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25 de octubre de 2022 1

El “derecho a cagarse en Dios” y la Memoria Democrática

(por Javier Urcelay)

 

Richard Malka es co-propietario y abogado de la publicación francesa Charlie Hebdo, que se hizo famosa en el mundo entero por el ataque que sufrió en 2015 por parte del fundamentalismo islamista, que consideró sacrílegas unas caricaturas del profeta Mahoma publicadas por la revista casi una década antes, en el que fueron asesinadas doce personas.

El diario El Mundo le dedica este 25 de octubre una amplia entrevista con motivo de la publicación de su libro “El derecho a cagarse en Dios”, editado por Libros del Zorzal.

Es evidente que el título del libro se comenta solo, y también que ese supuesto derecho genera ipso facto el recíproco derecho a cagarse en la madre que le parió.

“Cagarse en Dios” es una blasfemia, cuyas consecuencias quizás descubra trágicamente el tal Richard Malka cuando cruce el umbral de su muerte. Esperemos que Dios se apiade de él, y se arrepienta antes.

Pero es, además, una soberbia estupidez. Si Dios no existe, como suponemos que opina el reivindicativo abogado, su defecación cae en el vacío, en la nada. Y si existe Dios -cosa que este señor no puede demostrar que no sea el caso- entonces reivindicar el derecho a ofenderle es manifiestamente una locura y un sin sentido, aparte de una temeridad. Más le valdría abstenerse, por si acaso.

Todo ello importa poco a este señor al que El Mundo – en una nueva prueba de la estupidez sin límites del conservadurismo liberal- dedica ni más ni menos que dos planas enteras. De lo que se trata en el fondo, y eso es lo que le mola al periódico liberal, es de reivindicar la libertad de expresión omnímoda, una ilimitada libertad de expresión de la que forma parte inseparable el derecho a herir y a ofender, según el defecante razonamiento de este hijo de …inmigrantes judíos marroquíes:

Cuando interactuamos, asumimos el riesgo de herir y ofender, y tal vez es así como uno se enriquece intelectualmente -abundando en lo matices y generando intercambios- y evitamos convertirnos en fanáticos o en idólatras”.

Derecho a ofender y herir, supongo que también a él, al que renuncio, aunque confieso que me lo pide el cuerpo.

El señor Malka -admitamos que el título de su libro es “solo” para llamar la atención-  se encarga de desvelarnos lo que en realidad defiende en su alegato:

“Renunciar a la libre crítica de las religiones, renunciar a las caricaturas de Mahoma, sería renunciar a nuestra historia, a la Enciclopedia, a la Revolución, y a las grandes leyes de la III República, al espíritu crítico, a la razón, al mundo regulado por las leyes de los hombres antes que por las de Dios”.

¡Bien dicho! Ha dado usted en el clavo, esto es de lo que se trata: de un mundo regido por las leyes de Dios o de otro que lo sea “por las leyes de los hombres antes que por las de Dios”. Ha estado usted muy fino, porque esa es la “cuestión teológica” que, como decía Donoso Cortés, se esconde detrás de toda cuestión política. Ahora ya empezamos a entendernos.

Una Enciclopedia y una Revolución, por cierto, que pronto mostraron su verdadero rostro con el Terror, que se llevó por delante a los propios revolucionarios, y 300.000 vandeanos masacrados, primicia de las bondades de un mundo regulado por las leyes de los hombres. Lo digo para ponerlo en la perspectiva de los execrables crímenes de la sede de la revista Charlie Hebdo.

Las palabras del señor Malka en defensa de una libertad omnímoda habrán enternecido a nuestra progresía local, que seguro que se suma entusiasmada a ese “derecho a cagarse” en todo:

“La crítica es necesaria para evitar el fanatismo y la idolatría. El ejemplo sangrante de Charlie Hebdo también sirve para combatir este totalitarismo y ponerse del lado de los hombres más que el de las creencias. Para dejar claro que nuestra identidad no se resume en una pertenencia religiosa o en una orientación sexual, sino que somos mucho más. Eso implica que compartimos la misma condición humana”.

Progresía local que una vez leída con emoción la entrevista al señor Malka en defensa de la libertad de expresión, se habrán ido a disfrutar de su recién aprobada Ley de Memoria Democrática, que condena a la cárcel o la multa a los que opinen que entre el 18 de julio de 1936 y el 20 de noviembre de 1975 pudo hacerse algo bien.

¡Viva la libertad de cagarse en…!, señor Malka.

Ya sabemos por experiencia en qué consiste su libertad y la de los suyos.

Está en las coplillas populares:

“El libre pensamiento proclamo en alta voz, y muera el que no piense igual que pienso yo”.

 

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Un comentario en “El “derecho a cagarse en Dios” y la Memoria Democrática

  1. Enrique Goicoechea

    Desconocía la existencoa de ese malhalado libro. Una buena parte del mundo parece dar la espalda a Dios y querer desterrarlo de nuestras vidas. Pero ahí podemos ver el resultado de los países que se empeñan en regularse por las leyes de los hombres antes que por las de Dios. No obstante la nostalgia de la verdad es connatural al hombre y nunca desaparecerá.

    Responder

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