidad. Sino una estrategia coordinada de destrucción de la vitalidad social por parte del régimen liberal, así como de la erección de baales. Ya sean estos ídolos parlamentos y sistemas de leyes o ya sean líderes carismáticos con proyectos más o menos afortunados. El objetivo es el mismo: encorsetar la sociedad en sus dicotomías y luchas para que no puedan luchar en contra unidos.
No se engañen mis queridos lectores. El conservadurismo revolucionario jamás va a dar los frutos que habría de esperar de la verdadera acción contrarrevolucionaria. No se puede construir una sociedad cristiana con cimientos liberales.
Es hora de agrupar todos nuestros esfuerzos en torno al tradicionalismo político. Abandonemos el sistema amañado en el que nos han encerrado los políticos y empezamos a pensar por nuestra propia cuenta de nuevo. Creemos comunidades católicas sin estos sofismas que sean autosuficientes y que se unan alrededor de la verdad de Cristo y nuestra tradición española. No compremos sucedáneos de la ciudad católica y aventurémonos al nuevo mundo que se nos abre ante nosotros. Unos frutos y un bien del que ningún reyezuelo globalista o liberal nos podrá desposeer.