Me pido ser el primer preso político de la República Catalana
Va en serio. El secesionismo está de parto, pariendo, valga la redundancia, su “nación”. Estamos expectantes de si nacerá un aborto deforme o el bebito sano, rubio, multicultural, rico y feliz como han prometido los médicos del abortorio. Pero los dolores de parto que se está padeciendo no auguran final feliz.
De la nada ha surgido, en boca de Puigdemont, una “Nueva legalidad”, a la que los catalanes por obra y gracia de unas urnas con forma de cubo de basura hemos de acatar. Es el año cero que toda revolución, desde época de los jacobinos, tiene la manía de proclamar. Se creen dioses capaces de crear de la nada naciones y legalidades; moralidad y ciudadanía ¡Qué feliz sería Robespierre cenando con el tonto de Puigdemont!
Tuve la fortuna de participar, a las afueras del Parlament de Catalunya, el 27 de octubre de 2015, en una protesta contra la resolución de la Mesa del Congreso en la que se daba por iniciado el proceso independentista. Redacté un escrito al parlamento llamando a la desobediencia civil contra la Generalitat si ella rompía la legalidad vigente y avisando de sus consecuencias para Cataluña.
Si el gobierno regional y la Mesa del Congreso se han inventado una “legalidad”, no tienen ninguna fuerza moral para imponerla a los demás catalanes, concluía el manifiesto. Ese acto no fue un postureo, sino una advertencia sobre de lo que sentimos muchos catalanes. Avisábamos que habría una Cataluña resistente y que nadie podría gobernar un país fracturado.
He de reconocer que me va la marcha. Por ello, en el más que improbable caso de que naciera una nueva República Catalana, me iría directamente a la primera comisaría de Mossos y pediría mi detención, declarándome el primer preso político de su República.
Primero se reirían, pero el siguiente argumento les obligaría a detenerme. Bajo principio de derecho de resistencia, y como español de nacimiento, proclamaría ilegal su nuevo Estado, y mi deseo y deber de combatirles hasta la muerte. Soy de esa generación que hicimos el servicio militar y juramos la bandera; y soy de los hombres que cree que un juramento es lo más sagrado que puede formular el alma. El día que con 18 años juré la bandera española, todo mi ser quedó comprometido a defender mi Patria de sus enemigos externos e internos (aún era el juramente preconstitucional, por cierto). Algunos a eso le llaman ser “facha”; yo lo llamo ser fiel a un juramento que hice a Dios y a mis antepasados germen y razón de ser de mi Patria.
Por tanto, si quiero ser fiel al juramento que realicé, una República Catalana es un enemigo interno que debe ser combatido sea políticamente, sea en campo de batalla, sea desde la clandestinidad. Eso es lo que les diría a los Mossos. Claro, a los pobres chicos ya empezaría a girárseles la cara. Porque además, cuando digo algo en serio y con pleno convencimiento, no sé qué ocurre pero a la gente se le transmuta el rostro y da la sensación de que acojone. Será que esta cultura de la llamada “posverdad” no soporta la Verdad y se les haría incomprensible que alguien no quisiera participar de los parabienes prometidos por los profetas Pujol, Mas y Puidemont.
La República catalana seguiría siendo un matrix como cualquiera de los “paraísos” comunistas que hemos conocido. Y a “matrix” no le gusta la realidad. La Verdad es un laxante de la “merda” acumulada en nuestro interior que nos purga y limpia cuando la proclamamos. Lo que ocurre es que algunos –demasiados- están en fase estreñida. La “merda” se les ha quedado dentro y se están autointoxicando a un nivel ya prácticamente irreversible.
Volviendo al tema. Ya me veo, en ese futurible, en una Comisaría de los Mossos detenido por conspirador y traidor a la República Catalana. Como esta sería en principio un proyecto happy-flower, donde las mujeres ya no usarían compresas sino esponjas de mar y las tribus amarían a sus hijos, la Nueva Constitución no contemplaría la pena de muerte. Se concedería la ciudadanía a todos los que la juraran, aunque sólo hablaran suajili y acabaran de bajarse de la patera, habría una paga universal para no pegar ni sello en toda la vida y cobraríamos pensiones más altas que los noruegos … siendo así, entonces ir a la cárcel debería ser la leche. Si ahora tienen piscina, me imagino que a los presos políticos nos tocaría el jacuzzi.
Pero claro, no puedo ilusionarme mucho. Casi todo el mundo se equivoca al juzgar la situación actual. No estamos ante un proceso independentista. Estamos ante un proceso revolucionario que usa la independencia como excusa. No habrá cárceles happy-flowers. Y no hay país comunista que no haya implantado la pena de muerte. Me voy a quedar sin Jacuzzi y, a cambio, me llevarán a pasear, vamos me darán un paseíllo.
Reconozco que una de las ilusiones por ser el primer preso político de la República Catalana era que tendría tiempo para escribir mis memorias. Les aseguro que visto desde fuera parezco el tío más aburrido del mundo, pero mi vida ha sido intensa y apasionante (y sin necesidad de ofender a Dios, entiéndame). Pero ahora ya he delegado en el padre de mi ahijada para que me escriba unas bonitas Memorias.
Con otras palabras, si llegara, su revolución de las sonrisas acabaría en la revolución de las ejecuciones de los disidentes. Siempre ha sido así. La frase de Mao “dejad que cien flores florezcan (que los estúpidos intelectuales europeos de izquierdas maltradujeron por “dejad que mil flores florezcan”), acabó en miles de tumbas. La revolución cultural liquidó la inteligencia de un pueblo milenario.
No hace falta que nos engañéis, vuestro paraíso prometido en la tierra siempre ha sido un infierno. Sabemos leer, no somos tontos, conocemos la historia y aprendemos de ella, no os hacen falta caretas sonrientes. Nos mataréis, ya lo hicisteis en el 36. Y no nos importa. No tenemos miedo. Lo único que puede temer un hombre es faltar a sus juramentos. Y eso no les ocurre a los que tienen Palabra. El resto sólo es palabrería y demagogia de los que afilan sus hoces mientras predican la tolerancia. Pero sólo podéis matar cuerpos, porque nuestras almas son libres y vosotros nunca tendréis la experiencia de la Libertad y la Verdad. A eso le llamo vida eterna, único fin del hombre. Quedaros con vuestro aborto de República catalana.
Javier Barraycoa