Bernardo Pollicino explica por qué es vital entronizar al Sagrado Corazón de Jesús en cada hogar

(Una entrevista de Javier Navascués).-
Bernardo Pollicino es esposo de una mujer maravillosa, padre de familia, abogado y miembro de la Asociación Rescoldo Hispánico.
¿Cómo nace la idea de la campaña?
La campaña nace de una intuición muy sencilla: en un país de raíces hondamente cristianas, la figura del Corazón de Jesús se ha ido oscureciendo. A veces porque sencillamente no se habla de Él, y otras porque se lo presenta de forma parcial o distorsionada: un Cristo dulcificado, reducido a un sentimiento íntimo, o representado con rasgos que no ayudan especialmente a que los varones -al menos- se identifiquen con Él. Todo ello termina por ocultar su dimensión divina, su fuerza transformadora y su verdadero señorío.
Sin embargo, esto es precisamente lo que la Iglesia proclamó con claridad hace 1.700 años en el Concilio de Nicea: Cristo es verdadero hombre -el mejor de los hombres- y verdadero Dios, y, por tanto, le corresponde la gloria de ser Rey no solo de la conciencia individual, sino también de la sociedad entera.
Cuando esto se olvida, la fe se fragmenta y el cristiano vive “roto”, disociado: reconoce a Cristo en privado, pero no en su vida, su familia o su entorno.
Recuperar la auténtica devoción al Corazón de Jesús es, por eso, abrir una fuente inmensa de gracia tanto para las personas como para la sociedad.
Como anécdota, te diré que quizá el punto definitivo -la gota que colmó el vaso- fue la tristemente célebre campaña del cartel de la Semana Santa de Sevilla de 2024. Para muchos de nosotros fue una señal clara de que había que reaccionar: la imagen de Cristo estaba siendo banalizada o incluso manipulada en un sentido contrario al Evangelio.
A partir de ahí, un grupo de amigos -padres de familia, profesionales y personas de fe de distintas realidades de la Iglesia- comenzamos a preguntarnos qué podíamos hacer para reavivar el amor al Corazón de Jesús y hacerlo visible de nuevo en la sociedad.
Redescubrimos algo esencial: la entronización del Sagrado Corazón en los hogares había transformado familias durante más de un siglo, y sin embargo hoy estaba casi olvidada.
Por eso la campaña nace del deseo de volver a abrir las puertas -de las casas, de las empresas, de las instituciones- al Corazón de Cristo, y de recordar que la fe no es solo un asunto privado: tiene una dimensión pública capaz de iluminar la vida cotidiana, la cultura y la convivencia social.
¿Por qué es importante destacar el Reinado de Cristo antes que el del rey temporal?
Porque el Reinado de Cristo no es una metáfora piadosa: es una verdad doctrinal definida por la Iglesia. Y, como explicó Pío XI en Quas primas, ese Reinado tiene un contenido real.
Los reyes humanos -o los gobernantes en general (porque esto no es exclusivo de la forma política monárquica- ejercen un poder temporal, limitado y sujeto a error. Cristo, en cambio, tiene un poder universal, que abarca:
lo espiritual, porque Él transforma las almas y renueva la vida interior;
lo temporal, porque todo fue creado por Él y para Él (aunque Él renunció a ejercer ese poder político en su vida terrena);
lo personal y lo social, porque Él es fuente del bien privado y público.
Pío XI lo explica de manera luminosa: no se puede negar a Cristo su señorío sobre la sociedad sin que la sociedad misma se resienta en su fundamento.
Cuando Dios es expulsado de la vida pública, las leyes pierden su raíz moral, la autoridad se tambalea y crece la división social.
Por eso insistimos en el Reinado de Cristo: no porque Cristo compita con los poderes de la tierra, sino porque es Él quien da sentido, medida y dignidad a toda autoridad humana.
Cuando Cristo reina:
la autoridad se vuelve servicio,
la justicia se hace verdadera,
las leyes protegen al débil,
la paz se vuelve posible,
y la sociedad recupera un fundamento moral sólido.
Si Cristo reina solo en la conciencia, pero no en la vida social, la persona queda dividida. Y una sociedad hecha de personas divididas no puede permanecer en pie.
Por eso es crucial recordar su Reinado antes que el de cualquier poder temporal: porque sin Cristo Rey, todo lo demás -incluyendo la política, la autoridad y la convivencia- pierde su orientación, su medida y, finalmente, su estabilidad.
¿Por qué es más necesaria que nunca la campaña en tiempos de laicismo?
El laicismo actual no es simple neutralidad del Estado: es, en muchos casos, la exclusión práctica de Dios de la vida pública, como si la fe fuera un asunto puramente privado.
