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25 de noviembre de 2025 0

En homenaje a la Excma. María Cuervo-Arango Cienfuegos-Jovellanos

(Por José Fermín Garralda)-

Estas líneas se escriben no sin rubor, porque creo que somos remolones en reconocer el valer ajeno, y porque los homenajes suelen ser del todo insuficientes cuando se realizan. Desde luego, en este caso, tú, doña María, nuestra homenajeada, no puedes estar totalmente contenida –ni con mucho- en el profundo agradecimiento que tenemos hacia tu persona. Nuestro reconocimiento nunca será suficiente porque nos superas con creces: Dios te lo pagará. María, eres un ejemplo para todos y sigues los pasos de la reina doña Margarita, ejemplo de reinas.

En primer lugar y ante todo, perdona los muchos y serios disgustos que te hemos dado: no quiero citarlos porque tú eres a quien debemos recordar y agradecer. Eres la historia de una larga paciencia, porque nos quieres.

Muchísimas gracias por tu servicio a la Causa de Dios-Patria-Rey, y a tus enseñanzas, realizadas queriéndolo o sin querer: como persona y buena cristiana, siendo la mejor soldado de Don Carlos, la mejor discípula de la Reina Margarita, que como ángel de la caridad dio todo a pesar de los disgustos que recibió, donde las lágrimas se tornaban gloria.

Querida María; nos has enseñado y eres un modelo en entregar tu tiempo y comodidad con mil desplazamientos, actos de presencia, con el  inconveniente de las largas distancias, y, a veces, con alguna torpeza de quienes te recibían a pesar de su enorme afecto. En Navarra nunca te hemos dado suficientemente las gracias por asistir a nuestros Actos, fuesen lucidos o menos lucidos,  teniendo en cuenta la enorme distancia entre Oviedo y Pamplona. Gracias de nuevo, María, de todos los carlistas navarros por acompañarnos siempre.

Nos has enseñado a ser un modelo de generosidad material, como tantos otros que sacrificaron, en silencio, sus fortunas formando Ejércitos. ¿Y nosotros no debemos ser a modo de un Ejército en tiempos de paz? ¿Cómo nos preparamos y cómo trabajamos?

Nos has marcado el Norte, obediente a la voz de la Iglesia de siempre –no hay otra- y al Romano pontífice, sin modernismos ideológico-prácticos, desde la máxima sencillez –un silencio que habla a voces-, desde un espíritu humilde y de servicio -con obras, con la vida y el ejemplo-, casi sin pretenderlo debido a tu profunda naturalidad, expresión de la mejor virtud.

Nos has transmitido el equilibrio de la total fidelidad, el ejemplo y constancia de nuestros mayores. Tu servicio generoso y en silencio, es la mejor semilla para servir a Dios Jaungoikoa, a España y para preparar el camino, la misma sociedad, para que venga un Rey, porque somos legitimistas.

Nos conoces bien. Sabes que por la boca muere el pez y nos hablas de obras con el ejemplo. Conoces la capacidad que tenemos de dar importancia a lo secundario, y reñir por pequeñeces y hasta tonterías, para lo cual nos hablas de unión, de unidad –la lograda en 1986 con tantísimo esfuerzo- y de sencillez, lejos de pedanterías de libro, a veces falsos orgullos y siempre limitaciones. Sabes de nuestro natural espíritu libre e independiente, y nos hablas de unión y respeto hacia los que tienen responsabilidades. A todos animas, todo lo perdonas, e insistes en que no se debe dejar solos a los jefes.

Nos has enseñado a tomarnos en serio las convocatorias a Actos, Juntas y servicio, el Ideario y programa de la Comunión, insistiéndonos en su bondad y necesidad. A tomarnos en serio los cargos que son cargas –a veces pesadas-. Insistes en la dimensión política y no folclórica y externa del Carlismo, en la atención y cuidado de la niñez y Juventud, en la atención a los mayores, el respeto y obediencia.

