El concepto de nación histórica a »nivel regional». ¿Base del »problema» para conseguir una cierta uniformidad administrativa española?.

(Iván Guerrero)
Oigo decir a veces por ahí que dentro de España hay »naciones históricas». Sí y no, y me explico. En su día estuvo este país dividido en reinos hasta que con pactos y conquistas se consiguió algo de unidad, pero seamos sinceros, nunca hemos alcanzado una unidad completa, y eso ha sido a la larga más un fracaso que una seña de identidad genuina a conservar como de forma errónea nos quieren decir algunos.
Los reyes católicos realmente no »unieron» realmente a España pues simplemente fue un pacto matrimonial con la unión de dos reyes representantes de dos de los grandes reinos de la península ibérica. Y, aún con un rey sólo, tampoco se consiguió poco después por dedicar nuestras principales energías a guerras exteriores y menos a reformas internas, aunque también se diga por ahí que no eran épocas para eso. La verdadera unidad se da siempre a nivel político-administrativo (e incluso religioso) cosa esta que parece que España no ha conseguido, del todo, aún en pleno siglo XXI.
España, aunque no ha conseguido esa completa unidad, aún así, se supone, que es ya una nación formada por el conjunto de sus »regiones», con una lengua, una cultura, unas leyes e instituciones comunes (por supuesto discrepo de ciertas instituciones liberales) para todos los ciudadanos españoles. Porque las regiones no son en el fondo, o por lo menos deberían ser después de tantos siglos más que eso, regiones, unidades (células) administrativas. Cuando decimos que esas regiones al tener en algunas de ellas cultura (esto, en principio, no es del todo malo), leyes, instituciones, incluso lenguas propias dentro de la nación española podemos llevar a la confusión a la gente y, sobre todo, a la poco leída y cultivada (de la cual nos sobra ya en España) y estamos, de alguna manera, dando cierto pie a los movimientos nacionalistas porque la base de toda nación que se precie de ello es precisamente eso, la lengua, la cultura, las leyes e instituciones »comunes» para todos los habitantes de esa nación.
La fuerza de un país radica en su unidad política y todo obstáculo innecesario interno a esa unidad sólo la debilita. Y es que el concepto de »nación histórica» está bien, pero se le utiliza mal cuando, en estos tiempos, se denomina también nación histórica a una región cualquiera , que es correcto como recuerdo de un pasado pero que ahora es un concepto político para mí arcaico (para libros y museos), y por tanto, yo creo, que ese es, en este caso, la esencia del problema. No podemos pretender en pleno siglo XXI que haya todavía »naciones» que conformen España (que sólo lo han puesto peor las autonomías), o hay una única, indivisible, o con ese pensamiento, y con la »interesada» ayuda exterior, volveremos con el tiempo a la época de las tribus desapareciendo por el camino como nación.
Debemos reconocer que los enemigos de España ven perfectamente estos problemas y siempre los han aprovechado en su beneficio estando detrás de la mayoría de los intentos de secesión sufridos por esta nación en su historia.
El liberalismo no hace más que potenciar un »problema» que ya venía arrastrando España desde hace varios siglos. Conseguir, con paciencia y tiempo, una »perfecta» unidad nacional para poder reunir y potenciar todas las energías de la nación de forma satisfactoria en objetivos comunes tanto dentro como fuera de España y no consumirlas en luchas estériles internas por motivos regionales a la vez que partidistas o políticos en general.
Y esa »uniformidad nacional» no significa obligatoriamente el desembocar España en un centralismo furibundo pues se puede conjugar uniformidad con una verdadera y eficaz descentralización político-administrativa (yo tengo algún ejemplo de ello escrito) la cual, dicho sea de paso, ha necesitado este país y no ha conseguido desde hace demasiado tiempo y así nos va.
En fin, resumiendo… No podemos pretender ser una nación fuerte, poderosa y dispuesta a todo en el mundo de este siglo cuando seguimos con problemas »ancestrales» y trasnochados (como el de la unidad nacional), que sólo nos entorpecen para llegar a esa meta soñada.
