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Crisis sanitaria en Ceuta. Decisiones imprudentes y sus consecuencias

(Por Miguel Ángel Pavón Biedma) – 

La tragedia del coronavirus asola regiones y ciudades. La ciudad de Ceuta registra un número elevado de casos. Es, de hecho, el lugar de España con mayor prevalencia en el momento actual (https://elfarodeceuta.es/ceuta-desbordada-cuantos-mas-habra-que-enterrar/).  La prensa del día se queja, amargamente, de una situación ciertamente dramática. Es una ciudad multicultural en la que conviven comunidades de origen musulmán, judío, cristiano, hindú, chino y hasta subsaharianos que han llegado ilegalmente y viven pendientes de sus trámites de residencia o extranjería. Cerca de cien mil personas en un reducido espacio. Sin embargo persisten hermosas playas, edificaciones y  zonas de bosque mediterráneo. En algunos barrios existe inseguridad y desorden. En el llamado “Barrio del Príncipe” no es fácil circular y la propia policía entra allí con precaución. Existe hacinamiento. Muchos reclaman al Estado, desde hace años, una solución para esas zonas urbanas.  Realizar, en esas condiciones, análisis e impulsar medidas sanitarias es, en la práctica, una labor difícil. La situación actual se caracteriza por aulas cerradas, una frontera con Marruecos (que el país vecino se niega a reconocer como tal, pues ellos la consideran “un paso fronterizo” ilegal) igualmente clausurada y las comunicaciones, con el resto de España (por mar y helicóptero) interrumpidas. La UCI, con pocos médicos especialistas, está llena y, con mucha dificultad para  atender a los numerosos pacientes críticos que allí llegan.   Es una hermosa ciudad española llena de historia, hoy llena de personas que sufren una epidemia brutal, situada en el lugar donde se unen los mares Mediterráneo y Atlántico.

Antiguo hospital militar, hoy inexistente

Hasta hace algunos años poseía dos hospitales, uno militar (que atendía a la población civil y al contingente militar) y otro propiamente civil. Los políticos de la época, con su “brillante y habitual discernimiento”, pensaron que “jamás podrá ocurrir nada”. Decidieron cerrar el hospital militar y construir un hospital civil de mayores dimensiones y mejor dotación. Muchos advirtieron que esa medida no parecía razonable. Un único hospital, en una ciudad alejada, puede incluso incendiarse o sufrir cualquier percance. Parecía lógico mantener la dualidad (los dos hospitales operativos) que siempre caracterizó a la sanidad de la ciudad española en el norte de África. Se impuso aquella aptitud que, a la vista de los hechos, era imprudente, temeraria. Hoy la población sufre la falta de recursos ante la gravedad de la pandemia. Fue una medida en la que coincidieron los principales partidos políticos. En el resto de España ocurrió lo mismo. Desaparecieron una docena de centros hospitalarios militares  y cientos de camas hospitalarias (por cierto con una peculiar arquitectura diseñada para periodos de epidemia).  Algunos eran hospitales obsoletos, aunque útiles para circunstancias excepcionales. Otros estaban bien equipados y dotados (con sus respectivas UVI). La estabilidad eterna en la que creyeron, ajena a cualquier riesgo y con un futuro halagüeño resultó, por supuesto, una pura falacia. Algunos subsisten convertidos en centros sociosanitarios o, simplemente, en oficinas.  La decisión no fue tomada por los responsables militares. Se limitaron a obedecer, como no podía ser de otra manera, los dictados de la partitocracia existente. Esperemos un futuro de mayor prosperidad, y prudencia, para aquellas personas que allí habitan y que con tanta constancia han sabido mantener la españolidad de su tierra.

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