Seguir el blog (Follow.it)Firma – Que alguien haga algo (nº 31)
A buenas horas, me dirán. Aquí hay uno animando a firmar cuando esto de las recogidas de firmas va de capa caída. Y es que, en efecto, la moda del firmar para protestar se ha estirado tanto que parece que ya no da más de si. ¿Qué eficacia tiene? Hubo un tiempo en que las firmas se recogían a pedal, puerta a puerta, o en mesitas callejeras, sobre resmas de papel rayado y la simple mención de una de esas campañas inquietaba en su asiento al concejal de turno. Aquello sí que tenía mérito. O no. Porque la carencia de los medios informáticos modernos no dejaba en evidencia, a golpe de google como ahora, la identidad de cada uno de los firmantes. Uno sumaba su garabato al legajo y mal tenía que ir la cosa para que trascendiera como noticia una firma del montón. Ahora firmamos telemáticamente y vaya Vd. a saber el destino final de nuestro consentimiento, y en manos de quién caerán esos listados. Porque lo mismo podrían servir para apoyar causas semejantes a la original, como para reforzar la audiencia -cautiva- de algunos poco escrupulosos peticionarios de firmas. Y eso sin desdeñar la posibilidad de que nuestro nombre acabe en la lista negra que elaboran los poderosos. No me extrañaría demasiado que hubiera hackers especializados en recopilar listados de firmantes recalcitrantes.
¿Qué hacer entonces? Sospechar de la ineficacia de un gesto y hacerlo además con temor a hipotéticas represalias no parece muy recomendable. Sin embargo lo recomiendo, porque también firmar es hacer algo. Porque a veces más importante que las propias firmas es la noticia de que haya alguien que inicia la recogida. Porque firmar compromete y es un llamado a la coherencia. Y porque hace pensar a firmantes y no firmantes.
Firma lo que te parezca bien, con libertad y sin miedo. No firmes si no te fías del que pide la firma, pero no pienses demasiado en las consecuencias. Porque a estas alturas -seamos sinceros-, ya todos estamos en todas las posibles listas negras.
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