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30 de marzo de 2023 0

Monedero analiza la contundente reacción de los católicos argentinos ante vil exposición blasfema

(Una entrevista de Javier Navascués).-

Circuló por las redes sociales en Argentina, y llegó hasta Europa, un comunicado firmado por distintas agrupaciones autodenominadas “nacionalistas”, en torno a católicos que destruyeron una mustra de “arte” blasfema en la provincia de Mendoza. Aquí, el prof. y lic. Juan Carlos Monedero, vocero de estas agrupaciones, responde a esta entrevista realizada para InfoCatólica, explica el término y desarrolla hechos y argumentos.

Nos ha llegado vía internet un comunicado firmado por distintas agrupaciones, ¿cómo se denominan?

Se trata de distintas agrupaciones nacionalistas argentinas. Lo han firmado el Círculo Nacionalista de Jujuy, de Salta, de Tucumán, de Santiago del Estero, de Catamarca, de Mendoza, de Entre Ríos y de la provincia de Buenos Aires. Aquí en la Argentina, la palabra “Nacionalismo” tiene un significado muy diferente al que ustedes le dan en España. En la Madre Patria, por Nacionalismo se entiende Separatismo y en concreto Separatismo Vasco. Nada más lejos de nosotros. Antes bien, bajo la palabra Nacionalismo se entiende en la Argentina la defensa del interés nacional, incluyendo todas sus clases sociales, lejos de una confrontación dialéctica entre ricos y pobres, antes bien procurando su armonización, en sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia. Por eso nos definimos como nacionalistas católicos.

A lo largo de la Historia Argentina, cuando hay agresiones externas o internas a la identidad o a la existencia de la Nación, siempre han surgido movimientos que se autodenominaron así. Por eso usamos el término. De hecho, nosotros hace años venimos recibiendo ataques a la soberanía por parte de grupos de izquierda indigenistas mapuches que se quieren separar y autonomizar del país. Estamos convencidos de que la defensa de la integridad y unidad territorial es –también y al mismo tiempo– la defensa del interés nacional.

Gracias por esta aclaración, a veces las palabras son resbaladizas. Ahora, en cuanto a los hechos que suscitan esta entrevista… Nos han llegado distintas noticias sobre una obra de arte “feminista” que falta gravemente el respeto a Cristo y a la Virgen. Después, la semana pasada, supimos que los católicos de la Argentina destruyeron estas imágenes. ¿Cómo fueron los hechos?

A partir del 7 de marzo, y para “celebrar” el llamado Día Internacional de la Mujer, que se cumplía al día siguiente, las autoridades de una universidad estatal, en la provincia de Mendoza, instalaron una “obra de arte feminista”. A esta bazofia se denominó “Muestra 8M, Manifiestos Visuales”. La institución es la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y la provincia de Mendoza es una de las 24 jurisdicciones de la Argentina, situada muy cerca de la Cordillera de los Andes, próxima a Chile.

Con pleno apoyo de esta universidad estatal, y con el silencio cómplice del estado provincial, este pseudo arte conjugaba imágenes de Cristo y la Virgen con porciones del cuerpo femenino (ya vemos que los blasfemos no tienen demasiada creatividad). Se trataba simplemente de una provocación más, al estilo de las barbaridades que el fallecido León Ferrari realizaba en la Argentina. En concreto, vulgares blasfemias salidas de las estrechas cabezas de quienes pretenden ser polémicos y se creen “transgresores” pero que carecen de cualquier habilidad artística.

Ni bien se instaló esta irreverencia, distintas personas del claustro académico formularon peticiones a fin de que la muestra –por ponerle un nombre– sea retirada. De hecho, el pasado lunes 20 de marzo, 5000 firmas solicitaron respetuosamente que la muestra sea retirada. En su mayoría, firmaban docentes, personal de apoyo, estudiantes y muchos egresados de la UNCuyo. Por supuesto, nada pasó, porque los principios teóricos del liberalismo –que informan, en buena medida, la legislación argentina– consagran de manera absoluta la libertad de expresión, protegiendo la blasfemia contra Cristo y María Santísima, aún cuando también los católicos sean ofendidos. Para justificar esta agresión, también se invocó –no podía faltar– a “los derechos humanos” y a la necesidad de evitar la censura previa, despreocupándose del inocultable odio antirreligioso. La tan cacareada “igualdad ante la ley”, que en teoría sería un valor de liberalismo, brilló por su ausencia. Y entonces, durante casi dos semanas, no pasó nada.

