(Por José Fermín Garralda) –
Finalizado así un largo y accidentado proceso de cinco siglos, en todos los países, y especialmente en los aún católicos, se advierte la absoluta necesidad de retomar el reinado social de Jesucristo. Sólo hay dos puertas. Tras abrir engañados la puerta de la mentira y la falta de representación, el capricho y la imposición, el asesinato y los ídolos… ahora es el momento de abrir lisa y llanamente la otra puerta: la de un poder civil rendido ante la realeza de Jesucristo, única luz invencible y príncipe de la Paz. Esto es decir “basta” por elevación y fundamento. Esto no es una ideología, ni un totalitarismo al revés. Esto es vencer la opresión y corrupción en España y ese totalitarismo del NOM que nos abre los ojos.
La encíclica Quas Primas de Pío XI comienza así: “el mundo ha sufrido y sufre este diluvio de males porque la inmensa mayoría de la humanidad ha rechazado a Jesucristo y su santísima ley en la vida privada, en la vida de familia y en la vida pública del Estado; y es imposible toda esperanza segura de una paz internacional verdadera mientras los individuos y los Estados nieguen obstinadamente el reinado de nuestro Salvador”. Dicha encíclica, de obligada meditación, es de 1925.
Por entonces el mundo era un volcán. En 1918 finalizaba la Iª guerra mundial, en 1923 Francia y Alemania chocaban en el Sarre, y era reciente el tratado de distensión de Locarno en 1925. Más: las democracias liberales engañaban con su falsa libertad, degradación e incapacidad ante el comunismo y anarquismo. Eran un fruto del panteísta Spinoza (s. XVII). En 1917-1918 se imponía el comunismo en Rusia, en 1923 Hitler fracasaba en su golpe de Múnich y escribirá Mein Kampf, para llegar al poder en 1933, en 1922 Mussolini triunfaba en la Italia, ocultando su afán totalitario. Surgirá Stalin. Recordar la realeza universal de Jesucristo -el Todo, el alfa y omega-, hacía frente a los nuevos ídolos: los totalitarismos democrático, comunista, nazi y fascista, considerados entonces como definitivos. Pues bien y como ayer, hoy es el momento de la afirmación solemne y rotunda.
En España, elegida por Dios para hacer el bien, la anti-España se desencadena siempre con una rapidez y profundidad inusitadas. Si tras 1931 los gobiernos no respondieron “a la fe que profesa la inmensa mayoría de los ciudadanos”, según advirtió Pío XI en Dilectissima Nobis (1933, nº 15-22), tras 1978 ha pasado lo mismo: ¡qué apostasía pública la del Estado! ¡cuántos católicos votaron y votan a los peores! ¡qué continua traición al electorado católico y clerical!
¿Quién romperá la atadura? ¿Será una tal Simonovic, relatora especial sobre la violencia contra la mujer de la ONU, cuando el 9 de diciembre presionaba a Argentina desde la burocracia del NOM para que legalizase el aborto? ¿Quién salvará, iluminará el camino, y dará fuerzas para la gran reconstrucción…? Quien lo haga, deberá ser proclamado. Sólo Cristo lo puede hacer. Por eso, quien gobierne deberá declararle Señor. Sólo Él muestra la realidad, necesita la ayuda de todos, hace posible una verdadera participación social, y es buen pagador.
Cristo rechaza los totalitarismos -democrático o comunista-, sintetizados en el mundialismo que viene. Cristo, fundamento del bien, Nombre sobre todo nombre, Sol, luz y calor, único protector del débil. Polonia, Hungría y algunos políticos internacionales marcan el camino. Sin Cristo como estrella, faro y única Luz Invencible… nada es posible. Con Él, todo.
José Fermín Garralda
Publicado en el quincenal “Siempre P’alante” nº 847 (10 de enero de 2021) p. 14