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15 de noviembre de 2025 0

Hispanismo de sustitución 3

Hispanismo de sustitución (3 de 16) . Historia de España ( 1 de 2048 ). Repoblaciones (1 de 32). Patria y suelo (1 de 32)
(Por Manuel Gutiérrez Algaba)–

Isabel I de Castilla, la Reina Católica de los Reyes Católicos, por «Real Provisión» firmada en Sevilla, el 20 de junio de 1500, prohibió el esclavismo de indios y que fuese devueltos a sus «naturalezas», es decir, a su continente. Luego más tarde les daría carta de «ciudadanía» , de súbditos de igual categoría que el resto de reinos. Esto causa perplejidad para el «hispanista» moderno, ya que la Reina Católica era «territorialista» , es decir, por muy «súbditos» que fuesen, uno eran los súbditos de Aragón, otros de los de Castilla y otros los de América. ¿Eran todos españoles? Eso fue un concepto más moderno, más bien todos nos encuadrabamos en reinos. Si, acaso, España era la «derivación» de Hispania, y se hablaba de «españas» más que de España, como las sucesoras de esa Hispania. Era España ibérica. En 1500, los recién «conquistados» ( muy entrecomillas) méxicas, no eran, todavía, hermanos de sangre de los sorianos. De algún modo, Isabel I concibió que cada súbdito estaba atado a su suelo, muy distinto a lo de ahora, en la que en el «espacio postimperial» y post tradicional y post agrícola y post foral parece que todos somos «unidades intercambiables».

Como dijo en su testamento:
“… no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas, y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, más manden, que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera, que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es mandado…”. Aquí hay una territorialidad como un castillo.

Esta «territorialidad» hacía que, por ejemplo, el ejercito «imperial» fuese mayormente castellano: los Tercios. No sólo eso, sino que el coste del ejercito también era «territorial» a Castilla, y, no sólo eso, América era una especie de «nueva Castilla», donde se hablaba castellano y adonde llegaban los barcos que partían de Castilla, y no de Aragón, ni de Flandes, ni de Sicilia.

Para empeorarlo aún más, en 1767, Carlos III , en las repoblaciones de Sierra Morena, no pensó en traer «españoles de sangre» de América, de hecho, se conformó a que un «bávaro» , Gaspar de Thürriegel, trajese de Europa europeos de esos que hay en Europa, haciendo, si cabe, más europea a una Hispania que había visto en sus influjos poblacionales ver poblaciones de legionarios romanos licenciados ( y sus familias), visigodos, vándalos, franceses del sur de Europa en la Edad Media, por no hablar de los celtas del primer milenio de antes de Cristo. Nos gustará más o menos, pero España tiene mucho de Europa. Esto «chocaría» con la idea actual de que el «Imperio» era una nación homógenea en movimientos y derechos, no se pensaba en traer a «españoles del otro hemisferio» a la «España de este hemisferio» como si fuesen patatas. Tampoco se les ocurrió traer a hispanos belgas o a hispanos sicilianos, que hasta hace cuatro días habían estado bajo su mando. O bien no se complicaba la vida Carlos III, o bien la «hispanidad» era un concepto absolutamente desconocido para él, que sólo era el «dueño y señor» de una serie de territorios, que proporcionaban una serie de recursos.

De hecho, la España de los siglos XV al XVIII, la España Imperial, era un lugar bastante «racista», para nuestros estandares actuales. Ser cristiano viejo, es decir, de sangre española vieja, es decir, no tener sangre de conversos era algo que contaba a la hora de un cargo público. La hidalguía era un escalón más, y ser «hijodalgo» era también bastante discriminatorio para tener un puesto en el ejercito o la Corte. No hablemos ya de la baja o media nobleza que, como es costumbre, solía casarse entre ella. Mucho menos las casas reales españolas, que ni se les pasaba por la cabeza emparentarse con las «casas reales» del Imperio, es decir, con la realeza incaica. Todos los reyes y nobles se casaban con casas reales y casas nobiliarias europeas. Generación tras generación fueron «subiendo» en «categoría».

Volviendo al populacho, y según los fueros, o derechos otorgados, había poblaciones en las Vascongadas en las que todos su pobladores eran «hidalgos» por sus fueros, otras poblaciones tenían otros privilegios económicos y sociales. Los recién conquistados «mozarabes», los de Granada y Valencia, tenían menos derechos que los cristianos, a pesar de estar en suelo hispánico sabe Dios por cuántos siglos. Nunca sabremos cuantos iberos milenarios fueron expulsados entre los mozarabes que no se quisieron convertir. Nunca sabremos cuantos númidas y «mauros» permanecieron en el terreno, bajo servidumbre y luego se integraron, en los territorios de Zamora y León.

Cualquier repaso a la historia nos demuestra que los «simplismos» modernos no se corresponden con la realidad y que, por tanto, son propaganda, con algún interés político. Mezclar realidades de hace cuatrocientos años con realidades de hoy es, desde un punto de vista lógico, una auténtica barrabasada. Es como si volviésemos a los cultos solares indoeuropeos, porque hemos descubierto que existieron.

 

Viva Cristo Rey ( y que Cristo nos de más entendimiento )

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