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12 de agosto de 2019 0 /

Reflexiones sobre educación en el sistema NOM

 

Pedagogos pasan, al infierno vamos…

RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO

 

En su ensayo La restauración de la cultura cristiana (1983), el católico John Senior cita extrañamente al influyente filósofo ateo John Dewey, quien dijo aquello de que “las escuelas son instrumentos de cambio social más bien que de educación, y esa es la razón por la cual Juanito o María no leen, ni escriben, ni sueñan, ni piensan. Las verdaderas escuelas son, precisamente, lugares de no cambio, de cosas permanentes”; curiosamente, o no tanto, la cita del mentado pedagogo socialista/comunista contiene una gran verdad, y es que las verdaderas escuelas ya no existen.

Hoy, en la postrimerías de la catastrófica España del 78, nuestras amordazadas instituciones de enseñanza han devenido grandes cementerios del espíritu, centros de ingeniería social púber donde, con mayor o menor eficiencia, la novísima generación está siendo sometida a una inenarrable serie de “experimentos pedagógicos” encaminados a consolidar la agenda global del Nuevo Orden Mundial (en España, en Europa, en el Orbe todo); observamos estremecidos cómo las más tiernas cabezas, tan maleables, han normalizado la deriva nihilista dentro de sí. Este cambio de paradigma mental es un hecho innegable, aunque científicamente no demostrado: negarlo será propio de cobardes o de hipócritas, pero no de gente despierta y sensata atenta a los movimientos del espíritu; afirmarlo, meramente, confirmará la maldad propia del sujeto que asiente ante esta quiebra sin precedentes.

Vituperamos toda prolijidad innecesaria en periodismo. Por ello, nos proponemos concretar dichas mutaciones en base a una serie de diez escolios y reflexiones, puntales prototípicos de este nuevo escenario de cambio social que amenaza destruir nuestra Patria para hacer de ella el perfecto laboratorio NOM que ya casi es, modelo de sociedad esclavizada a los intereses de la oligarquía iluminista que dirige desde la sombra este entramado apenas cognoscible.

1.- Puesto que todos son iguales…

Conviene partir de la premisa fundamental/fundacional: el mito de la igualdad. Premisa tremendamente injusta y desigual, por cuanto nivela siempre hacia abajo, malogrando de inmediato cualquier conato diferenciador que posibilite la irrupción de una personalidad o una inteligencia descollante. En el actual Sistema educativo (léase en abstracto, es decir en conjunto), la virtud democrática de la igualdad es simplemente la negación del ser por la vía de una mediocridad normativizada, puesto que “el que se mueve no sale en la foto”.

2.- Un “nivel” cada día… más bajo

Año tras año (sin necesidad de informes PISA ni demás simulaciones preparadas) se confirma una marcada tendencia a la baja, no sólo en la cartilla de conocimientos, sino también en el CI (medio) del alumnado (medio): el “nivel” (sic) académico desciende, y lo hace porque para que un sistema tan fallido como el presente se perpetúe, es precisa su retroalimentación con tónicos degradantes que lo vigoricen/desvigoricen en su caída libre ¿hacia el 0 absoluto? ¡Cuánto peor, mejor!

 3.- La democratización del talento… y la pérdida del mismo

La vida, escuela de jerarquías, no es demócrata. Sólo la muerte lo es. El sistema democratizador favorece la multiplicidad de inteligencias para devaluar la inteligencia misma. El cultivo del talento exige el ejercicio de la auto-exigencia y el esfuerzo sin recompensas inmediatas. Amén del hábito del silencio, inaccesible en las actuales instituciones donde el ruido, cual agresión perpetua, lo inunda todo. Por eso siempre habrá algo espurio, indeseado, en recurrir a todo tipo de “inteligencias” para justificar, por ejemplo, los altos ratios de suspensos en matemáticas (cita: “no tiene inteligencia matemática, pero es muy buena en inteligencia emocional”).

4.- Profesionales de la enseñanza… sin motivación ni estilo

No es de nuestro interés hablar sobre la desprestigiada figura del maestro o del profesor, devenidos en el grueso de las ocasiones autómatas desmotivados o robots-funcionarios que cumplen con sus obligaciones en aras a la percepción de la nómina de rigor. ¿Por qué las figuras del maestro y del profesor ya no inspiran ese respeto que inspiraban antaño entre el pueblo llano? Sencillamente porque han renunciado en gran parte a lo que el ejercicio de la profesión docente implica en su esencia: la verdadera formación del espíritu a partir de la predicación con el ejemplo. Y esto, en efecto, el Sistema no lo alienta: todo lo contrario. Sólo así se entiende que el docente de nuestro tiempo, privado de la menor sombra de autoridad, sólo inspire indiferencia o tedio risible al pupilo inoperante.

