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7 de noviembre de 2020 0

Reflexiones sobre el “confinamiento”

(Por Miguel Ángel Pavón Biedma) 

Oímos constantemente la palabra “confinamiento” en sus distintas variedades y en relación a la infame pandemia que asola nuestra tierra. Un reciente artículo recuerda la historia de esta técnica (www.redaccionmedica.com/la revista/noticias/de-la-peste-negra-al-coronavirus-confinamientos-que-marcaron-la-historia-5161). Describe la mortandad de la peste negra en el siglo XIV y otras situaciones similares. Tenemos, al leerlo, la sensación de que el tiempo no ha transcurrido, de que estamos “en las mismas”. Entonces se utilizaba porque no se sabía qué hacer y para evitar el bochorno, el escándalo, de ver los muertos y enfermos acumulados en la calle. No tenemos noticias de que fuera efectivo. Tampoco ahora. Sí sabemos los efectos nocivos del confinamiento. Por ejemplo se ha duplicado el número de enfermos con patología coronaria que fallecen (https://secardiologia.es/comunicacion/notas-de-prensa/notas-de-prensa-sec/11771-la-mortalidad-hospitalaria-por-infarto-de-miocardio-se-ha-duplicado-durante-la-pandemia-de-la-covid-19). Puede ser un efecto directo del virus o los propios “confinamientos” podrían ocasionar una atención diferida con mayor mortalidad. Otros hacen referencia al aumento de trombosis venosas en los pacientes “confinados” (https://www.micof.es/ver/27144/trombosis-venosas-por-confinamiento–otra-consecuencia-grave-del-coronavirus.html). Desde luego los efectos psicológicos no son despreciables sino que multiplican los casos de fobias, depresiones reagudizadas, ansiedad etc. (https://www.psicologiamadrid.es/blog/articulos/psicologia-y-coronavirus/coronavirus-efectos-psicologicos-generados-por-el-confinamiento). No podemos olvidar las citas médicas suspendidas, las dificultades para acudir a ellas, la ansiedad que ocasiona el control de movimientos, tampoco las cirugías programadas que ya no tendrán lugar, los tratamientos oncológicos diferidos “para otro momento”. La lista de efectos negativos es interminable. Podemos añadir el deterioro económico con todos sus efectos subyacentes. Es posible que esto último supere a todo lo anterior. Al fin y al cabo el hambre antigua es la peor de las enfermedades.

 

Muchos especialistas en estos temas están en absoluto desacuerdo con los confinamientos (Véase de nuevo la Declaración de Great Barrington).  Esta medida estaría recomendada en cuando se produce un colapso total del sistema sanitario (porque todas las camas están ocupadas)  o cuando, en el plazo de pocos días, va a producirse un cambio extraordinario que cambiará el curso de la pandemia (por ejemplo una nueva medicación o un cambio de la situación meteorológica que impida la replicación del virus). Ninguno de estos hechos se vislumbran ni siquiera a medio plaza.  Excepto esas dos situaciones, confinar es como cavar un pozo más hondo y ocultar, estéticamente, la dureza del problema.

 

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