Según las versiones que dispongo, el pasado lunes ocurrió un incidente en aquel espacio. ¿Qué ocurrió entonces este 20 de marzo?

Decía que nada pasó hasta, precisamente, este lunes pasado. Hartos de esperar una reparación que no tendría lugar, indignados con razón por esta provocación gratuita, un grupo de católicos se apersonó en las inmediaciones de la UNCuyo para rezar, realizar un desagravio y exigir que la rectora se presentara para que, en persona, escuchara el clamor del grupo orante. Luego, otros católicos –también furiosos por el atropello– tomaron la decisión de poner un límite físico a esta blasfemia. Y aquí las cosas se pusieron más interesantes. Nosotros reivindicamos ambas: la piedad del que reza para reparar ante Dios la ofensa y la santa cólera de quien aniquila la blasfemia.

¿Por qué les parece celebrable la rotura de estas imágenes?

Porque una ley que permite ofender a Dios y a Su Madre no es justa y no debe ser obedecida ni respetada. Convertir en añicos esta parodia de arte fue su destino más noble, a más no podía aspirar. Pero teológicamente también existe una poderosa fundamentación. Surge de la aplicación analógica de la frase de San Juan Crisóstomo: “Si alguien blasfema, corrígele; si vuelve a blasfemar, corrígele otra vez; si vuelve a blasfemar, golpéale, rómpele los dientes, santifica tu mano con el golpe”. Ahora bien, según el principio lógico de que “quien puede lo más, puede lo menos”, si a priori sería lícito golpear al blasfemo, a fortiori es lícito destruir los iconos de la blasfemia.

A mí, el episodio de Mendoza me hizo recordar a ese valiente joven que, en Europa, arrojó al Tíber una imagen de la Pachamama. Si algún católico blandito nos quiera persuadir de que destruir estos iconos no está bien, le podemos responder con el sermón IX de las Obras Ascéticas (volumen II, Madrid, Bac, 1954, página 529) del pacífico San Luis María Grignion de Monfort: “Cuando oigáis blasfemar a un hijo vuestro, reprenderlo ásperamente y hasta, como dice San Juan Crisóstomo, ‘Romperle la boca, santificando así vuestras manos’. ‘Contede os ipsius, manum tuam percussione santificas’”. Para quien tenga gusto por el latín, le dejo esa traducción. También recuerdo algunos fragmentos bíblicos: en II Reyes, judíos celosos por Yahvé destruían imágenes de falsos dioses como Asherá. En línea de principio, nada obsta para considerar lícita per se la acción.

En vuestro comunicado se menciona una expresión que me llamó la atención: “santa cólera”. ¿Qué nos puedes decir de esto?

Te puedo decir que hay una cólera o ira viciosa, pecado capital, y otra cólera, que es santa y virtuosa. Es conocido el episodio de Moisés, que baja del Monte –con las Tablas de la Ley en mano– y, al ver el aquelarre en que estaban sumergidos los judíos, rompe en su indignación estas mismas tablas. Ahí tienes a la santa ira en primera plana. Para distinguirlas bien, la ira pecaminosa nubla la razón y tiene lugar, por ejemplo, cuando el malvado explota al verse desenmascarado. Estos hombres luego no descansan y siempre buscan la venganza contra quien los ha dejado expuestos, en ellos el odio es odio a la verdad y a quien los expone tal cual son. En cambio, la ira santa brota de la indignación al contemplar cómo alguien mancilla algo bueno. Por ejemplo, si ves a una persona poderosa abusar de alguien más débil, te enojas, te enfureces y quieres partirle una silla en la cabeza. Este odio es odio al mal y es totalmente sano. Dios aborrece el mal, dice la Escritura; Dios odia, estimado amigo. Y esto por un motivo muy sencillo: el odio no es otra cosa que el reverso del amor, y así –dice Santo Tomás– cuanto más ama uno algo, más odia la cosa contraria. Por eso, los que realmente aman a Dios y a la Virgen se indignan de esta blasfemia. E inversamente, los que no se indignan es porque no aman, aunque sea digan católicos y sean eclesiásticos.