Este laicismo ha desembocado en una sociedad donde se eliminan las referencias morales objetivas, y donde la política, la técnica o la economía ocupan el lugar que antes ocupaba Dios. El Papa Pío XI lo advirtió con lucidez: cuando se expulsa a Cristo de las leyes y del gobierno, “los mismos fundamentos de la autoridad quedan arrancados”.
Eso es exactamente lo que vemos hoy: crisis personales (suicidios, autolesiones), crisis del matrimonio, crisis de la familia, crisis de autoridad, polarización creciente y un profundo vacío espiritual que atraviesa a toda la sociedad.
En este contexto, recordar el Reinado de Cristo es un gesto de verdad: significa afirmar que el ser humano necesita una luz que no puede darse a sí mismo, y que la sociedad requiere un fundamento moral más firme que las emociones del momento o los consensos pasajeros.
El Corazón de Jesús ofrece, justamente, lo que falta hoy: humildad verdadera, misericordia que comprende, y caridad que transforma.
Por eso esta campaña es más necesaria que nunca: porque la fe no puede quedar encerrada, y porque una sociedad que expulsa a Dios termina expulsando también al hombre.
Recordar el Reinado de Cristo es recordar que solo Él puede dar coherencia, unidad y esperanza a la vida personal, familiar y social.
¿Por qué Cristo no debe reinar solo en los corazones sino en la sociedad?
Porque Cristo no vino únicamente a transformar la vida interior de cada persona, sino a iluminar y sanar todo lo humano: la familia, la cultura, el trabajo, las empresas, las relaciones sociales, el sentido de la ley y la vida pública.
El Evangelio nunca es un mero sentimiento privado; siempre tiene consecuencias comunitarias y sociales.
Pío XI lo explicó con claridad: el Reinado de Cristo es espiritual en su naturaleza, pero no está limitado a lo íntimo. Su señorío abarca a toda la persona y, por tanto, a toda la vida humana. Él es Legislador, Juez y Rey; y su misión no consiste en gobernar como los poderes de este mundo, sino en ordenar la vida social hacia la verdad, la justicia y la paz.
Si Cristo reina solo en la conciencia pero no en la vida concreta, la persona queda dividida: cree una cosa y vive otra.
Si Cristo reina en el corazón, pero no en la familia, la familia se disocia.
Si Cristo reina en el alma, pero no en la sociedad, la sociedad queda entregada a otros “reinos”: el dinero, la ideología, el poder, la corrupción, la técnica o la emoción del momento.
Esto es lo que estamos viendo hoy: la desconexión entre la fe y la vida pública ha generado una sociedad sin brújula moral, donde se desdibuja el bien, se relativiza la verdad y se enfría la caridad.
Cuando Cristo reina, reina su misericordia, su justicia, su humildad, su caridad, su sabiduría, su verdad.
Y eso tiene efectos concretos: mejoran las familias, se pacifican las relaciones, se ennoblece la autoridad, se fortalecen las leyes justas y se regenera la convivencia.
¿Cómo sigue vigente la promesa de Cristo al Padre Hoyos?
La promesa hecha al Padre Bernardo de Hoyos —“Reinaré en España”— no es un eslogan chauvinista ni una frase emotiva: es una gracia espiritual inscrita en la historia de la Iglesia para toda la Hispanidad.
Y una gracia auténtica nunca caduca, porque nace del Corazón de Cristo, que no cambia. Cristo prometió el triunfo de su Corazón en las almas, en las familias y en la vida social.
Lo mismo que dijo a Santa Margarita María en Paray-le-Monial, lo confirmó a través del joven jesuita español: voluntad de Cristo de reinar por su Corazón allí donde sea acogido.
La vigencia de esta promesa se ve hoy con particular claridad por dos razones:
Porque las necesidades espirituales de lo que entonces era España (hoy, todas los países de la Hispanidad) son inmensas.
Porque Cristo sigue buscando almas que abran la puerta. Su reinado no avanza por decretos, sino por la conversión y la entrega de las personas.
Cada familia que entroniza al Sagrado Corazón está diciendo: “Señor, reina en esta casa, y reina en nuestras vidas.”
De este modo, la promesa se cumple no como un hecho automático, sino como una respuesta viva de las almas y de la sociedad a la iniciativa de Cristo.
El reinado prometido al Padre Hoyos es una victoria del Corazón de Jesús sobre la indiferencia, el relativismo, la división y la desesperanza que hoy marcan nuestra sociedad.
Por eso sigue vigente. Porque Cristo no se desdice. Y porque los hombres y las naciones siguen necesitando ese reinado de verdad, justicia, amor y misericordia.
¿Cómo espera que reaccione la gente?
Espero que la gente reaccione con libertad y, sobre todo, con sorpresa. No buscamos unanimidad ni una recepción homogénea; buscamos despertar.
