La opción caníbal… – Anti-humanismo globalista en clave antropófaga
Los pilares que sustentan la ideología de nuestra Iglesia [sic] son “Suicidio-Aborto-Canibalismo-Sodomía”.
CHRIS KORDA – IGLESIA DE LA EUTANASIA
Que el Occidente moderno, apóstata y secularizado hasta la cerviz, se ha ido transformando en la más sórdida cloaca de impureza y perversión imaginable, es hecho que no requiere demostración alguna: basta entreabrir (si eso es posible) los ojos y atisbar a nuestro rededor cuán odiosas y devastadoras ideologías de mingitorio están propalándose a sus anchas a través de los medios satánicos del Sistema.
Ahora “ha bajado a la calle” (es un decir) el debate en torno al canibalismo (!) Y ha sido un sueco (¡cómo no!), un absurdo profesor de marketing con ínfulas de gourmet, el emisor de la nueva consigna:
“Comer carne humana podría salvar el planeta del cambio climático”,
ha sentenciado Magnus Söderlund (cfr. La Tribuna del País Vasco, 5 de septiembre de 2019); una magna soberana gilipollez, ¿o tal vez no?
Por lo visto, algunos cándidos han llegado a creer que esta noticia (difundida por varios medios) era otro ejemplo de fake news. Lamentamos persuadirles de lo contrario: son este tipo de noticias las que, por su absurda y vomitiva putridez, denotan más autenticidad que otras, atenuadas o pasaderas en su exposición. El embrutecido público moderno ya no puede digerir la grisácea mediocridad normativizada desde la Zona oscura: necesita de fuertes sacudidas y grandes conmociones para “sentirse vivo”. ¿Faltaba algo más? ¡Pues aquí lo tienen!
Ya lo veníamos anunciando/denunciando desde hacía tiempo, ante la indiferencia y tibieza de los más, quienes nos escudriñaban con rostro indulgente. Y es que, tras el escepticismo de Juan Pueblo, un grupo cada vez más nutrido de nuestros coetáneos (disidentes a su pesar, la mayoría) se ha concienciando bien de lo que ha dejado de ser una mera teoría de conspiración: la potencial legalización del canibalismo; es un hecho que abordamos desapasionadamente y sin amarillismo en uno de los anexos de nuestro libro Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial: Un manual de trinchera [La Tribuna Ediciones, 2019], al tratar sobre los “progresos” de la Ventana Overton en España. En nuestro limitado análisis, dicho fenómeno (léase el canibalismo) aparecía en el escalafón más bajo de la Ventana de posibilidades en el contexto español, en cuanto enmarcado como el primero de los cinco pasos existentes (del tránsito que va de lo impensable a lo político, a través del siguiente recorrido: lo impensable – lo radical – lo aceptable – lo sensato – lo popular – lo político). Y escribíamos:
“1ª Etapa: de lo impensable a lo radical: por fortuna en España, el CANIBALISMO todavía se considera un fenómeno impensable y absurdo, de puro tabú. ¿O tal vez no? Pese a ello, el caso real del caníbal alemán de Rotemburgo, en 2001, comenzó a publicitar el tema, sentando un precedente que la prensa amarilla -con morbosa miseria- instrumentalizó a placer: lo impensable pasó a ser lo pensado, y por ende fue considerado en el espectro de los posibles (dos décadas antes, una pésima película de Ruggero Deodato ya había visibilizado el tema para el público de masas, pero todo quedaba en el plano de la ficción cinematográfica)”
No es que nos otorguemos el don de la clarividencia, pero hará unos meses, en una ponencia, salió a la luz este tema, y fue quien les habla el único en alertar que, antes del 2021, veríamos “la cuestión caníbal” bien aireada, en cuanto “bajada a la calle”. La intuición no me falló: mis pronósticos se han cumplido: la locura/cordura del caníbal de Rotemburgo ha quedado obsoleta, es decir, ha sido “asimilada” por el subconsciente colectivo. Y ha tenido que ser un sueco (por algo no nos cansaremos de repetir que “Suecia es el laboratorio más a la izquierda del Nuevo Orden Mundial”) el primero en airear públicamente, y con la cómica seriedad de un luterano renegado, la urgente necesidad de legitimar (para luego legalizar) este fenómeno: “Comer carne humana podría salvar el planeta del cambio climático”.
Lo menos sorprendente, por trivial, es analizar la (ilógica) lógica interna e infernal de la frase que este sofista del diablo esgrime para legitimar el fenómeno de marras, ofrendándolo de paso a la corrección política más lesiva. La frasecita cohete, en verdad inextricable, presenta tres eslabones en su recorrido secuencial hacia la nada:
- Comer —> carne (humana): ¿Qué comer? = Carne, pero “humana”, ¿eh?
- Podría —> salvar (el planeta): “Podría”, es decir, que tal vez “no podría”, salvar el/un planeta; pero, ¿qué significa salvar el/un planeta? ¿Puede salvarse el/un planeta del mismo modo que puede salvarse una casa de las llamas, un no-nacido de las tijeras del matarife abortista, una idea de su corrupción a manos de los sectarios ideósofos? ¿Puede salvarse un planeta del estallido de una estrella gigante roja? ¿Puede salvarse un cretino del cero o del infinito?
- Del cambio climático: ¿Qué cambio climático? ¿Hay evidencias reales del/un presunto/supuesto cambio climático? ¿Por qué politizar algo tan… impreciso como quimérico, sin argumentos científicos válidos, es decir no falsables?
Ni el mismismo Aristóteles, ante tamaña frasecita-cohete, podría sacar nada en claro. Pues la frase carece de sentido, en cuanto afirma y contradice su propio mensaje, puesto que muere en una posibilidad inextricable, sin otra razón de ser que su propia perturbación del sentido. No quiere decir nada, es decir, quiere decir todo (léase “cualquier cosa”). LA CORRUPCIÓN DEL LENGUAJE CONDUCE IRREMEDIABLEMENTE A LA CORRUPCIÓN DEL HOMBRE. Cuando un sueco pagado por la divisa marxista cultural como el charlatán Magnus Söderlund comienza a emitir su cháchara de absurdo profesor de marketing, lo mejor que puede hacer el nacido es cubrirse los oídos con unos buenos tapones.
El problema es que el tal Magnus es tan sustituible como un sifón de retrete, y tras su no-ser, las FUERZAS OCULTAS no tendrán ningún reparo en poner a otro Magnus de tres al cuarto que refuerce en la Ventana de posibilidades de Overton el mismo argumento, sólo que recrudecido y magnificado.
Desde luego que esto del canibalismo no es nuevo, ya no digamos en el ámbito de la ficción literaria y cinematográfica. En 1989, un cineasta tan irritante como vacío y falto de talento llamado Peter Greenaway, estrenó un bodrio titulado El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Aquella majadería frivolizaba con el tema del canibalismo de servilleta y mantel bordado, cual punto y aparte entre lo crudo de lo cocido. Ciertamente, los tremendismos de Ruggero Deodato sobre caníbales (lo crudo) habían quedado bastante cuestionados por los mismos dinamiteros del puño en alto. Era preciso sofisticar los envoltorios de esta nueva jerga de la autenticidad posterior a la Teoría estética de Adorno. Lo cierto es que desde entonces no han cesado de aparecer peliculillas y novelitas sobre caníbales muy relamidos a la mesa. El héroe-gastrónomo moderno no es Vatel, sino Hannibal Lecter. ¡Perro mundo! ¿De qué nos quejamos entonces?