¿Por qué titularon al comunicado “Res, non verba”? ¿Qué es lo que pretendían decir?

Pretendíamos decir que debemos dejar de solamente hablar para pasar a la acción. Estamos saturados de diagnósticos, muchos de ellos brillantes. Pero los lúcidos diagnósticos deben estar acompañados de conductas. Así como la oración acompaña las obras, la práctica debe ser consecuencia de la teoría. Y aquí hubo una buena práctica: destrozar iconos blasfemos.

En su comunicado denuncian las supuestas obras de arte blasfemo, amparadas por una universidad estatal en la Argentina. ¿Podría desarrollar un poco el asunto?

Como dijimos al principio, se trata de la Universidad Nacional de Cuyo, en la provincia de Mendoza. En el comunicado explicamos que esta institución tiene una trayectoria anticristiana y antiargentina.

Veamos algunos antecedentes. En agosto de 2018, se destruyeron las imágenes de la Virgen que estaban en el predio de la universidad, invocando consignas laicas y feministas, luego de una asamblea que tuvo lugar dentro de la institución. Los propios alumnos hicieron circular videos de esta acción pero no se sancionó a nadie. Más aún: no sólo estudiantes sino también personas que no pertenecían a la universidad sacaron imágenes de la Virgen, rompieron otras con violencia –parecían perros rabiosos– mientras repetían consignas anticristianas. Por supuesto, muchos de ellos llevaban en sus muñecas el inmundo pañuelo verde o naranja. Son los mismos que ataquen templos en otras partes del país y del mundo, y así como odian a Cristo y a Su Madre, vienen militando hace décadas por la legitimación del genocidio abortero.

Las imágenes no se repusieron. La única respuesta de la universidad fue conformar una comisión “para estudiar el caso”. Tres meses después, la institución se expidió a favor de retirar las imágenes que quedaban de todo el predio, mostrando claramente que los vándalos anticristianos y la UNCuyo se apañan y potencian mutuamente.

Un tiempo después, en el pabellón donde se suele izar la bandera nacional, se colocó el trapo verde abortero. Y no pasó nada. O sea: la UNCuyo fomenta el odio anticatólico y el irrespeto a los símbolos patrios. Cuando se destruyen imágenes religiosas, la UNCuyo no hace nada. Cuando se destruyen imágenes burlescas para con la religión católica, ahí sí, ¡paren las rotativas! Todos se rasgan las vestiduras, lloran y gimotean. Las actuales autoridades –Esther Sánchez, Rectora, y Gabriel Fidel, Vicerrector–, que asumieron en el 2022, deberán rendir cuentas al respecto, como también las anteriores.

¿Qué más nos puede decir de la UNCuyo?

El papel es bastante sombrío. Te cuento lo que pude reconstruir a partir de mis fuentes. En 1979, la Virgen fue declarada Patrona de la universidad, por eso su imagen estaba en el predio. O sea, estaba colocada ahí por una decisión de la propia universidad, de la que se supone que las autoridades posteriores son su continuación legal y jurídica.

Aquel día en que estas imágenes fueron destruidas o retiradas por una horda de estudiantes –recordemos que, en paralelo, se discutía el aborto en el Congreso de la Nación–, se vandalizó además la Ermita de la Facultad de Ciencias Políticas, destruyendo una imagen. Hubo personal de la Obra Social que se ofreció a reponer el icono destruido, pero desde el propio Rectorado se lo impidieron.

Además, en las narices de la universidad –o con el apoyo tácito de la misma, quién sabe– viene teniendo lugar una constante hostilidad y hasta un acoso a los alumnos que denuncien los atropellos a la fe católica ocurridos dentro de la institución.

