Presidente de Una Voce España: “La peregrinación a Covadonga fue un ejemplo de fidelidad a la Iglesia”
(Una entrevista de Javier Navascués) –
Juan Manuel Rodríguez es sevillano. Tiene 46 años y fue cofundador de la asociación Una Voce Sevilla en 2004. Ha sido secretario general de la Federación Internacional Una Voce (FIUV), organización de asociaciones de laicos católicos que fue fundada en 1964 para defensa y promoción de la liturgia tradicional. Desde que el año pasado se constituyó la Federación Una Voce España como capítulo español, para proporcionar acceso a la FIUV de todas las asociaciones españolas -ya que el número por país está limitado a tres por sus estatutos-, fue elegido presidente de la misma.
¿Qué supone para Una Voce España haber participado en la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad?
Supongo que para cualquiera que lleve años siendo fiel de la liturgia romana tradicional esta es una idea que llevaba anhelando hace tiempo. En mi caso, desde luego, así ha sido. Una peregrinación similar a la Paris-Chartres en España es algo que algunos veían como imposible, pero que muchos soñábamos. En cuanto tuvimos noticia de la iniciativa que tuvo este grupo de jóvenes decidimos sumarnos a ella con entusiasmo. Puede imaginarse por tanto que ha sido una grandísima satisfacción, con emociones que se me hacen difíciles de describir. Una Voce España es una federación de asociaciones de laicos que funciona como capítulo de la Federación Internacional Una Voce. Así que, aunque propiamente no haya habido en la peregrinación un capítulo de Una Voce España, sí que hemos participado con tres capítulos de Una Voce: Sevilla, Córdoba y Huelva. El año que viene, si Dios quiere, seremos más.
Cabe destacar la actitud de amor y fidelidad a la Iglesia de todos los peregrinos.
Muchas veces se tiende, desde el desconocimiento, a hacer una caricatura de los fieles de la Misa tradicional, como por otra parte se hace también desde fuera del catolicismo a todo lo que sea católico. Esto ha podido provocar que algunas personas tuviesen dudas sobre la actitud de los peregrinos, y más después de Traditionis custodes recién publicado. Yo no albergaba la más mínima duda de que la peregrinación iba a ser un magno acto de amor y fidelidad a la Iglesia. Somos católicos, lo hemos sido siempre y seguiremos siéndolo. Sin matices, sin peros. Aunque para nosotros sea una obviedad, creo que es bueno que la gente que no nos conoce pueda percibirlo tal cual es.
Al hilo de esto le rogaría que transmitiese a sus lectores la próxima cita que tendremos los fieles de la liturgia tradicional los próximos 29,30 y 31 de octubre en Roma, en la peregrinación anual Summorum Pontificum. Es una peregrinación que se celebra desde hace diez años, con participación de fieles venidos de todo el mundo, y que, entre otros actos, como el canto solemne de vísperas en el Panteón, tiene siempre como plato fuerte la celebración de un pontifical en la Basílica de San Pedro. Pienso que este año, más que nunca, es muy importante que acudamos el máximo número posible de peregrinos para mostrar en el mismo corazón de la Cristiandad nuestra fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre.
Como novedad ha habido Misas de Campaña, que se han celebrado con toda la solemnidad posible y con unos cantos muy cuidados.
Hay que agradecer a la organización el enorme esfuerzo que hizo para que, en menos de una semana, con el cambio de planes, todo quedase listo para tener unos magníficos altares en los que celebrar la Santa Misa. Como bien dice, éstas se oficiaron con total solemnidad. Ha sido una verdadera lástima que las misas de la peregrinación no pudiesen celebrarse en los templos en los que estaban previstas. Comprendo el dilema en el que se encontró de repente el señor Arzobispo, Don Jesús Sanz, ante la publicación del motu proprio del Papa y la urgencia de la toma de decisión por la proximidad de la cita. He leído varias veces el documento pontificio y no menciona las peregrinaciones, que son en sí actos esporádicos, y además ninguno de los templos previstos en un principio son iglesias parroquiales. Por eso creo que, en una interpretación no restrictiva y con espíritu de acogida, no debería haber problema en las siguientes ediciones para que la Misa se celebre en las iglesias, que son además el lugar más apropiado para el culto católico. Ojalá pueda ser así.
Ha sido muy positiva la experiencia de este Chartres a la española, de juntarse amantes de la liturgia tradicional de todos los puntos de España…
Peregrinos de todos los puntos de España y también de fuera de nuestras fronteras, de toda condición social y de todas las edades. Este tipo de encuentros hacen que se fortalezcan lazos de amistad, de hermandad, entre personas y grupos que viven su día a día distantes los unos de los otros. Se viven momentos de emociones intensas en comunidad, que todos los peregrinos hemos experimentado. Pero más allá de lo sentimental, de lo emocional, de lo epidérmico, que es algo que puede darse en otras situaciones, lo verdaderamente importante es que es Cristo el que nos congregaba, el que nos reunía a todos allí. Y que nos juntamos para rezar, adorar, con las mismas formas que tantas y tantas generaciones de cristianos, de santos y de pecadores que anhelaban su salvación, hicieron antes que nosotros, en un acto de comunión con la Iglesia de hoy y la de siempre.
