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2 de septiembre de 2020 2

¿Qué es (a fin de cuentas) el liberalismo?

¿Qué comparte todo liberalismo?

Al hilo de una discusión en la red social Twitter acerca del uso del término «liberal», me he acordado de que, hará ya unos cuantos años (me imagino que sería por 2009), me propuse averiguar de una vez por todas qué narices era exactamente el liberalismo, más allá de las definiciones doctrinales y, sobre todo, más allá de cómo se ha definido el liberalismo por los «no liberales».

Por ello, busqué y seleccioné autores liberales contemporáneos, preferentemente españoles, de un espectro lo más amplio posible y miré cómo definían ellos mismos el liberalismo.

Los finalistas fueron: a) Jesús Huerta de Soto b) José Carlos Rodríguez (a través de David Boaz en «La Ilustración Liberal») c) Carlos Alberto Montaner (del «Cato Institute»); y d) Antonio Garrigues Walker.

La primera impresión fue que todos, aunque alguno lo negara, se erigían en adalides del «liberalismo auténtico», si bien las definiciones divergían no poco entre ellas.

Veamos qué decía cada uno en sus propias palabras:

A) Para Jesús Huerta de Soto [1] «el liberalismo es una corriente de pensamiento (filosófico y económico) y de acción política que propugna limitar al máximo el poder coactivo del Estado sobre los seres humanos y la sociedad civil», y señalaba una serie de principios que, según él, integraban el «ideario liberal». De entre todos ellos, me llamó la atención el principio de autodeterminación de cada grupo social y, en su conjunto, tenían aquellos principios como fin primordial el establecimiento de un «orden mundial basado en la paz y libre comercio voluntario, entre todas las naciones de la tierra». Finalmente prometía que, de llevarse a la práctica este ideario, en España se consolidaría una «sociedad dinámica y abierta».

B) José Carlos Rodríguez [2], en la revista La Ilustración Liberal, se hacía eco de la publicación de un libro de David Boaz (editorial de FAES «Gota a Gota») para el que la «filosofía de la libertad» (en contraposición a la «filosofía del poder») pilotaba en tres principios o dogmas (trípode lo llamaba), a saber: «el derecho a la vida, propiedad y libertad».

Boaz, en su libro, destacaba los hitos de la filosofía de la libertad (sic) en el «descubrimiento de la ley natural» y «la libertad religiosa», señalando que todos los derechos (podríamos decir: como los mandamientos), se contenían en uno sólo: «el derecho fundamental del ser humano de vivir la vida como deseemos».

C) Por su parte, Carlos Alberto Montaner [3], antes de enumerar los principios liberales, advertía de que «un liberal tiene que someter su conducta a la tolerancia de los demás criterios», y manifestaba la opinión de que cada generación ha de forjar su propio destino, calificando a Locke como el «padre del liberalismo político».

Montaner fija, como principios liberales, los siguientes: a) la libertad y responsabilidad «individuales»; b) la tolerancia y pluralidad; c) la propiedad privada; d) la defensa del Estado de Derecho; e) la defensa, también, de un «mercado abierto»; f) la conformación espontánea de una sociedad de ciudadanos «que voluntaria y libremente segrega cierto tipo de Estado para su disfrute»; g) la democracia representativa; y h) un gobierno sujeto a ley.

D) Finalmente, para Garrigues Walker [4] (del que sobran presentaciones en España) «nadie debe arrogarse ni la definición ni la representación del liberalismo auténtico» aunque sí hablaba de que el liberalismo (citando a Ralf Dahrendörf) no es otra cosa que «una teoría política de la innovación y el cambio».

Como precaución, Garrigues manifestaba que «no es liberal, en concreto, quien afirma que su religión además de ser verdadera, es la única verdadera», o que «no es liberal el que defiende tradiciones y privilegios». En su vertiente económica, el liberalismo entendía que «el mercado es el sistema que permite una asignación más eficiente de los recursos».

Conclusiones

Ante este panorama —me planteé— ¿quién tiene razón? ¿Es el liberalismo la doctrina de la ausencia de dogmas (como defendía Garrigues) o una doctrina que sí es capaz de asumir ciertos dogmas fundamentales (tal y como señalaban los demás autores)? En este segundo caso, ¿cuál de ellos era el más genuino y por qué?

A la vista de tanta definición, clarísimamente, el liberalismo era un término polisémico, si bien, en una lectura atenta, se podía concluir que en conjunto sí permitían fijar un sustrato común: todos recogían de alguna forma las ideas ilustradas.