Te cuento un caso que me llegó. El 4 septiembre de 2018 tuvo lugar una asamblea en donde se discutió sobre los destrozos que te comentaba. Un alumno se puso de pie y denunció claramente no sólo este vandalismo anticatólico sino que se izara el trapo verde abortero. A fin de desacreditarlo, unas feministas inventaron –en ese mismo momento– que el tal alumno las había acosado sexualmente (¡!). Luego, estas mismas desgraciadas armaron en el acto un pseudo juicio y presionaron a los presentes para que voten si era culpable (¡!). Como evidentemente falta mucha testosterona, los presentes cedieron a la coacción de estas brujas. Votaron por mayoría y entonces el alumno “fue declarado culpable” (¡!). Y luego votaron para que el alumno se retire de la asamblea.

Eran los tiempos del rector Daniel Pizzi y Jorge Barón, que acababan de ser reelectos por un segundo período.

Por supuesto que estas mujeres jamás hicieron una denuncia penal, con lo cual se confirma (por si hacía falta) que todo fue una gran patraña, armada al solo efecto de neutralizar a quien los estorbaba en sus planes. Pues bien, lo cierto es que hay personas que sufren de acoso moral en la UNCuyo, las autoridades están enteradas y no toman cartas en el asunto. Y esto desde la gestión de Pizzi hasta la actual rectora Sánchez y su vicerrector Fidel.

Tenemos conocimiento de que, luego de esta asamblea, el alumno no pudo recuperar jamás una cursada normal. Lo volvieron loco. Por ejemplo, la Profesora Carolina Ferraris –docente de Historia Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo– lo provocaba hablándole en “lenguaje inclusivo”. Le exigían escribir sus trabajos prácticos con la letra x y e. Otros profesores también lo empezaron a tratar con acritud, abusando de su posición. Sus propios compañeros temían que este alumno fuese golpeado y lo acompañaban en todo momento porque era muy probable que fuese atacado cobardemente.

Todos procedimientos que encajan en lo que Heinz Leymann llama mobbing o “Terrorismo Laboral”1 pero que también parece ser que tienen lugar dentro de instituciones académicas. En definitiva, las autoridades de la universidad –aunque aparenten ser muy medidas– odian a Jesucristo y a María Santísima, y consienten que alumnos católicos con ímpetu y carácter sean acosados. Quieren desterrar cualquier símbolo cristiano, extirpar de sus asignaturas todo contenido en consonancia con el orden natural y con la fe revelada. Y, por supuesto, como broche de oro, quienes denuncien estos atropellos son perseguidos, apartados, escrachados, marcados en una lista negra.

Animo a que los lectores envíen este artículo al siguiente correo electrónico: consultamesa@uncu.edu.ar. Esta es la casilla del Rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo.

¿Cuál ha sido el papel del periodismo en esto?

Como en otros temas, en su mayoría, han actuado desde la hipocresía. Después de la destrucción de estas imágenes blasfemas, innumerables periodistas se escandalizan por esta acción. Son los mismos que durante dos semanas aplaudieron un falso arte que ofendía a los católicos. No sólo quieren que nos callemos la boca sino que repitamos, al mejor estilo Huxley, que vivimos en “un mundo feliz” y qué bueno que todos tengan libertad para decir lo que piensan, irreverencias incluidas. O sea, no sólo ultrajan la fe sino que además quieren que nosotros digamos ¡qué bueno eso! Se equivocaron con los mendocinos.

¿Qué ocurrirá con los católicos implicados primero en los actos públicos de oración y desagravio, y luego en los actos de rotura de las imágenes?

Se trató de dos actos distintos, y seguramente –si se da intervención a la Justicia, lo cual no es seguro aún– se valorarán de manera diferente. Aquí los medios de comunicación están intentando asociar estas dos acciones e identificar a sus protagonistas, cuando –si bien las dos son buenas en sí mismas– fueron hechas por personas diferentes. Es decir, se organizó y se preparó una manifestación religiosa, con oraciones incluidas, delante de la muestra de “arte”. Por otro lado, en un determinado momento, y por otro grupo de gente, tuvieron lugar las roturas.

No hay que olvidar que kos católicos también podrían contrademandar a las autoridades de la universidad, al estado provincial y a los “artistas”. De manera que lo que ocurra en el terreno judicial depende mucho de las decisiones de los involucrados. Está todo por verse.