Se me ocurren tres tipos de respuesta:
a. Sorpresa e interés.
Muchos nunca han visto una campaña pública sobre Cristo Rey y eso, simplemente, llama la atención. Que alguien se cuestione por primera vez qué significa que Cristo reine -y qué significa para su vida- es ya un primer fruto.
b. Rechazo o incomodidad.
Y esto no es algo malo. El Evangelio siempre ha provocado. Una sociedad que ha relegado la fe al ámbito privado puede sentirse interpelada cuando el amor de Cristo vuelve a aparecer en la calle. No pretendemos molestar, pero no tememos cierta incomodidad si conduce a una pregunta más profunda. Y la pregunta sería: ¿da igual lo que yo piense?
c. Conversión práctica.
Aquí está lo más importante. Que algunas personas entren en la web, escuchen las catequesis, redescubran el Reinado de Cristo y, finalmente, entronicen el Sagrado Corazón en su hogar y se acerquen a la Iglesia Católica. Si aunque solo fuera una familia volviera al Señor gracias a esta campaña, ya habría merecido la pena todo el esfuerzo.
En definitiva, no buscamos que la gente aplauda una campaña, sino que abra su corazón a Cristo.
El resto -las reacciones, los comentarios, incluso las críticas- forman parte normal y sana de un anuncio que se atreve a decir algo distinto en un mundo tan ruidoso.
¿Por qué es importante entronizar el Sagrado Corazón de Jesús en los hogares?
La entronización no es un gesto decorativo: es un acto de fe, un compromiso familiar que dice: “Señor, queremos que Tú seas el centro, que seas la paz de esta casa, que protejas nuestra vida y que reines en lo cotidiano.”
Allí donde Cristo entra:
se sanan heridas,
se fortalece la unidad,
desaparecen miedos,
cambia el ambiente interior
reina la caridad.
Durante más de un siglo, miles de familias han experimentado frutos concretos: reconciliación, protección, paz en la enfermedad, fuerza ante las pruebas, conversión espiritual.
Entronizar al Sagrado Corazón es, sencillamente, dejar que Dios sea Dios en casa.
¿Junto con adquirir una bella imagen y entronizarla ofrecéis también algo más… un “equipo de supervivencia”? ¿De qué se trata exactamente?
Sí. Lo llamamos así –equipo de supervivencia espiritual- porque creemos que, en medio del ruido y la confusión del mundo, las familias necesitan herramientas concretas para sostener la fe en el día a día.
El equipo incluye cinco elementos:
Una imagen digna del Sagrado Corazón de Cristo Rey, diseñada expresamente para esta campaña, para colocarla en un lugar de honor en la casa.
Una chapa para la puerta, como señal visible de que Cristo reina en esa casa.
Un “detente” para el coche, con el Sagrado Corazón, como recordatorio y protección.
Un certificado de entronización familiar, para solemnizar ese acto de fe y dejarlo por escrito como herencia espiritual.
Un vademécum práctico, con explicaciones, catequesis, poesías, cantos y oraciones que ayudan a vivir la fe en familia y a entender el sentido profundo de la entronización.
La idea es muy sencilla: que la entronización no sea solo un gesto puntual, sino el comienzo de un camino espiritual. No basta con tener la imagen; hace falta acercarse a la Iglesia (a tu parroquia, a tu movimiento, etc.), alimentar la fe, rezar en familia y mantener vivo el fuego que se enciende ese día.
Por eso lo llamamos “equipo de supervivencia”: porque ayuda a sostener la vida cristiana en tiempos de sequedad y oscuridad.
¿Quién está detrás de la campaña?
Detrás de Rescoldo Hispánico hay un grupo de amigos que de modo espontáneo, y después de muchas conversaciones, decidimos hacer algo para contribuir a la extensión del Reino de Dios. Y lo que empezó como una idea acabó cogiendo forma de asociación a la que se han ido sumando cada vez más personas.
Procedemos de distintas realidades eclesiales. Lo que nos une es una misma fe y la comunión con la Iglesia. De tal modo, que cada uno suma al proyecto con las particularidades propias de su carisma (como hemos reflejado con las distintas catequesis que aparecen ahora en la web de la campaña -https://sagradocorazon.rescoldo.org/- y que iremos añadiendo cada mes).
Si hemos recibido un tesoro, no podemos esconderlo bajo tierra.
Nacemos precisamente para avivar lo que parece a punto de extinguirse, custodiar el fuego de la tradición cristiana e impulsar acciones concretas que ayuden a que Cristo vuelva a ser reconocido -en las personas, en los hogares, en las empresas y en la vida social- como Rey de amor y de misericordia.
https://www.youtube.com/watch?v=z2ADHLSPicU