Sí, la obediencia que se evidencia en “la hora de la verdad” por la que todos atravesamos alguna vez. Así, donde hay una Comunión, hay un presidente, y, donde está el presidente, ahí está la Comunión. Llámese don Miguel Garisoain Fernández, hombre de unidad que una vez me dijo preferir siempre el segundo plano en la Comunión, don Domingo Fal Macías, dignísimo hijo de don Manuel su padre, que a todos aglutinó y autor de unidad entre todos, don Carlos Ibáñez como hombre del sentido común, la sencillez y de profundizar en las raíces, doña María Cuervo-Arango, la perla más preciada de la Comunión y la margarita más dispuesta de todas las que están de servicio, don Telmo de la Quadra Salcedo, hombre vibrante, fidelísimo y de una pieza, firme y que supo sacrificarse, y ahora, mirando todos hacia adelante, nuestro don Javier Garisoain Otero.

Quizás sea por hacer callo en una resistencia admirable frente a la Revolución, y por la rigidez de cualquier tipo de individualismo, nos cuesta tratarnos debidamente, agradecernos, y, como virtud a veces costosa, “hacer caso” a quien tiene facultad de disponer o ha actuado conforme a sus facultades.

Querida doña María; nos has enseñado a no distraernos en cuestiones secundarias, a no ser cobardes por dejación, a no caer en las omisiones, a no minusvalorar los puestos de responsabilidad, de servicio, ni rebajar sus exigencias, a cuidar la virtud de la santa pureza cuyo contrario  origina tantísimos males, como siempre nos recordabas en la fiesta de la Juventud de Pamplona con ocasión de la festividad de la Inmaculada Concepción.

Nos has enseñado a no buscar frutos lucidos pero superficiales, y menos profundos que el Carlismo. A sacrificar, llegado el momento, el brillo personal. A no servir a dos señores.

Apelas a la fidelidad y las mejores virtudes cristianas, porque cada cual responderá de sí mismo ante Dios. Te exiges fidelidad al ideario de siempre, buscan un programa político deducido de él y las circunstancias reales del momento, y deseas preparar una sociedad para hacer posible un Rey. Nos animas a seguir en la brecha por conciencia del deber, con ilusión y entusiasmo, con el ejemplo de muchos, personas grandes como nuestros mayores, y de las mejores margaritas del solar español, como tú, María. Tu ejemplo ha movido a no pocos a seguir, mientras sabemos que acoges con los brazos abiertos a todos.

* * *

Prolongamos estas líneas con tres textos de doña María, que son los siguientes:

Primera carta (2009). “Oviedo 23-X-2009. (…) En la vida pública, todo es Política, la no política es una postura política, la negación es otra realidad, el callar es otra forma de otorgar.

Si no se actúa, se cede. Quedar en casa es además de una cobardía, un apoyo al contrario y puede ser un pecado de omisión; si no entramos en política, ¿cómo se van a cambiar las leyes?

La política es una obra de caridad, la más completa, pues influye en todos los campos: la vida, la decencia, el honor, la educación, la familia, el bien común”.

En esta misma carta adviertes las dificultades que tenemos de disponer del debido tiempo, del gasto económico, de la tentación del cansancio, pero tú, María, has dado ejemplo de superar todo esto.

Segunda carta (2004): “Sé que no puedo callar, que no tengo derecho a callar.

No sólo el que dice ¡Señor, Señor! se salva, sino el que escucha la Palabra de Dios y la pone por obra.

¿Es que acaso nos podemos cruzar de brazos viendo cómo se pierde la sociedad? ¿Es que no son nuestros hermanos? ¿Podaos estar en casa, tranquilos sin salir a salvarlos?

No podemos distraernos en minucias, ni caer en la tentación de ir a otros puestos, con frutos quizás más lucidos, pero menos profundos. No debemos confundir la vocación con la tentación.

Es nuestra obligación estar unidos y saber que todo aquello que vaya contra la unión es una traición: la división de fidelidades es el principio del fin.

Es necesaria la entrega sin ambigüedades, con franqueza y claridad, sin reservas, con la verdad por delante y poniendo toda la carne en el asador.

