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24 de abril de 2018 0 / /

Con todo amor y respeto

A los Obispos Vascos.

La declaración que han hecho pública, con motivo de la anunciada disolución de ETA, sólo puede tener una calificación: magnífica.

Hay, sin embargo, una frase sobre la que no nos resistimos a hacer un comentario. En el párrafo tercero dicen: “Pero somos conscientes de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades, omisiones…por las que pedimos perdón”.

A nuestro juicio sobra esa petición de perdón. No procede que pidan perdón quienes no han cometido la acción nefanda. Tampoco han de pedirlo en nombre de quienes la las cometieron. Porque estamos seguros que los culpables no les han dado el encargo de que pidan perdón. En cuanto a pedirlo en nombre de la Iglesia…. Cada vez que una jerarquía eclesiástica pide perdón por algo que han cometido miembros del clero o la Jerarquía, nos quedamos perplejos. En nombre de la Iglesia no procede pedir perdón, pues la Iglesia es santa y no puede cometer pecados.  Que hay miembros de la Iglesia (clérigos o seglares) que los cometemos: es algo archisabido. Desde su fundación por Nuestro Señor. Toda la doctrina de la Iglesia está basada en que nuestro Salvador vino a salvar a los pecadores. Y eso lo refleja la liturgia de la Iglesia, cuyos actos comienzan siempre por una petición de perdón. Hay pecados abominables entre los miembros de la Iglesia; los ha habido y los habrá. Y lo único que nos queda a nosotros es reflexionar sobre los de cada uno, pedir perdón, reparar el mal hecho y proponernos no volverlos a cometer. Pero, a nuestro juicio, esas peticiones genéricas de perdón, realizadas por quienes no han realizado el mal y muchos años después de los sucesos, no sirven para nada. Nos parecen un intento de lavarnos la cara ante un mundo que insiste en vérnosla sucia.

Volviendo a la anunciada disolución de ETA. Este año se cumplen los cincuenta del primer asesinato de ETA en la persona de un Guardia Civil de Tráfico. El asesino fue perseguido y abatido en la persecución. Ocurrió dos o tres días antes de la festividad del Corpus Christi. Asistimos, como todos los años, a la procesión. Y nos llamó la atención de la escasez, comparado con otros años, de sacerdotes. Y es que, a la misma hora, se había celebrado una misa en honor de etarra muerto, concelebrada por más de una veintena de sacerdotes.

Uno de los fallos que tenemos los católicos en España, es no saber distinguir, lo que es del César de lo que es de Dios. Y eso viene de muy atrás. Los carlistas no podemos tirar la primera piedra pues tenemos el ejemplo paradigmático del Cura Santa Cruz. Bien que éste tuvo oportunidad de compensar su acción guerrillera con sus trabajos como misionero. Eso se ha dado en muchos partidos políticos. No aducimos ejemplos pues de afear el rostro de la Iglesia ya se encargan nuestros enemigos.

Pero no podemos omitir el que un miembro de la actual Jerarquía eclesiástica ha calificado la rendición de ETA como un “triunfo de la democracia”. Estos días, en nuestra lectura espiritual, andamos por el libro de Jeremías. Su “leit motiv” es recordar a los israelitas que los ídolos de madera, metal o piedra son seres sin vida que no pueden salvar. La democracia que hoy muchos adoran es un ídolo más. Fabricado sobre papel por manos de hombre. No puede triunfar; no puede salvar. Y la casualidad ha hecho que nos tropecemos con el versículo de Jeremías que dice: “En los profetas de Samaría vi yo la insensatez; profetizaron en nombre de Baal y descarriaron a mi pueblo, Israel” (Jer. 23, 13).

La declaración de los Obispos Vascos es un valiente escrito que nos ilumina. Aparte de nuestro comentario, pedir perdón por errores pasados tiene el valor de indicarnos unos hechos que no debemos repetir. Y lo que ha sido fatal para el Catolicismo de los vascos, ha sido el confundir nuestras aspiraciones políticas con la voluntad de Dios. La frase de Sabino de Arana: sigue teniendo vigencia para los nacionalistas de hoy. Aunque la mayoría de ellos se haya olvidado de Dios. Su dios sigue siendo Euskadi, como en otros tiempos Baal, para los israelitas infieles.

 

 

 

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