13 de septiembre de 2024 3

Neocolonialismo socialista

Por Miguel Ángel Pavón Biedma

Una de las actividades más curiosas cuando el viajero visita Guinea Ecuatorial es algo tan simple como acudir a un hospital. No hace falta que sea por enfermedades muy graves.  El doctor, normalmente de la Brigada Cubana (sí, de esos que quedan al final con un sueldo miserable) o venezolano, quizás un generalista guineano formado en China, Rusia o, lo que es peor, en su propia universidad, le recetará lo que sea, acertadamente o sin acierto (no nos referimos a detalles de praxis) y encontrará que el medicamento de marras no existe en el hospital. Comienza un largo peregrinar por las farmacias de la ciudad y si tiene suerte lo encontrará. Eso sí,  normalmente un genérico fabricado, sin garantía alguna, en algún país africano o asiático como la India. Detrás de estas corruptelas encontramos a los personajes de siempre. Normalmente políticos socialistas que tras su paso por el Gobierno trabaron una fuerte amistad con el dictador Obiang (recuerden la canción aquella de “todos los tiranos se abrazan como hermanos”) y terminado su cargo oficial y tras declarar que el tirano es un gran hispanista, aparecen como creadores de empresas ya sea de seguros o farmacéuticas. La farmacia, el gran drama del pueblo guineano, un mercado de precios prohibitivos generados desde hospitales con tarifas imposibles para una pobre familia arruinada por la corrupción que allí impera. Será una casualidad pero casi siempre son nombres de políticos socialistas. Sí. Esos que han convertido la libertad de los pueblos o la creación de Estados en un pingüe negocio (https://www.elconfidencial.com/espana/2014-07-30/zapatero-bono-y-moratinos-hacen-caja-en-guinea-con-la-feroz-dictadura-de-obiang_168934/). Parece que estas iniciativas tienen, también, éxito en Marruecos, en países de área portuguesa y en cualquier sitio en el que exista una mano tenebrosa amiga de lo ajeno y de meter la cuchara en el plato del pobre. Claro, luego tocará no llevar corbata, hablar de solidaridad y quizás firmar extraños convenios de cooperación cultural. Todo sea en nombre del socialismo y del sostenimiento de las dictaduras. En realidad los dictadores son cuadrúpedos que llevan distintos collares pero que siempre ladran de la misma manera. Sí, otra vez la misma canción: todos los tiranos se abrazan como hermanos o algo así.