Primer año en el que no detienen a Poveda por impedir la entrada a la Dator el día de los Santos Inocentes
En el día de ayer, como cada 28 de diciembre, el famoso activista y fundador del grupo Provida Madrid, Jesús Poveda, dirigió la tradicional sentada delante de la Clínica Dator, el primer abortorio de España y el más grande en volumen de asesinatos en nuestro país. Lo hizo con al menos 20 personas. Esta tradición comenzó en 1985, con la despenalización del aborto en España. Es el primer año que no se ha concluido la sentada con intervención policial ni con la detención del líder provida. Numerario del Opus Dei, según fuentes de este periódico, en la comunidad donde viven están más que acostumbrados a que no llegue a casa un día al año hasta la madrugada.
Poveda, que ya ha cumplido 60 años, volvió a pronunciar su famosa frase de “364 días de asistencia a la mujer y 1 día de resistencia”. La filosofía del psiquiatra y profesor universitario residente en Madrid es que en su labor está primero en la ayuda a la mujer embarazada que se sienta abocada al aborto. La resistencia, como ha declarado en numerosas conferencias, en su caso es puntual y necesaria.
Algunas anécdotas que ha comentado mientras compartía ese momento con otros manifestantes hielan la sangre.Como por ejemplo que la mayoría de los sábados, cuando un nutrido grupo de voluntarios hacen los rescates frente a la Dator, se realizan ecografías a las madres y se asesora a la mujer sobre su futura maternidad. Ha explicado que la mayoría de las madres, tras realizarse una ecografía gratuita ofrecida por los rescatadores, antes de entrar en el abortorio, exclaman que “esto no es lo que me habían contado”. Por otra parte ha asegurado que muchos casos de mujeres que abortan están provocados por la presión familiar, por amenazas de quedarse en la calle por parte de los más cercanos, por novios o maridos que amenazan con dejarles si no ponen fin a la vida del hijo no nacido… Sin revelar identidades ha compartido historias con los presentes, historias reales que –gracias a Dios– no acabaron en tragedia.