Almirante Cervera “In Memoriam”
Corría el año 1898 y el gobierno “progresista” del masón D. Práxedes María Sagasta quería terminar cuanto antes con la guerra cubana. La entrada, en la guerra, de una potencia industrial, los Estados Unidos de Norteamérica, recién llegada al mundo del imperialismo, hacía temer el desastre, hacerlo inevitable (en ausencia de una política inteligente). La flota fue enviada con la idea de su holocausto, su sacrificio. Llegaron a la bahía de Santiago, una especie de botella con un pequeño orificio. De allí los buques no podían salir sin enfrentarse, uno a uno y por separado, guardando fila, con la totalidad de la escuadra norteamericana. El resultado, previsible, era evidente. Alguien podía tener a nuestro almirante por necio (que no lo era, sino que solo obedecía absurdas órdenes) pero nunca por cobarde, pues llegado el momento final se lanzó al abordaje con el buque insignia, el Infanta María Teresa. Después salió el resto de la flota. El Colón intentó llegar a La Habana sin conseguirlo. Dos destructores habían quedado averiados en Puerto Rico y fueron una pesadilla, ya en alta mar, para la poderosa escuadra norteamericana. En fin, pasan los años y aquel gesto, que no me atrevo a llamar inútil, quedó para los anales de la historia. Muchas veces nuestras fuerzas armadas sufrirían aberraciones semejantes, al servicio de los políticos de turno. Incluso en una cruenta guerra civil viéronse forzados a luchar contra ellos mismos. Ahora una alcaldesa de cuyo nombre no me acuerdo quita nombres a calles, llama fachas a los que fueron héroes. Un siglo después de aquella gesta, el ejército castrista homenajeó a aquellos héroes. El mismo Fidel Castro había manifestado su enorme respeto hacia la Armada Española. A la hora en que se conmemoraba la batalla, helicópteros cubanos nombraban a los buque que salían disciplinidamente. Mientras tanto, arrojaban ramos de flores sobre el mar. El gobierno de entonces, un tal Aznar, casi ni mencionó estos hechos. El monumento levantado por los norteamericanos a las víctimas del Maine había cambiado de nombre. Una lápida recordaba así: “A las víctimas del imperialismo norteamericano”. Y es que hasta los dictatoriales castristas miran con simpatía a nuestro intrépido almirante. En fin, cuántos altos cargos debieran haber pasado por la escuela secundaria o cancelar el sectarismo, oportunismo acaso, de sus ideologías….. Por cierto, 343 muertos quedaron en aquellas aguas y en aquel mismo día.