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Maduro plantea un segundo golpe de Estado: una nueva Constitución a su medida

Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela, y el chavismo no saben como reaccionar ante la masiva pérdida de apoyos en Venezuela. Algunas cifras hablan ya de un 70% de venezolanos que se oponen al régimen actual, frente a un 30% que apoya al Gobierno de la República. En solo un mes se ha sucedido todo un auto-golpe de estado para recuperar la autoridad social desesperadamente.

La oposición venezolana (Julio Borges, Henrique Capriles, Henry Ramos Allup…) acusó el jueves 30 de marzo a Nicolás Maduro de llevar a cabo un “golpe de Estado”, después de que el Tribunal Supremo —controlado por el chavismo— decidiese retirar las competencias a la Asamblea Nacional, con mayoría opositora, por estar en “desacato”. Las marchas en el país, después de este acto de violencia institucional, fueron coronadas con violencia policial, con la represión de las masas que se oponían firmemente a un Gobierno de la República que ha conducido a la ruina económica, política y social a Venezuela.

Un mes después, con violencia descarada por parte del Estado, Nicolás Maduro propone disolver el sistema institucional –ya corrupto– y convocar una Asamblea Nacional Constituyente para escribir y aprobar una nueva Constitución. La oposición se había unificado contra el gran enemigo común: el chavismo y Maduro; y tenía el apoyo social mayoritario. Frente a este éxito, el Presidente quiere convocar una elecciones a cortes constituyentes en las que serán elegidos 500 representantes de “clase obrera, comunal y popular”. Todo al estilo de los soviets en Rusia en la Revolución de Octubre de 1917.

Unas elecciones a la medida de Maduro

Nicolás Maduro reveló el pasado 1 de mayo que la mitad de los escaños podrían ser elegidos por movimientos sociales y sectores laborales, con especial influencia de la “clase obrera”. La otra mitad de los diputados de la Asamblea Constituyente serían elegidos por circunscripciones municipales de la mano de comunas. Se eliminaría el sistema de partidos y se apostaría por un sistema –en teoría, claro– corporativista.

Podríamos estar de acuerdo en que unas cortes corporativistas mejorarían el país. No solo se representarían los intereses individuales, sino también los colectivos. Pero en las declaraciones e intenciones de Maduro hay dos propósitos muy concretos y deshonestos:

  1. Por una parte se quiere dar importancia en estas elecciones a la clase obrera frente a las élites y a los partidos; cuando en realidad tanto élites como clases obreras, ciudadanos ricos y pobres y de clase media… ¡todos!, son integrantes de la comunidad política. Ningún grupo debería tener la potestad de despreciar y enajenar a otro grupo. (Convivir y reformar de manera ambiciosa es la base de una verdadera contrarrevolución).
  2. Por otra parte, se habla de representar a los movimientos sociales y a las organizaciones laborales, con la intención de presentar la independencia de estas futuras elecciones. La realidad es que el Estado en Venezuela es tan omnímodo y llega a tantos ámbitos de la vida social, que es seguro que tanto circunscripciones municipales, comunas y toda serie de entidades obreras están controladas por el Chavismo.

Hablan de destruir el partidismo y crear una Venezuela unida. La realidad es que Maduro pretende imponer su propio partidismo justificándolo a la manera liberal: por medio de una Asamblea Constituyente y aprobando una Constitución. ¿Pero quien es un hombre de partido para definir un país entero conforme a su propio horizonte ideológico? Esta Constitución –y cualquier otra en grado menor– es un verdadero acto de destrucción social. Estamos asistiendo al Golpe de Estado más manifiesto de la historia reciente de Occidente. En algunos meses o un año, nos podríamos encontrar con un país a la medida de Clásico Maduro. Y eso es lo peor que le puede pasar a un país: que estando ya a expensas de la voluntad de los partidos políticos, esté a expensas de uno solo, de un comunismo rancio fuera de época.

Es hora de que España e Hispanoamerica intervenga

Lo más sorprendente es que España e Hispanoamérica no reaccionen de manera decisiva frente a este destino tan funesto para la sociedad venezolana. Ya no sirven las reuniones del ex-Presidente Zapatero con los chavistas o las críticas violentas de Felipe González contra el régimen. Tampoco sirven los pataleos de los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA). La diplomacia está agotando sus últimas esperanzas. Hay que exigir al Gobierno de Venezuela un proceso justo y transparente en el que los venezolanos tengan la posibilidad de echar al tirano. Hay que ayudar de corazón y con valentía a nuestros hermanos.

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Un comentario en “Maduro plantea un segundo golpe de Estado: una nueva Constitución a su medida

  1. identicon

    Gonzalo García Yangüela

    Tengo que decir que yo aplaudí el acceso de Chávez al poder porque la situación anterior de Venezuela era una sentina de corrupción. Por eso, y sólo por eso, algunos como Felipe González estaban contra Chávez, porque cortó el grifo de sus socios.

    Lamentablemente el régimen no ha buscado el bien del pueblo sino cambiar los beneficiarios de la corrupción e instaurar un sistema estatalista que ha terminado de arruinar al país.

    Responder

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