(ARTICULO EDITORIAL PARA AHORAINFORMACION Nº 151)
En toda esta historia de mentiras constantes, de caprichos o injusticias cobardes escondidas detrás de la noble palabra “libertad”, nos encontramos ahora con el derecho a decidir de los envalentonados separatistas catalanes. Porque dicen, y no les falta lógica revolucionaria, que no han de ser ellos los únicos que se queden sin explotar hasta la náusea este famoso y manido derecho a decidir.
Pues bien, frente a este falso derecho se levanta la verdadera obligación, el deber de las personas, las familias y las comunidades humanas de toda clase a permanecer fieles a la autoridad legítima; a la unidad que se ha construido con sangre, sudor y lágrimas; a la religión verdadera que alimentó a nuestros padres; a la voluntad verdadera del pueblo; a la bondad de las familias estables; al valor sagrado de la vida humana no nacida; a la hermandad fundamental que une a todas las regiones españolas.
La teoría del derecho a decidir, en realidad, sirve para simplificar las cosas. Porque sitúa a un lado a los partidarios del liberalismo disolvente, esa ideología que todo lo fundamenta en la pura voluntad desatada que sólo se ejercita desobedeciendo, rompiendo, apostatando, divorciando, abortando y separando. Al otro lado permanecemos quienes no necesitamos de la mentira del derecho a decidir. Porque ya hemos decidido que somos antiliberales. Y porque sabemos que la libertad no es una diosa sino un medio. Y porque sin tanta alharaca tenemos ya muy claro qué es lo que hemos decidido: obedecer, unir, creer, casar, respetar y hermanar.