Cuando se habla de esta liturgia se la nombra muchas veces como “tridentina”, como si hubiera nacido en 1570, lo cual es un error. Me gusta mucho la definición que alguien hizo llamándola “Liturgia de los siglos”. Esta liturgia es una continuidad que se remonta muy atrás, con testimonio escrito al menos desde la época de San Gregorio Magno, por lo que algunos la llaman gregoriana, y con su raíz de transmisión oral hasta los tiempos de los Apóstoles. Desde entonces se ha ido desarrollando de manera orgánica hasta nuestros días, sin interrupción. Hace poco más de un año se introdujeron los nuevos santos y varios prefacios, lo cual muestra que no se trata de una liturgia petrificada. Suelto este rollo para resaltar la importancia que para mí tiene esta continuidad, esta comunión, en la misma forma de adorar a Dios que tuvieron nuestros mayores, con toda la Iglesia, no sólo la militante, sino también la triunfante y la purgante.
Por otro lado, también ha sido una experiencia positiva en cuanto al testimonio que ha supuesto. Desgraciadamente vivimos en tiempos históricos complicados. En todo el mundo y concretamente en España. La secularización avanza a pasos agigantados. Se promueven leyes inicuas que apuntan a la destrucción de la concepción misma del hombre y de la sociedad. Sistemas económicos que favorecen la cosificación, y la consecuente explotación, de los seres humanos. Desprecio por la vida de los más débiles, un ascenso del materialismo, del hedonismo, del relativismo, un descenso alarmante de la natalidad… Considero muy importante en este contexto que los católicos nos hagamos visibles, que reivindiquemos que España nació y creció en y gracias al cristianismo. La Tradición católica, y más concretamente estas formas litúrgicas, ha impregnado toda nuestra cultura, todo lo que somos como país, como comunidad humana: la literatura, la música, las artes pictóricas… Por ejemplo, nuestros magníficos templos y catedrales, ese patrimonio cultural que tanto nos enorgullece, se construyeron para esta liturgia y no se pueden comprender sin ella.
Esta peregrinación, con su defensa explícita del orden social cristiano, es una herramienta estupenda para dar esa visibilidad. Para decir abiertamente y sin complejos, en el diálogo con el mundo actual, incluso si es hostil, que no nos resignamos a que España pierda su identidad católica, que Cristo es la roca sobre la que edificar una sociedad justa y que la experiencia de la Tradición tiene mucho que decir al mundo moderno.
También ha habido muchos jóvenes que han tenido un comportamiento ejemplar en estos días.
Ciertamente. Mucha gente joven, sana y normal, con un comportamiento ejemplar fuera y dentro de los templos. Ha habido personas que al conocer la peregrinación han quedado muy sorprendidas de la actitud profunda de reverencia de los peregrinos en los actos litúrgicos. Conozco testimonios de gente que se quedó maravillada por el silencio, la profundidad, el sentido de adoración… hasta en niños muy pequeños, que han crecido en ese respeto a lo sagrado. Y también fuera. Una concentración numerosa de personas, en su mayoría jóvenes, que no ha dejado basura a su paso, que siempre ha mostrado una sonrisa a los que se les cruzaban, donde se ha respirado en todo momento la jovialidad y frescura propias de la juventud que camina con Cristo y que vive gozosa su filiación divina. Como dicen las oraciones al pie del altar: “Ad Deum qui laetificat juventutem meam” (al Dios que es la alegría de mi juventud).
Muchos de ellos con el deseo de ayudar en el santo sacramento del altar, oficio de ángeles.
Claro, ellos. Esos jóvenes y niños, los privilegiados que ayudan como acólitos, estando tan cerca del sacerdote en el Santo Sacrificio, y en los que se despiertan tan frecuentemente las inquietudes y las preguntas sobre si Dios les estará llamando al sacerdocio. Y también aquellos que contribuyen con su canto, que es bellísima oración. Hemos contado con un magnífico coro mixto que ha interpretado bellas piezas gregorianas y polifónicas. E igualmente todos los que han dedicado su tiempo a otras labores, como el montaje de los campamentos, o los sanitarios que han ejercido desinteresadamente la caridad, asistiendo y curando al peregrino, tan necesaria en un trayecto tan duro entre Oviedo y Covadonga.
Igualmente destacó la presencia de familias numerosas en donde los niños crecen en un sano ambiente cristiano.
Sin la familia no hay sociedad. Estas familias numerosas que han peregrinado, haciendo su ruta reducida, de menos kilómetros, son la semilla del futuro y un enorme motivo de esperanza. No puedo transmitir adecuadamente con palabras la emoción que me ha producido ver a todos esos peregrinitos acompañados de sus padres y la alegría que contagiaban a toda la peregrinación.
Además de la Misa como centro se ha percibido una fuerte presencia mariana y josefina, Y la consagración a la Virgen, la mejor manera de defender la cristiandad.
Como fue deseo del Santo Padre regalar a la Iglesia este año jubilar dedicado a San José, ese santazo tan humilde que tan en segundo plano permaneció y que es patrono de la Iglesia Universal, me ha parecido estupendo que la organización de Nuestra Señora de la Cristiandad encomendase esta primera edición a su especial protección.
Y de María ¿qué decir? Pues que sin Ella no somos nada. Sin su auxilio y su intercesión todo lo que quisiésemos hacer sería estéril. Y estoy convencido de que es precisamente por eso, porque nos hemos encomendado a Ella bajo la advocación de Covadonga, la Santina que ya ayudó a Pelayo y unos cuantos más a que iniciasen la vuelta de toda España a su ser cristiano, por lo que todo ha salido tan bien. Ojalá nos merezcamos que nos siga asistiendo y que este pequeño paso haya sido el primero en la reconquista espiritual de nuestra Patria.