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30 de julio de 2025 0

Topología

Topologías políticas

(Por Manuel Gutiérrez Algaba)–

Una línea recta es un conjunto de puntos que siguen una dirección. Una circunferencia es otro conjunto de puntos que siguen otra regla, estar a la misma distancia del centro. Una zona de penaltis en un campo de fútbol es una zona del campo que está delimitada, otra regla. Un grupo de tertulianos que se reúne los viernes por la noche para hablar de un tema histórico y que pide pizza para cenar es también un grupo de algo que sigue una regla. Estamos rodeados de «agrupaciones» de «cosas» que siguen reglas o propiedades y que las define.

La topología es la rama de las matemáticas que se ocupa de las propiedades de un objeto geométrico que sufre deformaciones, tales como estiramientos, dobleces, retorcimientos, sin abrir agujeros, ni cerrarlos, sin romper ni pegar. Traducido, la topología se ocupa de la «pureza» estructural de un objeto geométrico ante «avatares». La topología se interesa por conceptos como distancias, afinidades, consistencias, métricas (formas de comparar y organizar a sus elementos).

Continuamente, se presenta en política el problema de delimitar la masa, las élites de la sociedad, el jefe de partido (quien impone la ley de Hierro de Robert Michels), el problema de «atraer» a la masa, de «convertirla» o de hacer que nos entienda. También se presenta el problema de las distintas sensibilidades o afinidades, tanto ideológicas como prácticas o incluso espirituales. Hablando más claro, hay gente que piensa que un partido político sólo debe contener gente altamente comprometida, muy identificada con la personalidad del partido, porque tener gente tibia dentro del partido es un lastre y un inconveniente continuo. Esto «topológicamente» se traduce en que la topología de un partido guarda cierta homogeneidad, así como una serie de criterios que restringen la pertenencia a ese grupo y la acción del grupo.

A mi siempre me interesan los sistemas graduales, diversos y hasta imperfectos, puesto que son los que nos encontramos en la realidad. Los sistemas elitistas pero que no saben aterrizar en la complejidad son muy frecuentes en los partidos basados en principios morales, los no partitocráticos, los no orientados al medre personal. Es casi una tragedia que los ladrones se adapten al mundo y que los decentes no sepan como conectar ni siquiera un poco con la gente de la calle. Sí, podemos hablar de dos bandos, según su ética, uno el «ateo-anticatólico» ( aunque a veces el anticatolicismo esté disfrazado de catolicismo «flexible») y otro el «basado en la tradición católica de algún modo». Aunque también podemos hacer otras divisiones del espacio político: liberales y antiliberales, revolucionarios y contrarrevolucionarios, democráticos y oligárquicos. Cada criterio puede generar una distinta partición en dos del mundo(y del partido): Dios (ateo, católico o incluso otras confesiones), catolicismo ( católico, el resto), patria (patriota, globalista), fueros( leyes del pueblo, leyes de la oligarquía), sociales(con sentido social, egoístas) , rey (democrático o monárquico), racial ( racial, universalista), costumbres(las costumbres de siempre, abrazar cualquier novedad de fuera). Incluso Samuel 8 puede generar la partición «basados en jueces», «el resto». Alguno dirá que la «definición» de algún, o muchos, partido es precisamente una conjunción de esas particiones, como el caso carlista: católico, patriota, monárquico, leyes del pueblo. Pero, como vemos, algunas de esas particiones se «solapan», o no se «incluyen» en esa definición de partido. Así habrá personas cuyo espacio político sea muy simple y sólo se definan a si mismas con dos «particiones», por ejemplo, «con sentido social» y «las costumbres de siempre».

Cuando existen varios «criterios», varias «particiones» de la realidad, no todas son iguales, las «primeras» son más definitorias para la persona que las otras. El primer criterio es el fundamental y luego el segundo y tercero son menos importantes. Esto es así porque cuando hay una pluralidad de cosas, cosas que pueden ser «criterios», estas cosas se relacionan entre si de manera inmediata por una relación de orden. Así, aun cuando alguien se defina como «católico», «patriota» y «monárquico», es seguro que uno de estos criterios tendrá más prioridad, puede que la persona anteponga la catolicidad a la patria, o viceversa, aunque él no sea plenamente consciente. Hay personas que primero son fieles a un «rey» y luego, todo lo demás, sin despreciarlo, por ejemplo. Así la «partición» y subdivisión del «espacio total» no es «homogénea», hay «subespacios» menos importantes que otros. Otro ejemplo, hay quien tiene los criterios «sentido social» y «costumbres de siempre», quizá esté más interesado en el «sentido social», porque se reconoce a ella misma como una persona vulnerable o que lo ha pasado mal.

