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26 de agosto de 2024 2

La infanta Sofía de Borbón Ortiz podría convertirse en Felipe VII

La Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, publicada con la rúbrica del rey Felipe VI, establece que para cambiar de sexo solo hace falta ser mayor de 16 años y manifestarlo ante un funcionario del Registro Civil, sin que este pueda  denegarlo o cuestionar la decisión. No se requiere ni cambio de aspecto físico ni aval médico o psicológico de ningún tipo. La simple voluntad manifestada es suficiente. Y si el funcionario en cuestión muestra reticencia, se expone a que se le aplique el Código Penal. No en vano el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha instado a que se garantice el cambio registral del sexo sin el requisito previo de sufrir procedimientos médicos tales como una operación de reasignación sexual o una terapia hormonal. Es todo Occidente, y no solo España, el que va a la deriva.

Consecuencia del bodrio legal anterior es una colección de anécdotas que no hace sino ir en aumento cada día: guardias civiles que cambian de sexo para ascender, un ertzaina que se libra de la acusación de violencia de género contra su mujer e hijas porque previamente se había registrado como mujer etc etc. Caballeros de pelo en pecho y barba espesa que pasan a llamarse Maribel, y boxeadores reparte mamporros que concursan en campeonatos como la señorita Jenny. Ni La Codorniz en sus mejores tiempos hubiera sido capaz de imaginar el nivel de surrealismo en que vivimos actualmente.

Hasta ahora los humanos, como todos los demás mamíferos, pertenecíamos a dos sexos posibles. Es una de esas malditas leyes tiránicas de la naturaleza, parte de esa Ley Natural que hay que cargarse porque somete al hombre a un orden exterior y ajeno a su voluntad, que va en contra de la nueva pretensión de ser como dioses, autores de una nueva y mejorada creación.

La única solución progresista y liberadora es hacer un regate a la naturaleza y hablar de “género” en vez de sexo, porque el género es un concepto cultural, y en ese terreno es en el que podemos desenvolvernos a nuestro antojo.

Gracias a eso -a la ingeniería social-, disfrutamos ahora de una variedad de géneros mucho más amplia que la ofrecida por la rancia y rígida naturaleza. Creo que van por cinco o seis las posibilidades. Los funcionarios del Registro Civil, pasaportes etc, ya no saben cómo titular a ese epígrafe. Lo mejor será quitarlo, porque al fin y al cabo que la policía quiera saber esas cosas es una intromisión en la vida privada. ¡Fuera declaración del sexo -quiero decir “género”- al que se pertenece!

La nueva legislación aprobada en 2023 sobre el cambio de género abre además posibilidades insospechadas, que la proverbial picaresca ibérica ya se está encargando de poner de manifiesto. Una simple manifestación de voluntad ante un funcionario del Registro y donde dije Julián digo Laura. O viceversa. Es difícil imaginar una galería de noticias tan chuscas y esperpénticas como las que conocemos cada día a través de los periódicos. Superan toda imaginación.

Falta, sin embargo, una que se me ocurre que podría reservarse para la traca final: es bien sabido que la ley de sucesión al Trono vigente en la actual Constitución establece la prioridad del varón sobre la mujer, que puede ser heredera en ausencia de varón. Esta norma, en la España presente, convierte en Princesa de Asturias a la Princesa Leonor, que perdería sus derechos -salvo modificación de la Constitución- en el caso de que sus padres los reyes tuvieran un hijo varón, de esos que a veces vienen unos años tarde sobre el resto del pelotón.

También podría darse, sin embargo, el supuesto de que a la Infanta Sofía la diera un día un ataque de celos y decidiera dar el paso de registrarse como varón. Tiene diecisiete años, y ni siquiera necesitaría el consentimiento paterno. En ese caso, en un mes, semana más semana menos, podría suceder algún día a su padre como Felipe VII. Y, ley en mano, nadie podría insinuar la menor alegación en contra, y mucho menos su propio padre el rey Felipe VI, que sancionó con su firma el bodrio legal.

Ruego al lector no interprete como ligereza lo que escribo, aunque obviamente pertenezca al género de la astracanada. Y vaya por delante mi mayor respeto por las personas que sufren un trastorno de no identificación con el sexo de su cuerpo. Son hijos de Dios, y muchos de ellos podrán precedernos en el Reino de los Cielos. Creo, sin embargo, que su dolorosa situación merece ser abordada de distinta manera. Mi respeto también a la familia real, y en particular a la infanta Sofía, que me perdonarán la licencia que me tomo para esta reflexión.

Hoy por hoy, parece que ni en sueños se daría algo así. Aunque cosas hasta ahora inimaginables se están convirtiendo en el pan nuestro de cada día. Si algún día tal cosa o similar pasara, no podríamos quejarnos de no haber ido poniendo, ladrillo a ladrillo, todas las piezas necesarias para hacer posibles este tipo de absurdeces.

Vivimos en un puro surrealismo, en un mundo onírico que ha cortado las conexiones con la realidad, y todas las pesadillas parecen ir haciéndose realidad.

Para la restauración de la cordura, el primer paso ineludible será empezar de nuevo a llamar a las cosas por su nombre.

 

 

 

*Advertencia: La imagen de la Infanta Sofia de Borbón que acompaña a este artículo ha sido manipulada artificialmente con el propósito de ilustrarlo.
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2 comentarios en “La infanta Sofía de Borbón Ortiz podría convertirse en Felipe VII

  1. Juana de Beira

    Con todos los respetos al autor y al artículo. Calificar de ” Infanta” a un miembro de la dinastía Puigmolto, por muy astracanada que diga ser el artículo su autor, no lo veo muy propio de un carlista, claro que no existe un carlistometro. Tampoco entiendo porque, cuando se usa el derecho a la libertad de expresión, hay que pedir ninguna disculpa.

    Responder
    1. Javier Carrasco

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