Mi conclusión (por no hacer más aburrido este artículo) fue que la elección de los principios o dogmas sobre los que pilotar la filosofía liberal (como hacían todos, menos Garrigues) eran, a fin de cuentas, algo arbitrario o «a elección del consumidor». En el mejor de los casos, parecían querer remontarse y heredar la tradición clásica (Cicerón, Catón, Juan de Mariana (¡ay!), o Diego de Covarrubias), pero lo que nunca explicaban (ni los liberales ni los libertarios) es cómo toda esa tradición clásica podía ser compatible con la concepción racionalista del derecho natural tal y como Hugo Grocio lo entendió, o con las doctrinas que derivan del Contrato Social (ya sea la formulada por Hobbes, Rousseau o Locke).

En definitiva, me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora, que la definición más honesta (por coherente y fiel a los orígenes) de liberalismo era la de Garrigues Walker.

Por aquel entonces aún no había leído a Gambra (ni al padre ni al hijo), apenas algo de Álvaro d’Ors y Vázquez de Mella y, por ello, extraje la conclusión sin alcanzar aún a entender, como hice después al leer a Alberto Caturelli [5] que, en efecto, el liberalismo, tanto el que deriva de Rousseau como el que deriva de Locke, no es otra cosa, como decía Rafael Gambra [6], que aquel que afirma la «neutralidad del orden social y político, su desligamiento respecto de una instancia trascendente».

Como confesión personal, la lectura atenta de León XIII [7] y demás condenas eclesiásticas, aunque las conocía, vino algo después. De esta lectura no pude más que concluir que bien condenadas están estas corrientes, siquiera en su contenido, más allá de cómo se denominen a sí mismas. Y que están condenadas, no tanto por la Iglesia (que sí), sino por los mismos principios liberales, con sus ideas diluyentes de cualquier orden social natural.

 

Fuentes y bibliografía:

[1] https://www.jesushuertadesoto.com/articulos/articulos-en-espanol/liberalismo/

[2] https://www.clublibertaddigital.com/ilustracion-liberal/33/es-usted-liberal-jose-carlos-rodriguez.html

[3] https://www.elcato.org/sites/default/files/pdf/ens-2009-02-06.pdf

[4] https://www.abc.es/opinion/abci-liberalismo-autentico-200805200300-1641878871605_noticia.html

[5] Alberto CATURELLI, en «Liberalismo y Apostasía» (http://www.gratisdate.org/archivos/pdf/14.pdf)

[6] Rafael Gambra Ciudad, «La actual apoteosis del liberalismo», publicado originalmente en El Pensamiento Navarro, el 10 de noviembre de 1976, y recogido en la revista Verbo, núm. 585-586 (mayo-junio-julio 2020)

[7] León XIII, Carta Encíclica Libertas Praestantissimum, sobre la libertad y el liberalismo (en: http://www.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_20061888_libertas.pdf)

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2 comentarios en “¿Qué es (a fin de cuentas) el liberalismo?

  1. Ramón de Argonz

    Muy buena síntesis. Buen trabajo, con el que estoy de acuerdo. Muchas gracias. Para descargo de Jesús de la Huerta Soto, diré que sobre todo es economista -de la escuela austríaca-, y que se centra en que el Estado se desposea de toda esa multitud de atribuciones que como Levithan ha tomado en materia económica. Para él, los actuales Estados en Europa son un peligro público en materia económica, por adolecer de una mentalidad socialista enemiga de las libertades -de la Huerta diría de la Libertad-, que casi roza con la planificación central. Por eso, de la Huerta Soto dice muchas cosas sensatas en su critica radical y jocosa -algo deslenguada, si no nadie te hace caso- al actual Estado (estatismo) en el ámbito económico, aunque personalmente discrepe de él de varios de sus fundamentos. Profesor de la Juan Carlos I, tiene publicadas numerosas conferencias, clases y charlas en la red.

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    1. identicon

      Jorge Cerdán de Landa

      Muchas gracias por el comentario, D. Ramón.

      En cuanto a Huerta de Soto, no nos dejemos engañar. Sus críticas al estado son (en su caso) aparentemente sensatas, pero ni los postulados que subyacen en su crítica ni el objetivo de las mismas pueden considerarse salvables. En primer lugar porque adolece de una confusión muy grave, presente en todo el orbe libertario (o si se quiere, un error), y es que su crítica al estado se dirige indiscriminadamente contra un elemento natural de todo orden social: el poder, la potestad política. Ésta es de orden natural, necesaria, junto con la Auctoritas, para una adecuada constitución política. Otra cosa, por supuesto, es la existencia del artefacto moderno estatal. Pero en su doctrina no salva estas diferencias, con grave quebranto de su propia teoría.

      Y en segundo lugar, porque su crítica se realiza desde presupuestos individualistas y autodeterministas. No sé si es necesario que ahonde en ello.

      No caigamos, por tanto, en venenos que, por muy sabrosos que parezcan, incluso agradables al paladar (para gustos, colores), corroen el interior.

      Un abrazo

      Jorge

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