Una vez que ya tenemos esta perspectiva del «mundo» y de las personas y nos las imaginamos con esos criterios, esos «cabos» de enlace, de enganche, con esos «sesgos» o esas herramientas para pensar, para sentir, para actuar, podemos intentar conectar con ellos y atraerlos a nuestros grupos cuya definición es compatible con sus particiones de la realidad. Muchas veces esos criterios personales no serán totalmente coincidentes con los del grupo, por ejemplo, la persona tendrá el criterio de «preferir lo natural», en tanto que el grupo tendrá el criterio de «preferir lo dictado por Dios», ambas cosas no son exactamente lo mismo, pero si están cerca. Para captar a las personas, incluso, para hacerlas evolucionar hacia los criterios del grupo, la transición debe ser lo más simple, y lo menos abrupta, posible, por tanto, «diseñar» grupos «mononeuronales», tipo «a favor de lo social» sin incluir más criterios, será siempre más conveniente que diseñar grupos muy «ricos» en criterios y exigentes en dogmas donde el nuevo miembro sufra una catarsis y unos misterios de conversión.

En épocas extremas, la gente, los jóvenes, se apuntaban a las organizaciones porque tenían algún criterio que fuese conforme a su ideario personal, ya fuese el catolicismo, el patriotismo, la defensa del orden, la defensa de lo social, … No había mucho problema en que las personas desconocieran gran parte del ideario de las organizaciones. Bastaba con que una de las ideas personales casara con las personales. En épocas menos extremas, la gente, jovenes o no, se mueve más bien por «apetencias» y para «consumir» experiencias, ya sea la «diversión», el «ocio cultural», el orgullo de pertenecer a algo, cuando no se une a organizaciones para sacar un beneficio directo y hacer «carrera» en el «estado» y «adyacentes». En esta época, todavía no extrema, gran parte de la gente se mueve entre «el ocio cultural», una defensa de los intereses personales y una «defensa patriótica» pero sin demasiada intensidad ni sacrificio. Por tanto, los «grupos «mononeuronales» resultan ser muy atractivos, porque no comprometen demasiado a los nuevos «acólitos».

Una red «topológica» que una a estos grupos «mononeuronales» de bajo calado de principios con otros grupos más «totales» y ricos en dogmas y criterios exige que la «red resultante» respete la integridad y la fuerza de las torsiones en las uniones de unos grupos con otros. Por ejemplo, imaginemos un grupo de «hispanistas étnicos» cuyas propiedades son «reivindicar la verdad histórica del Imperio Español» y «mantener la integridad étnica de los pueblos del imperio» ( tal como se promulgó en las leyes del Imperio) y otro grupo es «hispanistas culturales» cuyas propiedades son «reivindicar la verdad histórica del Imperio» y «ser laxos con los flujos masivos entre zonas del ex Imperio» y el supergrupo es imaginemos, los carlistas de la CTC, surgen ciertas «tensiones» de encaje entre los tres grupos, ya que «hispanista étnicos» e «hispanistas culturales» tienen propiedades contrarias respecto al aspecto étnico. Se puede aceptar «tal cual» la propiedad de uno de estos grupos mononeuronales (mono neuronales en el sentido de que sólo se hace una pregunta para pertenecer a él) e incorporarla al supergrupo CTC, y hacer que el otro grupo se mantenga «cercano» pero sin aceptar su propiedad incompatible, es decir , que la CTC sea, por ejemplo, «cultural» y no etnicista, y que grupos «etnicistas» sean aceptados como amigos y cercanos. También se puede hacer que el supergrupo carlista desista de definirse en ser etnicista o no. Cada elección implica un diseño de topología distinto, con más «interfases» o con menos, con más «carga» dogmática o con menos, con más capacidad de «captar» a subgrupos( y personas) o con menos. No entro aquí en ninguna elección particular.