Nuestro convencimiento personal nos debe llevar a tener como prioridad política el lograr leyes justas que frenen la descomposición en todos los niveles de la sociedad. Que por nosotros no quede” (Acción Carlista, 3ª época, n. 68, IX-2004)

Tercera carta (2010). “Oviedo 24-8-2010. (…) tomar en serio las convocatorias, saber que es necesario nuestro modo de pensar, no caer en medianías, estar firmes en lo moral, mirar hacia adelante con valentía y no distraernos con cosas de menor importancia.

Que cada uno busque su lugar en la Comunión y lo cumpla con tesón.

No hacer muchas cosas pero hacer bien aquello que sea nuestro cometido.

Pensar que es importantísimo lo que hacemos para que los demás puedan creer en nosotros. Si no lo hacemos, seremos responsables de lo que pase, porque programa mejor que el nuestro no lo hay (…).

No debemos salir de nuestro paso, de nuestro camino, eso sería una tentación mala, muy mala, porque entonces se rompe la organización el conjunto (…) Y tanto mayores y pequeños, pidiendo a la Virgen valor para limpiar a España de tanta impureza, ¡que buena falta nos hace!” (Acción Carlista nº 104, III-2010, VI-2010).

* * *

Muchas gracias, doña María, por tu persona y todo lo que haces. Déjanos al menos este rato verte de protagonista. Te admiramos por tu lealtad y fidelidad, tu sencillez y humildad, por fortalecer nuestra unión. Esta sencillez tuya te ha permitido utilizar palabras directas como tentación, claudicación, traición y cobardía -que nunca has expresado de forma conjunta-  para que nos alejemos de ellas.

Querida María: este tu homenaje es un magnifico momento para iniciar la celebración de los 40 años de testimonio (1986-2016) de la Comunión Tradicionalista Carlista, donde todos, absolutamente todos los carlistas de 1986, se unieron como un solo hombre, “todos juntos en unión”.

De esta unión de todos en 1986 soy testigo. No quedamos muchos testigos directos de aquello. Permítame que diga que costó mucho. Fue –decían- un milagro. Se consumó en el Congreso de El Escorial en 1986, pero se hizo antes en los acuerdos de Talavera de la Reina, y se expresó en la magna reunión en el Cerro de los Ángeles en 1985, donde Juan Casañas Balsells dijo que se iba a cortar para siempre el nudo gordiano… y se cortó. Fue un Congreso de madurez, discutidor y entusiasta, como todo entre nosotros. Recordemos que desde 1976, en que desde elevadas instancias nacionales y sin duda internacionales, se quiso acabar miserable y torpemente con el Carlismo como única respuesta desde la Tradición a la dictadura del partido único de entonces, hasta 1986, sólo hay diez años. Fueron muchos los que no cayeron en la trampa, como se mostró en una Nota de prensa en primera plana de El Pensamiento Navarro la víspera del siniestro. Diez años de sufrimiento, angustias y trabajos por la unidad. Que tras la unión de 1986 luego vinieron problemas, sin duda, pues están en la condición humana y más en quienes como los carlistas hemos estado siempre en la oposición. También la Revolución acechaba. ¿De qué nos extrañamos? Pues nada, a superarlos aquellos con ductilidad, siguiendo siempre.

Fue un milagro la Cruzada –aita Teodoro dijo que estaban convencidos que iban a ganar-, lo fueron los Montejurra de aquel tiempo, lo fue el Congreso de la unidad en 1986, y lo es hoy. A cada cuál le corresponde hacer bien su trabajo, confiar y seguir. De ahí que, querida María, tú seas un verdadero referente.

Una máxima de aquella época era: la Revolución quiere a los carlistas divididos y anclados en historicismos y purismos. Pues ya sabemos: todos juntos en unión en el ideario de siempre de Dios-Patria-Rey; unión en lo necesario y libertad en lo opinable; y actuaciones sin cesar al servicio de la persona, la familia, la sociedad y la España de hoy. Gracias, doña María Cuervo-Arango, nuestra presidente honoraria.

Festividad de Cristo Rey, Madrid, 22-XI-2025. José Fermín Garralda. Pte. de la CTC de Navarra

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