¿Por qué creen ustedes que se llevan a cabo estas blasfemias, luego presentadas como “arte feminista” o “arte” a secas?

Creemos que estos anticlericales no tienen lo que hay que tener para decir “Sí, yo odio a la Iglesia y a Cristo”, y disfrazan este encono con slogans vacíos. Aquí se da una multiplicidad de agentes que hacen posible el efecto resultante: los marxistas y feministas manifiestan abiertamente su odio hacia la Iglesia Católica y el orden natural, como se ve en esta muestra. Los liberales también odian a Cristo pero son más sutiles y quieren aparentar una cierta “equidad” entre Dios y el diablo. La jerarquía eclesiástica, por su lado, ha perdido el celo apostólico y trata de solucionar las cosas con frases vacías de contenido cristiano. Es el mismo clero que ha cerrado el Seminario Diocesano de San Rafael, el más fecundo de la Argentina y uno de los más fecundos de Hispanoamérica y el mundo.

Leí que el Arzobispado de Mendoza salió a desautorizar la rotura de las imágenes blasfemas. ¿Qué juicio les merece a ustedes esta declaración?

Primero, todo el periodismo anticatólico aplaudió esta declaración, empezando por la izquierda en el diario de izquierdas Página/12. Eso debería ser un indicador.

En segundo lugar, la muestra blasfema comenzó el 7 de marzo y el Arzobispado publica recién el 19 un comunicado donde protesta. Sin embargo, el mismo día en que los católicos rompieron los iconos blasfemos, el Arzobispado se expidió contra ellos. Cotejen las fechas. Tardaron 12 días para protestar ante el anticatolicismo y demoraron un par de horas para condenar el “oscurantismo” de los católicos intolerantes.

Mira esta frase del comunicado: “Nos solidarizamos con las artistas que vieron afectado el fruto de su trabajo y esfuerzo”. Primero, no son artistas, eso no es arte, eso es una blasfemia. Segundo, “el fruto de su trabajo y esfuerzo” fue la ofensa a Dios y a la Virgen. Un obispo no se puede solidarizar con eso.

Además, el comunicado dice: “Volvemos a llamar a la concordia y la paz que se pierde en los extremos, cuando dejamos de percibir que detrás de una obra o detrás de un símbolo religioso hay personas que tienen creencias o ideologías que no deben ser violentadas, ridiculizadas o agraviadas”. A ver: no puede haber concordia (unidad de corazones) entre quienes aman a Dios y quienes lo odian. Segundo: el texto iguala a los ofendidos con los ofensores. Tercero: si las creencias de los demás “no deben ser violentadas, ridiculizadas o agraviadas”, ¿por qué razón se ultraja la fe católica en esta muestra? Todo está mal en este comunicado. La invocación final a Dios, repitiendo el texto constitucional argentino, sólo sirve para despistar y confundir. Para que los lectores digan: “Ay, invocan a Dios, qué lindo”. A nosotros no nos engañan con estas estupideces. En vez de defender los derechos de Dios Uno y Trino, el Arzobispado defiende una tolerancia relativista que da náuseas.

¿Hay malos argumentos, por parte de los católicos indignados con la blasfemia, que se hayan barajado en esta situación?

Lamentablemente sí. Malos argumentos tales como “se está dañando las creencias y convicciones firmemente arraigadas en la comunidad universitaria” o “en la ciudadanía mendocina”. También se ha invocado “la libertad religiosa”, “la dignidad de las mujeres”, la “no discriminación” y finalmente “los valores y derechos instaurados por la Constitución Nacional y la legislación vigente”.

¿A qué se comprometen ustedes?

Nos comprometemos a apoyar mediáticamente a los católicos involucrados. Están circulando sus nombres en internet, reproducidos por medios de comunicación que buscan desacreditarlos. Si ellos ven mermados sus ingresos a causa de esta campaña, pondremos los medios y realizaremos las gestiones pertinentes para que otras personas los contraten. Tenemos que, como decía el Padre Castellani, hacer verdad, seguir militando por la Verdad, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

1El test de las 45 preguntas puede leerse aquí: http://psicologia.costasur.com/es/las-45-preguntas-deheinz-leymann-para-el-mobbing.html

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