Por último, estos «subgrupos» , mononeuronales, o no, son «naturales», es decir, en el mismo caldo «político» dentro y cerca de cualquier opción política bullen las personas con «sus ideas» y amigos de esos «subjefes» o «cabecillas» o «simplemente emprendedores». Es decir, de forma natural existen esos subgrupos, porque existen personas que son apasionadas, por ejemplo, de la «defensa de la Religión Católica a ultranza» , cuando esta propiedad no existe o existe atenuada en el «supergrupo». Es decir, considerar una arquitectura «escalonada» , integradora, entre distintas sensibilidades ( ocio, diversión, cachondeo, seriedad, catolicismo, activismo, marcialidad,… ) es algo natural. Quizá lo que falta es ponerla en un plano de dibujo A3 del proyecto político. Este plano de proyecto político, siempre respetando uniones y transferencias que no «rompan» los grupos, puede extenderse incluso a otros «supergrupos» «ricos en dogmas» pero que contienen algunos dogmas «contrarios» a los nuestros.

Esta arquitectura «segmentada» y «escalonada» también es una oportunidad para que se cumpla la Ley de Hierro de Robert Michels y el jefe de un partido «reine» de manera absoluta sobre él y, al mismo, los «protojefes», los «yo lo haría mejor» queden «enclaustrados» en sus «subgrupos» promoviendo sus «propiedades» mononeuronales (o plurineuronales), y tratando explicitamente las «torsiones» y «presiones» en el espacio «intersticial» de los «subgrupos y supergrupo». El mundo «moderno» es, realmente, una «simplificación» y una imposición sobre lo «natural». Esta arquitectura me parece más natural, más «tradicional», y más eficiente y menos alienante que la estructura «monolítica», cuyos máximos exponentes son el comunismo y el fascismo, totalitarismos simplificadores que surgen en épocas extremas, y para los que épocas extremas son creadas para su surgimiento.

Esta arquitectura topológica acepta la «realidad» de que la mayoría de las personas que nos rodean tienen unos criterios «muy endebles», como pueden ser «divertirse», «defender lo suyo» o «no complicarse la vida». En vez de proponerles un curso de 200 horas sobre el carlismo, o que se monten en un caballo con la boina roja, de un día para otro, podemos ir «educándoles», «puliéndoles», un poco como hace la Religión Católica, haciéndoles transitar desde el «subgrupo neuronal de vividores» al «subgrupo neuronal de vividores amantes de nuestra gastronomía», y, de éste, al «subgrupo de defensores de nuestras tradiciones» y, por último, al «supergrupo carlista». Es cierto que muchos jamás harán la transición completa, pero servirán de «enganche» y de «masa» para seguir creciendo y para captar a más personas que sí subirán hasta el «supergrupo», los carlistas. Incluso, esta estructura «segmentada» ( como una legión romana) puede revelar «espacios políticos» más prometedores y con más capacidad de crecimiento, o incluso sinergias con otros supergrupos. La clave siempre está en la «consistencia topológica» y en los «interfases» «inter grupos». En el siguiente artículo me centraré en la «transición» y afinidades entre «propiedades», en la definición de un «espacio semántico político», algo que es útil para el diseño de topologías y, también, para la propaganda. La propaganda no es más que un caso particular en el que el «supergrupo» habla con la persona directamente que es, en si misma, un grupo monopersonal y, generalmente, de poco calado «dogmático».

Por otro lado, el «liberalismo», desde el siglo XVIII, ha sabido tejer una topología de sociedades secretas, grupos, hermandades, amigos de «ellos mismos», asociaciones (ecologistas, económicas, culturales, de derechos, …)… que forman la estructura de poder real en el mundo. Algo que se puso de manifiesto de manera que heló la sangre durante la «plandemia», donde por todo el mundo, por todos los estratos, por todas las universidades, asociaciones, colegios profesionales,… hubo una «unanimidad» que revelaba una sincronización, un extremismo y una planificación que de ninguna manera era casual o espontánea. Se trata de imitar esa capacidad organizativa casi infinita de los «malos», para que los buenos podamos competir. Por otro lado, se trata de aplicar, de algún modo, el principio de amar al prójimo, respetando las diferencias, las limitaciones, las elecciones, para construir marcos de colaboración y de acercamiento, sin tratar de eliminar las diferencias.

 

 

 

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