Estafa de la «solidaridad» médica cubana

Autor: Hana Fischer
Fuente: Panam Post
Hace 60 años que la mafiosa dictadura de Fidel Castro y sus sucesores tienen secuestrada a Cuba. Durante ese largo período, han violado absolutamente todos los derechos humanos de los cubanos. Han maltratado, asesinado y torturado de las formas más viles. Han lucrado incluso con el sufrimiento de sus compatriotas, apropiándose del fruto de su trabajo, realizado en condiciones de esclavitud.
No obstante, Fidel logró proyectar a su aberrante régimen como un paradigma de solidaridad y humanismo. Tuvo éxito en instalar ese «relato» apoyándose en dos pilares: su carisma personal y una goebbeliana campaña publicitaria.
Mediante las tácticas de propaganda desarrolladas por los totalitarismos del siglo XX –comunismo soviético y nazismo– Fidel fabricó lo que Jean Baudrillard denomina una «hiperrealidad» acerca de su gobierno.
La hiperrealidad surge del «simulacro», a través del cual la realidad es remplazada por imágenes falsas. Una vez establecida en la conciencia de las personas, estas son incapaces de distinguir lo real de lo irreal. La representación pasa a ser más importante que lo que se está representando.
Los creadores de la hiperrealidad, los «simuladores», deforman a la realidad para que coincida con sus esquemas de simulación. El producto final es que «lo real ya no es real».
Fidel fue uno de los más grandes simuladores del siglo XX. Fue capaz de instalar una hiperrealidad acerca de su cruel dictadura -representada como modelo de solidaridad y avance social- gracias al apoyo internacional de sus camaradas ideológicos, que fungieron como cadenas de transmisión del «relato».
Esa dinámica provocó que muchos incautos cayeron en la trampa. Con ingenuidad -pero también con superficialidad- consideran que la situación en Cuba mejoró bajo la batuta castrista. Formulan loas de los supuestos avances en educación y salud, sin tomarse el trabajo de contrastar los datos con el fin de acercarse a la verdad.
Existen muchos admiradores de Fidel, incluso dentro de los países desarrollados. Uno de ellos es el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, quien manifestó que se «honra» de su amistad con el «comandante».
En una declaración pública emitida a raíz de la muerte del tirano en 2016, dijo que a pesar de ser Fidel una figura controversial, tanto sus admiradores como detractores le reconocen la impresionante dedicación y amor que tuvo hacia los cubanos. Sin ruborizarse afirma que fue más grande que un simple líder mortal, que gobernó a su país por casi medio siglo (sin señalar que eso define a un dictador). Asimismo, sostiene que hizo progresar en forma significativa la salud y la educación en la isla.
En 2016, en el artículo La psicología tras el mito de Fidel Castro, tratamos de desentrañar las razones por la cuales -a pesar de que existe abundante evidencia de la falsedad de los supuestos avances sociales durante la dictadura cubana- tantas personas siguen aferradas a esa mentira.
Muchos hemos intentado a largo de los años desenmascarar al castrismo, exhibiendo su auténtico rostro. En lo personal, he escrito varios artículos poniendo al alcance del ciudadano datos que pueden ser verificados. Algunos de ellos son: Los nuevos esclavistas (2011), Los médicos cubanos y la práctica esclavista de la dictadura castrista (2018) y El parasitismo del régimen cubano (2019).
Pero el mito parecía inmune a cualquier evidencia de verdad, lo cual prueba que, como señala Jean-François Revel, a la gente no suele interesarle la realidad si va en contra de sus creencias más queridas.
Sin embargo, parecería que, afortunadamente, las cosas están cambiando. Posiblemente la desaparición física de Fidel haya contribuido al resquebrajamiento de esa hiperrealidad -tan hábilmente construida y mantenida- porque sus sucesores no están tan dotados como él para encarnar al «simulador». Paulatinamente, «lo real» se va abriendo paso desplazando a tanta mentira. Y lo más estimulante es que la verdad empieza a ser reconocida por personas e instituciones influyentes.
Una primera estocada al mito de «la solidaridad cubana con sus misiones médicas» se la dio el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. A poco de asumir, manifestó que no renovaría el programa Mais Medicos en los términos que estaba funcionando. El mandatario exigió a la dictadura castrista que aceptara tres condiciones si quería renovar el contrato: que los médicos cubanos recibieran su salario completo, que se les permitiera traer a sus familias consigo y que Brasil validara sus títulos de médicos.
Andrés Oppenheimer describe el mecanismo de estas «misiones médicas» que cuentan con la complicidad de gobernantes amigos y organismos internacionales.
«Según el acuerdo entre los gobiernos de Brasil y Cuba supervisado por la OPS, más de 18 000 médicos cubanos han estado trabajando en las áreas rurales de Brasil que necesitaban médicos. Los médicos cubanos reciben un 30 % de su salario, y la dictadura cubana se queda con el restante 70 %.
Lo que es igual de escandaloso, el régimen cubano no permite que los médicos cubanos lleven a sus familias con ellos. Sus familias permanecen en Cuba como rehenes, para reducir el riesgo de deserciones masivas. Si los médicos desertan, no pueden regresar a la isla y ver a sus familias durante al menos ocho años», señala el escritor argentino.
Luego de que Bolsonaro calificara de esclavitud a la situación de los médicos que exporta La Habana, quedó al descubierto que el régimen expropia entre el 75 % y 90 % de sus sueldos. Esto dio pie para el reclamo judicial de esos compatriotas, para resarcirse de los daños sufridos y castigar a los culpables.
A raíz de ello, la BBC Mundo se interesó por el tema. Por consiguiente, el periodista James Badcock lo investigó. Sus hallazgos son publicados en el artículo El mundo oculto de los médicos que Cuba envía al extranjero (cuya lectura recomendamos a todos aquellos que realmente quieran conocer la verdad) y subtitulado «Algunos dicen que las condiciones pueden ser una pesadilla, controlados por funcionarios, sujetos a un toque de queda y enviados a lugares extremadamente peligrosos».
Lo concreto es que gracias a la actuación del «ultraderechista» Bolsonaro, los esclavos cubanos han visto una luz al final del túnel. Sintiendo que finalmente su situación es percibida en su real dimensión, «la Unión Patriótica de Cuba, junto a un nutrido grupo de abogados eminentes en derecho internacional especializados en los procesos ante la Corte Penal Internacional, liderados por el Presidente del Colegio de Abogados Penal Internacional (BPI-ICB-CAPI), Blas Jesús Imbroda, ha puesto en marcha un proceso para presentar en los próximos meses diversas denuncias del régimen de Cuba ante dicha Corte.
Los ejes de denuncia son dos:
- Crímenes de lesa humanidad cometidos por Cuba contra ciudadanos cubanos en territorio cubano, a través de denuncia ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
- Crímenes de lesa humanidad cometidos por Cuba contra ciudadanos cubanos en territorios de estados parte de la Corte Penal Internacional, encauzados ante la Fiscalía de la Corte de forma directa. En este particular se encuentran los crímenes de esclavitud moderna en las que se encuadran las misiones de servicios exteriores, como las del programa Mais Médicos en Brasil».
Esta organización se basó principalmente en los datos recabados por CubaArchive.org, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.
Dada la realidad descripta, la defensa de la dictadura castrista solo puede deberse a la complicidad, hipocresía o mala fe.