Libertad y autodeterminación
Confieso que me autodetermino todos los días, poco a poco en un proceso interminable. Primero cuando hablo y me expreso en mi idioma. También intento aprender otros. Expreso mis opiniones gracias a un medio como es Ahora Información, pues confieso que en nuestra sociedad percibo una censura “en la nube”, que controla los medios. Decido a dónde ir cada día, o a quedarme en mi casa. Tengo mis propias creencias y dudas, practico mis creencias religiosas. Como puedo ejerzo mi profesión (bien en verdad que con muchas trabas administrativas y diversas ambigüedades legales que coartan mi actividad). Intento tener acceso a la literatura, no sufrir recortes, como libros o películas que sean prohibidos. Ejerzo mi libertad sexual, aunque tiene un límite: mis creencias religiosas y, desde luego, no ofender a nadie.
Y reconozco que hay límites a mi libertad. Por ejemplo, libros que no se publican, películas extraordinarias que no se estrenan, inoculación por las televisiones de informaciones repetitivas y falsas, manipulación (con técnicas de sociología y ciencia política) de la información que recibo. Vivo en una sociedad donde hay un cierto “toque de queda”, pues con la excusa de los niveles de alcoholemia es muy difícil salir por la noche sin ser parado para comprobar si has pasado la ITV, si llevas el recibo del seguro del automóvil y para hacerte un nivel de alcoholemia (que en mi caso siempre ha sido 0,00). Además tengo que llevar tantos documentos encima que es casi imposible pasear con las manos en los bolsillos, que es lo que me gusta hacer. Ante tanta presión opto por recluirme en mi casa a partir de una hora temprana. Luego hay un señor de amarillo, que no tiene la culpa de nada pues sólo es el mensajero, que se pasea a diario por el barrio entregando notificaciones de Hacienda (pagamos impuestos más que excesivos), notificaciones judiciales, la mayoría por banalidades, multas muchas de ellas impuestas por las policías municipales (las menos ecuánimes, las más caprichosas, y las que van a la cabeza del mal trato al ciudadano). Yo no puedo hacer cualquier cosa en mi casa, como arreglar el jardín, porque con un drom, acabarían haciendo fotografías y multándome. Tampoco puedo utilizar la energía eólica o solar sin arriesarme a graves multas. Sé que del sistema político imperante no puedo esperar casi ninguna protección, pues el sistema judicial es impredecible, se aniquila al débil incluso antes del nacimiento (véase el holocausto del aborto), no puedo tener en casa ni siquiera un archivo de mis pacientes, pues iría en contra de la Ley de Protección de Datos. Todavía recuerdo visitar el Hospital Gómez Ulla, preguntar por la habitación de un paciente y negarme la información por la ley de Protección de Datos. Según mis noticias ayer se ahorcó un adolescente de quince años en el Escorial. Del acoso escolar se habla poco, como se habla poco de los padres que no pueden ver a sus hijos por el inmenso temor de ser denunciados por hechos falsos y acusados de violencia de género.
En definitiva, mi libertad y autodeterminación tienen graves limitaciones. Un señor que vive en un palacio debíera ser el abanderado para acabar con estas cosas, pero no lo hace porque es más interesante la cirugía plástica familiar y la práctica del silencio, la constitucionalidad mal entendida y el aislamiento unidireccional del poder.
Pero eso que está pasando en Cataluña nada tiene que ver con la libertad ni con la autodeterminación. Es más, se trata de una forma más de opresión.