Como católicos de a pie, como grupo político y también confesional católico -lo que rinde culto a Dios, e ilumina, orienta y da sentido a  nuestras aportaciones y labores temporales en España, que son nuestro cometido específico-, los carlistas navarros lloramos por el fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI, de un gran Pontífice, al que la Iglesia universal y el mundo entero, deben tanto por su fidelidad, por poner a Dios como centro de todo y de cualquier afán en la tierra, por su sabiduría teológica y litúrgica, y por su suprema sencillez. En la humildad del Papa emérito Benedicto, recordamos el “dejad que los niños se acerquen a Mi” y que “si no os hacéis niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”. Mucho nos dice en este sentido, que el Papa emérito haya fallecido pocos días después de celebrar el nacimiento del Niño Jesús, que es el centro de la historia y cuya segunda venida está cerca.

Encomendamos al Buen Padre Dios el eterno descanso del alma de Benedicto XVI en la nueva Jerusalem celestial, y tu, maestro y piloto en la Fe, encomienda a la Santa Iglesia, esposa de Cristo, cuyos hijos han recibido el germen de la santidad por la Gracia, pero también están sujetos en este mundo a las tendencias del pecado, y especialmente hoy día al gran pecado de la soberbia que se oculta tras la impureza. “Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú te abalances a su calcañal” (Gen 3, 15) 

José Fermín Garralda. Presidente de la CTC de Navarra. 2-I-2023