5.- El fracaso de la educación mixta y la represión del principio masculino

Una de las pruebas más flagrantes de este fracaso (alentado y programado por el Régimen del 78) es la educación mixta. Los más avezados pedagogos advierten de la torpe, e ineficaz fijación, por mezclar niños y niñas en un mismo espacio de cohesión social (el aula como simulacro), máxime sabiendo que tanto los unos como las otras participan de diferentes desarrollos cognitivos, intelectuales, emocionales e incluso cronológicos en un contexto tan complejo, y tendente al caos (de no mediar una rígida disciplina militar), como es el aula. Si a ello sumamos la marcada tendencia hacia la seudo-feminización del medio, comprenderemos lo nocivo de la imposición de unos estándares direccionales seudo-femeninos (del arco que va de las lecturas a los juegos), que han usurpado por así decir el espacio de la virilidad y las conductas masculinas, censurando progresivamente estas últimas y recompensando las primeras, todo ello mediatizado además por la agenda LGTBI. Un sistema educativo cuyo credo no es otro que el marxismo freudiano, con su marcada tendencia a domeñar al sujeto sobre el denominado “principio de castración”, necesita de estos procesos para imponer sus peculiares medidas coercitivas.

6.- La trampa de la diversidad

Edad de confusión por antonomasia, la infancia (y, en menor grado, la adolescencia) acusa la plasticidad de las personalidades en formación. Al anteponer el problema de la diversidad (un término sin un sentido claro) se pretende desestabilizar los polos de atracción que han garantizado la pervivencia de una concepción académica duradera en el tiempo (“Quod natura non dat, Salmantica non praestat”), generando una mixtura de velocidades en el aprendizaje contraproducentes. ¿Es realmente satisfactorio mezclar en la misma aula alumnado PAI con alumnado TEA? La diversidad en el aula perjudica además el rendimiento de los más dotados y/o capacitados intelectualmente, teniendo que ir a remolque de los rezagados, los desmotivados e incluso los absentistas. Claro que en no todos colegios e institutos operan estas mixturas.

7.- Ética laicista

El triunfo de la ética laicista (masónica) sólo podía significar el advenimiento de la moral satánica. El mandamiento único destinado a estas nuevas generaciones tan sólo es un nuevo credo totalitario y desalmado que reitera con insistencia: “Todo es relativo”. De forma soterrada y apenas visible, sus estragos han devastado en las últimas décadas la dimensión cristiana del horizonte colectivo, que por así decir apenas cuenta, desempeñando más bien un papel meramente ornamental (colmado por las fachadas de las iglesias y los campanarios visibles de las urbes). Este vaciado de contenidos se ha trasladado incluso a la asignatura de Religión “Católica”, que apenas desempeña hoy un triste y crepuscular papel de aliada de las asignaturas netamente masónicas, como Educación para la ciudadanía, Valores éticos, Cultura científica, etc. Puesto que el hombre se adora a sí mismo, la palabra tabú es “Dios”.

8.- Materialismo

El grueso de los jóvenes modernos sólo creen en lo que pueden ver (y tocar), especialmente si es un teléfono móvil celular de última generación. Sin embargo, aquello que frecuentan y que por ende suelen ver (y tocar), es tan mezquino, y feo, que no les permitirá salir de ese rudo estado de no-contemplación que domina el mundo moderno, todo fealdad e instrumentalización (¿al servicio del mal?), en cuyos espacios son inmolados sus espíritus ante la habitual indiferencia de sus compañeros, sus padres y el mundo.

9.- Imposición de los modelos de la cultura de la muerte

Muchos niños de once años se declaran abiertamente abortistas, y aprueban la eutanasia para sus mayores sin el menor rubor. El Sistema, incapaz de alumbrar genios y santos, puede darse por contrapartida el gusto de producir/proyectar pequeños aspirantes a psicópatas sin un átomo de empatía encima. La implantación de este tipo de modelos, tóxicos y nocivos en adultos, resulta catastrófico de ser aplicado a semejantes edades. Podemos afirmar que la generación adulta de mañana no tendrá reparo, a tenor de estas urdimbres, de firmar con su pasividad de Eloi los más horrendos crímenes sin inmutarse un ápice.

10.- Integrar desintegrando

A falta de una personalidad potencial que dignifique ese sujeto en ciernes, la pedagogía del Sistema practica una suerte de desintegración gradual del sujeto, de modo que cuando éste abandone el centro educativo aparezca a los ojos del mundo como un perfecto número intercambiable, sin nada que lo diferencie del resto de la masa amorfa. Se han visto programas para niños de cinco años de edad (sin todavía saber leer) en torno a la aplicación de monográficos trimestrales tan maliciosos como “Kandinsky” (arte abstracto a-significativo) o “El cuerpo humano” (antesala precoz al libertinaje pornográfico).

Juzguen ustedes y alcen la voz insatisfecha de las buenas gentes amordazadas que, antes de transigir bobamente con las imposiciones de su verdugo, prefirieron plantar cara a éste retorciéndose como poseídos antes de poner el cuello en la piedra sacrificial.

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